miércoles, 20 de noviembre de 2013

Día Mundial de la INFANCIA: LOS PADRES TAMBIÉN VAN AL AULA




Día Mundial de la INFANCIA
LOS PADRES TAMBIÉN VAN AL AULA
Por Patricia Tobaldo
No dejo de preguntarme que es lo que realmente está fallando hoy en día en la educación escolar  desde el punto de vista de la formación del alumno y no de contenidos académicos. Llenamos las aulas de discursos grandilocuentes sobre la tolerancia, el multiculturalismo, lo   “políticamente correcto o incorrecto”, la paz en el mundo, el respeto al prójimo. Ahora bien ¿hemos reflexionado por un instante lo que el alumno piensa de este espectro de buenas palabras y voluntades cuando es evidente que allí afuera, en la vida real les aguarda un mundo violento donde la corrupción tiene más valor social que la honestidad? Si quisiera trasladar este concepto a una imagen, la plantearía como un magnifico paquete de regalo, envuelto en exquisito papel de seda  y que al abrirlo solo encontramos el vacío de una caja.
Quizás debamos reconsiderar el concepto propiamente dicho de la educación desde parámetros más austeros: la simplicidad y la coherencia. La simplicidad es hacer comprender al niño que ser hombre comporta saber enfrentarse a los conflictos y contrariedades de cada día. Que la vida es una elección individual y que la misma está estrechamente relacionada con la conciencia, esa conciencia que lo transformará en un ser libre. Que crecer significa saber elegir y eligiendo siempre se debe renunciar a alguna cosa, pero es eligiendo cuando se construye una vida sólida. Que la elección, naturalmente, demanda un ejercicio de voluntad para dar sentido a aquello que elige. Y luego la coherencia, que nos permite refrendar con ejemplos vividos y auténticos nuestras prédicas en el ámbito educativo. Hay un refrán español que dice “no solo hay que ser sino parecer”
Sin embargo no existe formula mágica que pueda mejorar la educación escolar  sin el aporte indispensable de la familia, aún cuando el medio escolar, en sus dos ámbitos fundamentales, el centro educativo y el aula, ejerce una influencia muy importante sobre los niños y los adolescentes. La familia desempeña un rol decisivo en materia de valores y costumbres, que influye sobremanera en el éxito escolar.
Algunos estudios estiman que el alumno, a lo largo de sus primeros dieciocho años de vida pasa el 13% de su tiempo en el medio escolar frente al resto que lo pasa en su hogar, en su contexto social. Sin embargo el aula es altamente relevante e influye en los resultados de los alumnos hasta dos y tres veces más que el centro escolar,  estableciéndose entonces la siguiente jerarquía en orden de importancia: familia – aula – escuela.
La primera jerarquía, la familia, actúa sobre el alumno en relación al medio escolar en diferentes niveles, que van desde el apoyo afectivo, ayuda, comprensión a la estimulación intelectual, valores claves para un buen rendimiento académico. Ese conjunto de rasgos que configuran el ambiente familiar se denomina, a menudo, el “currículo del hogar”. H.J. Walberg sintetiza los componentes de dicho “currículo” en los siguientes términos:
 (…) las conversaciones deliberadas que mantienen padres e hijos sobre el colegio y sobre los acontecimientos de la vida diaria; estimular la lectura en el tiempo libre y comentar lo leído; guiar y supervisar desde una postura crítica lo que se ve en la televisión así como las actividades con los amigos y compañeros; aplazar las gratificaciones inmediatas para poder alcanzar metas a largo plazo; expresar afecto y mostrar interés por los aspectos académicos de los hijos y por otros progresos en su desarrollo personal; y quizás, entre los esfuerzos continuos que se pueden realizar permitirse la risa y algún capricho.
Existe un trabajo, basado en evidencias, sobre Familias y centros escolares, realizado por Sam Redding para la Academia Internacional de Educación y publicado por la Oficina Internacional de Educación de la UNESCO, que prevé pautas tales como:
Fijar límites claros y predecibles para las vidas de los hijos, estimular un uso productivo del tiempo y promover experiencias de aprendizaje como algo habitual de la vida familiar. Cuando se establecen esos límites de manera clara y pautados, acompañados de las razones que lo fundamentan, se favorece la capacidad de autorregulación y autonomía en los niños; el modo en que emplean el tiempo en el hogar lo reproducen luego en la escuela. El uso productivo del tiempo, sumado a hábitos de orden y laboriosidad en el seno de su hogar educa al niño en la importancia y la naturalidad del estudio
Establecer para los hijos metas bien definidas y expectativas positivas que orienten a los niños a la hora de considerar qué es lo importante. El carácter proporcionado de las metas es muy importante, pues si son demasiado fáciles no estimulan y si son difíciles causan frustración. Las metas, generalmente, traducen las elevadas expectativas de los padres respecto a los objetivos de sus hijos y sirven para estimularlos a alcanzar resultados positivos. En la consecución de metas es importante el apoyo afectivo y académico de los padres en relación a las tareas escolares. Los padres no solo deben manifestar interés por la vida escolar de sus hijos, sino que también por los procesos de obtención de esos resultados.
La interacción entre la familia y la escuela produce más beneficios sobre el aprendizaje, además de demostrar que se valora lo que ese centro escolar hace por la educación del niño. Las criticas a la escuela o a sus profesores en el hogar traslada al niño una suerte de desprecio y falta de respeto hacia su institución e incide negativamente sobre su rendimiento. La implicación de la familia significa también disponibilidad para con los profesores; siempre será más efectivo educar en equipo.

Es verdad, vivimos tiempos complejos, son tiempos de mutaciones en todos los sentidos, que nos hacen pensar que la educación que estamos impartiendo no será suficiente para los desafíos del mañana. Y son quizás estos temores que están haciendo proliferar sistemas educativos ineficientes y frágiles. Esta ansiedad que abrigamos nos hace olvidar que la naturaleza profunda del hombre es y será siempre la misma y que construir una sociedad sin haber antes fijado antes los fundamentos de la ética significaría construir ciudades de cartón-piedra.

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