I
nteresante análisis de Jean Grave
sobre la sociedad futura que estamos construyendo, propuesto por nuestro
blogger Valerio Tobaldo para la
RED
“…Bastaría que los hombres se entendiesen y concertasen entre sí, para
hallar en estos mismos trabajos la recompensa de sus esfuerzos, la solidaridad
en vez de la lucha; y la humanidad se libraría de esa miseria que nos
dicen ser inevitable, cuando sólo es fruto de la rapiña de unos y de la
imbecilidad de los demás en aguantarla…”
3ª Parte
¿Es preciso citar las medidas sanitarias contra las epidemias, ineficaces
hoy por tomarse aisladamente, pero que tomadas en común detendrían en sus
comienzos el azote?
Según se ve, basta enunciar los trabajos que faltan por hacer a las
generaciones futuras, y los cuales harían habitable toda la superficie de la
tierra y productiva allí donde es estéril, para comprender que esa escasez de
víveres, de que tanto hablan los economistas, lejos de ser un motivo para que
la sociedad capitalista se eternice, es su condenación más formal, puesto que
su mala organización es lo que condena a millones de hombres a trabajos
negativos, cuando tantas labores productivas solicitan el empleo de nuestra
actividad. Bastaría que los hombres se entendiesen y concertasen entre sí, para
hallar en estos mismos trabajos la recompensa de sus esfuerzos, la solidaridad
en vez de la lucha; y la humanidad se libraría de esa miseria que nos
dicen ser inevitable, cuando sólo es fruto de la rapiña de unos y de la
imbecilidad de los demás en aguantarla.
Para terminar acerca de lo que acabamos de decir, citaremos este pasaje
de un autor nada sospechoso de revolucionario, ni de subversivo; pero que,
conmovido por el amor a la verdad, se complace en proclamarla con frases llenas
de emoción, tal vez guiado sólo por el sentimentalismo. Pero después de todo,
el sentimentalismo es bueno en sí, cuando no se aparta de la verdad y de la
lógica:
“Hoy el más fuerte, el más rico, el de posición más alta, el más sabio,
ejercen un imperio casi absoluto sobre el débil, el ignorante, el hombre de las
clases inferiores, y les parece naturalísimo explotar en provecho suyo personal
las fuerzas de estos últimos. La sociedad entera debe necesariamente sufrir los
malos efectos de tal estado de cosas y comprender que valdría más ver a todos
los individuos concertando sus esfuerzos, sosteniéndose uno a otro, tender al
mismo fin, que consiste en desprenderse del yugo de las fuerzas naturales, en
vez de emplear sus mejores energías en destruirse y explotarse mutuamente. Debe
subsistir la rivalidad, tan útil en sí, pero despojándose de la antigua y ruda
forma guerrera y exterminadora de la lucha por la vida, adoptando la forma
noble y verdaderamente humana de una competencia que tenga por objeto el
interés general. En otros términos: en vez de la lucha por la vida individual,
la lucha por la vida de todos juntos; en vez del odio general, el amor
universal. Conforme progresa el hombre por este camino, más se aleja de su
pasado brutal, de su subordinación a las fuerzas naturales y a sus inexorables
leyes, para acercarse al desarrollo ideal de la humanidad. Por esta senda
volverá el hombre a encontrar aquel paraíso cuyo fantasma flotaba en la
imaginación de los más antiguos pueblos, paraíso del cual fue arrojado el
hombre a causa del pecado, según la leyenda. Con la diferencia de que el
paraíso futuro no es imaginario, sino real; no está en el origen sino al fin de
la evolución humana; no es un don de un dios, sino resultado del trabajo, del
hombre y de la humanidad. (Büchner, El Hombre según la
Ciencia , págs. 210-211; un tomo, edición Reinwald).
Y nosotros añadiremos:
Paraíso en el que no se permitirá entrar a los trabajadores hasta que no
hayan comprendido que no son sus amos los que les han de abrir las puertas;
paraíso que no podrán habitar hasta que tengan suficiente energía para
conquistarlo y para saltar por encima de los que le impiden la entrada.
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