Día Mundial de la INFANCIA
LOS PADRES TAMBIÉN VAN
AL AULA
Por Patricia Tobaldo
No dejo de
preguntarme que es lo que realmente está fallando hoy en día en la educación
escolar desde el punto de vista de la
formación del alumno y no de contenidos académicos. Llenamos las aulas de
discursos grandilocuentes sobre la tolerancia, el multiculturalismo, lo “políticamente correcto o incorrecto”, la
paz en el mundo, el respeto al prójimo. Ahora bien ¿hemos reflexionado por un
instante lo que el alumno piensa de este espectro de buenas palabras y
voluntades cuando es evidente que allí afuera, en la vida real les aguarda un
mundo violento donde la corrupción tiene más valor social que la honestidad? Si
quisiera trasladar este concepto a una imagen, la plantearía como un magnifico
paquete de regalo, envuelto en exquisito papel de seda y que al abrirlo solo encontramos el vacío de
una caja.
Quizás
debamos reconsiderar el concepto propiamente dicho de la educación desde
parámetros más austeros: la simplicidad y la coherencia. La simplicidad es
hacer comprender al niño que ser hombre comporta saber enfrentarse a los
conflictos y contrariedades de cada día. Que la vida es una elección individual
y que la misma está estrechamente relacionada con la conciencia, esa conciencia
que lo transformará en un ser libre. Que crecer significa saber elegir y
eligiendo siempre se debe renunciar a alguna cosa, pero es eligiendo cuando se
construye una vida sólida. Que la elección, naturalmente, demanda un ejercicio
de voluntad para dar sentido a aquello que elige. Y luego la coherencia, que
nos permite refrendar con ejemplos vividos y auténticos nuestras prédicas en el
ámbito educativo. Hay un refrán español que dice “no solo hay que ser sino
parecer”
Sin embargo
no existe formula mágica que pueda mejorar la educación escolar sin el aporte indispensable de la familia,
aún cuando el medio escolar, en sus dos ámbitos fundamentales, el centro
educativo y el aula, ejerce una influencia muy importante sobre los niños y los
adolescentes. La familia desempeña un rol decisivo en materia de valores y
costumbres, que influye sobremanera en el éxito escolar.
Algunos
estudios estiman que el alumno, a lo largo de sus primeros dieciocho años de
vida pasa el 13% de su tiempo en el medio escolar frente al resto que lo pasa
en su hogar, en su contexto social. Sin embargo el aula es altamente relevante
e influye en los resultados de los alumnos hasta dos y tres veces más que el
centro escolar, estableciéndose entonces
la siguiente jerarquía en orden de importancia: familia – aula – escuela.
La primera
jerarquía, la familia, actúa sobre el alumno en relación al medio escolar en
diferentes niveles, que van desde el apoyo afectivo, ayuda, comprensión a la
estimulación intelectual, valores claves para un buen rendimiento académico. Ese
conjunto de rasgos que configuran el ambiente familiar se denomina, a menudo,
el “currículo del hogar”. H.J. Walberg sintetiza los componentes de dicho
“currículo” en los siguientes términos:
(…) las conversaciones deliberadas que
mantienen padres e hijos sobre el colegio y sobre los acontecimientos de la
vida diaria; estimular la lectura en el tiempo libre y comentar lo leído; guiar
y supervisar desde una postura crítica lo que se ve en la televisión así como
las actividades con los amigos y compañeros; aplazar las gratificaciones
inmediatas para poder alcanzar metas a largo plazo; expresar afecto y mostrar
interés por los aspectos académicos de los hijos y por otros progresos en su
desarrollo personal; y quizás, entre los esfuerzos continuos que se pueden
realizar permitirse la risa y algún capricho.
Existe un trabajo,
basado en evidencias, sobre Familias y centros escolares, realizado por Sam
Redding para la
Academia Internacional de Educación y publicado por la Oficina Internacional
de Educación de la UNESCO ,
que prevé pautas tales como:
Fijar límites claros y predecibles para las vidas
de los hijos, estimular un uso productivo del tiempo y promover experiencias de
aprendizaje como algo habitual de la vida familiar. Cuando se establecen esos
límites de manera clara y pautados, acompañados de las razones que lo
fundamentan, se favorece la capacidad de autorregulación y autonomía en los
niños; el modo en que emplean el tiempo en el hogar lo reproducen luego en la
escuela. El uso productivo del tiempo, sumado a hábitos de orden y laboriosidad
en el seno de su hogar educa al niño en la importancia y la naturalidad del
estudio
Establecer para los hijos
metas bien definidas y expectativas positivas que orienten a los niños a la
hora de considerar qué es lo importante. El carácter proporcionado de las metas
es muy importante, pues si son demasiado fáciles no estimulan y si son
difíciles causan frustración. Las metas, generalmente, traducen las elevadas
expectativas de los padres respecto a los objetivos de sus hijos y sirven para
estimularlos a alcanzar resultados positivos. En la consecución de metas es
importante el apoyo afectivo y académico de los padres en relación a las tareas
escolares. Los padres no solo deben manifestar interés por la vida escolar de
sus hijos, sino que también por los procesos de obtención de esos resultados.
La interacción entre la
familia y la escuela produce más beneficios sobre el aprendizaje, además de
demostrar que se valora lo que ese centro escolar hace por la educación del
niño. Las criticas a la escuela o a sus profesores en el hogar traslada al niño
una suerte de desprecio y falta de respeto hacia su institución e incide
negativamente sobre su rendimiento. La implicación de la familia significa también
disponibilidad para con los profesores; siempre será más efectivo educar en
equipo.
Es verdad, vivimos tiempos
complejos, son tiempos de mutaciones en todos los sentidos, que nos hacen
pensar que la educación que estamos impartiendo no será suficiente para los
desafíos del mañana. Y son quizás estos temores que están haciendo proliferar
sistemas educativos ineficientes y frágiles. Esta ansiedad que abrigamos nos
hace olvidar que la naturaleza profunda del hombre es y será siempre la misma y
que construir una sociedad sin haber antes fijado antes los fundamentos de la
ética significaría construir ciudades de cartón-piedra.
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