viernes, 1 de noviembre de 2013

¿DONDE ESTARÁ EL ALMA DE DON JULIÁN PEREZ?

VALERIO TOBALDO
Mis cuentos


¿Dónde estará el alma de Don Julián Pérez?
La Iglesia Católica  Apostólica Romana  tiene en su seno muchos movimientos conformados,  especialmente por mujeres,  ellas muy piadosas, y algunos también por hombres que dedican algo o mucho de su tiempo  a las obras que cada movimiento demanda.
Por citar algunos: los “Cursillistas” formado por hombres y mujeres; el “Movimiento familiar Cristiano”; “Movimiento de Schoenstatt”;  “El Apostolado de la Adoración”; “Hijas de  María”; “El Consejo Económico”; “Las Catequistas”   y otras muchas mujeres y hombres, que sin pertenecer a ningún movimiento se dedican a obras de caridad, visitar a los enfermos, rezar en los velatorios, ayudar al sacerdote en el mantenimiento de la Iglesia. En fin dedican parte de su vida en ayudar al prójimo y a toda persona que necesite ayuda espiritual y material, siempre que esté  a su alcance.
Despectivamente se los suelen llamar  “chupa-cirios”; no obstante es de agradecer y reconocer a esos hombres y mujeres que comprometen su vida a  las obras de bien, sin hacer gala  de un credo religioso especifico; allí donde ven una necesidad, buscan la manera de solucionarla o a quién pueda hacerlo.
Esta pequeña historia que voy a contar sucedió en un pueblo chico, donde todo el mundo se conocía y las noticias corrían a tanta velocidad que en menos que canta un gallo, todo el pueblo ya estaba enterado. 
Una de mujeres del pueblo, Doña María Castellanos, casada con Don Julián Pérez, sin hijos; mujer muy piadosa donde las hubiera, de misa y comunión diaria, atendía a los ancianos en un asilo, visitaba a domicilio los enfermos en cuanto se enteraba que había alguno.
Enfermó su esposo, y luego de varios meses de postración falleció.
Lo único que la tenía atada al mundo era su esposo, habían convivido exitosamente durante los 40 años. Por lo tanto, ya viuda dedicó todo su tiempo a obra de bien y rogaba permanente a Dios que el día que ella muriera se le permitiera descansar junto a su esposo.
Como a todo mortal le llegó el día, produciendo este hecho una gran congoja en el pueblo, ya que se perdía a una persona que había ayudado tanto a todos, sin distinción de clase o religión.
Una vez hubo llegado a su morada final se encontró con San Pedro, que la estaba aguardando. Doña María le manifestó que quería reencontrarse lo más pronto posible  con su esposo Julián Pérez. A lo que San Pedro, le dijo que ese nombre no le sonaba entre los habitantes del cielo; no obstante le pidió  a un ángel que le trajera el archivo de las almas del cielo.
Doña María insistía en que su marido había sido muy bueno y que por lo tanto debía estar allí.
Cuando llegó  el ángel con el archivo, San Pedro se puso inmediatamente a buscarlo, pero efectivamente Julián Pérez no era parte de esa comunidad de almas. Ya un poco más nerviosa, Doña María le dijo a San Pedro que indudablemente se trataba de  un error. Viéndola tan angustiada, San Pedro le pidió al ángel que le trajera el Archivo del Purgatorio. Una vez se hubo retirado  el ángel a buscar el archivo, San  Pedro le comentó a Doña María que quizá su marido se “había mandado alguna macanita” que ella ignoraba, y que la estaría pagando  en el Purgatorio.
Una vez consultado el archivo del Purgatorio,  y San Pedro ya más serio le confirmó a María que tampoco estaba en el Purgatorio. A lo que  Doña María cae en la desesperación y el desconsuelo. San Pedro no podía verla tan mal, así que manda al ángel a que le trajera el Archivo  del Infierno, y le dice a María:
 _Si está  en el Infierno es que se ha mandado en la vida algunas macanas grandes, que evidentemente las  ocultó. Y es sabido que cuando se   toman decisiones, correctas o erradas, luego hay que asumir las consecuencias. Y le puedo asegurar, señora, que de allí yo no lo puedo sacar.  
Tampoco apareció el señor Julián Pérez  en el registro de entrada del Archivo del Infierno.
Entonces San Pedro, con la mosca detrás de la oreja, se dirigió a María y le dijo
 _Mirá María, te voy a hacer unas preguntas,  que a lo mejor puedan aclarar el asunto: ¿Estas segura que murió?
_Si _ le contestó María _ Con mis manos le di tierra.
_ ¿Decime María, y esta pregunta sí que es muy importante ¿Donde  trabajaba tu marido?
_ Era Inspector de la  DGI _ le contestó ella.
Entonces San Pedro la mira y le dice:

_ A BUENO ¡HUBIERAMOS  EMPEZADO POR AHÍ! …ESA RAZA DE SER HUMANO NO TIENE ALMA!

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