lunes, 30 de septiembre de 2013

MIEMBROS DE LA RED DE AMIGOS DE LA CULTURA ITALOARGENTINA

PATRICIA TOBALDO, MARCO NOBILI (Cónsul Italiano en Bahía Blanca), SUSANA SIGAL DE FOGLIA
GUSTAVO FOGLIA 

MARTA ELENA PASTORE

MÓNICA MÁRSICO, VERÓNICA VIDONDO, SUSANA SIGAL DE FOGLIA, GUSTAVO FOGLIA
VALERIO TOBALDO
MARTA HELENA PASTORE, MÓNICA MÁRSICO, VERÓNICA VIDONDO, SUSANA SIGAL DE FOGLIA
GUSTAVO FOGLIA
MARTA ELENA SASTRE DE TOBALDO, VALERIO TOBALDO
FAMILIA FOGLIA - SIGAL
AMIGOS DE LA CULTURA ITALOARGENTINA

MARTA ELENA SASTRE DE TOBALDO
MÓNICA MÁRSICO
SUSANA SIGAL DE FOGLIA

MARÍA INÉS MATTIOLI, PATRICIA TOBALDO, MARIA DE LOS ÁNGELES PASSERA




LOS TAMBEROS: Su Mundo





VALERIO TOBALDO 

SUS ORÍGENES, SUS ANTEPASADOS.
CÓMO SU FAMILIA FORMÓ PARTE DE LA INMIGRACIÓN ITALIANA PROCEDENTE DE VICENZA, REGIÓN DEL VENETO

A partir de 1968 se inicia un tiempo de grandes cambios en la firma debido a una renovación generacional, los hijos de las distintas familias Magnasco se hicieron cargo de la dirección de la empresa con un replanteo tanto en Sección Fábricas como en Sección Campos. Sería muy largo y ajeno a lo que estoy detallando de mi vida explicar el proceso con amplitud, aunque debo citar los efectos que este recambio supuso para los que estábamos dentro del sistema.
Independizaron la Sección Campos Canals de la Sección de Venado Tuerto, y al comunicárselo al Sr Houlin, éste renunció inmediatamente, supongo que previno con buen criterio su dificultad para desarrollar su gestión entre gente joven. El Sr Houlin respondió tal cual había sido siempre su carácter, recto y sincero. Supo elegir el momento justo para su retiro. Me queda agradecer lo mucho que me enseñó, no sólo de campo sino también como persona.
El nuevo mayordomo general eligió campo La Panchita como su residencia, quedando libre La María donde me trasladaron. Esta estancia era netamente tambera. En ese momento sólo se explotaban 16 tambos de los 20 que tenía, ya que a principios de año, finalizados los contratos de arrendamiento a sus dueños (Magnasco los explotaba pero no tenía la propiedad de la tierra), se habían entregado 1000 hectáreas, la parte de Bella Vista que comprendía cuatro tambos. 
En ese entonces, me pareció, por pura suposición propia, que no era el momento ni la manera para efectuar ese cambio. La idea que tenían de modernizar tecnológicamente la firma, tanto en fábricas como en campos, no tenía en cuenta la capacitación del personal, era como poner los bueyes detrás el arado. Más adelante se verá más claramente esto.
En cuanto a mi ambición, no sólo era especializarme en tambos sino que deseaba ampliarla en todos los rubros, especialmente en agricultura ya que yo era ganadero por obligación y agricultor por vocación; luego de dieciocho años trabajando en la firma había hecho muy poca agricultura. La ganadería que yo dominaba era la tambera, trabajo que con el tiempo se me hizo rutinario y aburrido. Y como dicen algunos: “el té es como las visitas, el primer día es delicioso, el segundo huele y el tercero pudre” (aclaro que ése no es mi criterio para con las visitas, los invitados en casa siempre nos alegran la vida, lo digo sólo por el trabajo). Lo mismo con mi responsabilidad de Escritorio, tarea que me seguía tocando en La Panchita. 
La idea de un cambio de aires se iba madurando en mí, me estaba asfixiando. Ya tenía 39 años y mucha experiencia en lo que hacía pero unas ganas enormes de seguir creciendo. Yo creo que me faltaba el empuje final, en el fondo tenía miedo a un cambio. Mientras tanto asistía a todas las charlas que técnicos de distintos semilleros o ingenieros daban en la zona, en materia de semillas y nuevas técnicas de agricultura.

Como una pincelada del nuevo destino contaré del colegio que había dentro de la estancia. En ese entonces era muy difícil la escolarización de los hijos en el campo y mantener esta escuelita era un buen servicio para muchos. Desde la Cooperadora formada por los padres se organizaban varias fiestas durante el año para sufragar los gastos: carreras de caballos y bailes por la noche en el galpón grande. Fiestas que terminaron siendo famosas en la zona y a las que concurría gente de todos los pueblos vecinos. 
El edificio situado en el casco contaba con dos aulas. La maestra, Olga Quiroga, la hija del mayordomo de La Tomasa, venía todos los días para enseñar a los hijos de los que trabajábamos en la estancia y de algunas familias vecinas también. Nuestro hijo Daniel asistía a esta escuelita. Pero en el caso de Patricia, desde Jardín de Infantes estudiaba pupila en Canals, en el colegio de Nuestra Señora de la Misericordia. Marta entendió con buen criterio que la educación con las monjas era la mejor opción.

Y como dije antes, no quiero avanzar en mi historia sin poner el acento en el rubro TAMBEROS. Los he mencionando en varias anécdotas graciosas pero ahora comentaré sobre ellos en su doble condición: el tambero como oficio y el tambero como hombre. Creo justo reconocer la dureza del oficio, en esos años el ordeñe se hacía a mano y a cielo abierto soportando las inclemencias del tiempo.
Por lo general al tambo lo hacía el grupo familiar, padres e hijos, y en muy raras ocasiones se recurría al empleo de un peón.
Diariamente, el tambero con sus hijos o hijas a partir de los 11 o 12 años, y en muchos casos su esposa, iban al corral por la madrugada a iniciar el ordeñe. En más de una oportunidad he visto mujeres en avanzado estado de embarazo ordeñando. 
Cada tambo tenía en ordeñe 100 vacas de promedio. Desde Septiembre a Marzo se ordeñaba por la mañana y por la tarde, todos los demás meses, únicamente por la mañana. 
Los horarios de ordeñe eran, más o menos, desde las 3 de la mañana, y por la tarde desde las14 horas en el tiempo en que se ordeñaba dos veces al día. En los meses de un solo ordeñe el horario de la mañana seguía siendo el mismo. La leche debía entregarse a la fábrica, como último horario, a las 10 de la mañana. Este era uno de los problemas más grave ya que el tambero no lo cumplía con regularidad.
La casa, y me refiero sólo a los tambos de Magnasco, eran cómodas, con dos dormitorios, un comedor, cocina y una galería cubierta adosada a la casa. Formando una unidad separada había una pieza anexa que no tenía comunicación por dentro, para uso de un peón. Si no, se usaba como depósito de la ropa que tenían para ordeñar, o para guardar trastos. No tenían agua corriente ni luz. Ni baño, tenían una letrina alejada de la casa y el agua se la proveía un molino que era el mismo que abastecía a los animales. En cuanto a la luz, usaban faroles a kerosén, llamados “Sol de noche”, que también se usaban en los corrales para ordeñar a la madrugada. Se colgaban dos faroles en palos altos en medio del corral.

Como ya dije los tamberos eran familias humildes, con distintos grados de educación y de muy escasos recursos. “Encontrar un tambo” como trabajo les abría un mundo nuevo porque ganaban muy bien aunque para esto trabajara toda la familia. 
Muchos tamberos con el fruto de su esfuerzo compraron sus casas, educaron sus hijos y mejoraron su nivel de vida. Pero otros, fueron la antítesis, como nunca se habían encontrado con tanto dinero en los bolsillos compraban todo lo que les fiaban o les vendían en cuotas. Ese tipo de tamberos eran “un un bocato di cardenale” para muchos y daré algunos ejemplos…
Aprovechando que no controlaban los gastos para su subsistencia, el almacén-boliche les vivía fiando, compraban sin control y siempre le quedaban colas de cuentas. 
Recuerdo que pasaban fotógrafos por los tambos que les ofrecían hacer copias en tamaño grande de fotografías de sus padres o parientes, y hasta en colores. Les recibían las fotos y al mes se las traían enmarcadas en cuadros grandes y a todo color, todo en cuotas.
En una ocasión, la esposa de un tambero pidió que le hicieran un cuadro en grande de sus padres, pero como el padre tenía puesto un sombrero y a ella no le gustaba, quería que se lo sacaran. El fotógrafo cuando se retiraba le preguntó cómo se peinaba el hombre y ella le contestó “Yo no conocí a mi padre y no sé como se peinaba. Ud. se dará cuenta cuando le saque el sombrero”.
En otra ocasión, fui a visitar al tambero Bazán, me hizo pasar a su casa y vi que tenía colgados una gran cantidad de cuadros de todos sus familiares, que parecía un museo. “¡Cuántos recuerdos familiares, Don Bazán!” le dije con asombro, y me contestó: “Plata no tengo pero sí un capital en cuadros”. Y la verdad que el pobre tenía razón, ya que en las paredes estaban colgados todos sus ahorros. 

Otro negocio era la venta de radios a batería ya que muy pocos las poseían,“la comprás ahora con una entrega y el resto en cuotas”.
Todo iba formando una interminable cadena de compras al fiado. Para poder usar la radio había que cargar la batería y a fin de poder tener siempre carga había que encarar una nueva compra que era el molinito a viento para cargar la dichosa batería. Y así siempre. Esto era interminable.
Casi todos los tamberos se movilizaban en sulkys, muy pocos tenían coche. Esto despertaba la envidia de los demás y por esta causa entró a jugar la venta de coches usados, los concesionarios encontraron en ellos un buen filón. El tambero compraba siempre que le dieran facilidades sin fijarse en marcas ni modelos, es decir todo coche viejo a quien los vendedores le cambiaban la cara con una buena mano de pintura.
Como no sabían manejar siempre había un amigo o un pariente que les enseñaba y era común ver los coches por medio de los lotes, lugar que elegían para aprender.
Recuerdo a un tambero que hacía el primer viaje con su señora al pueblo, el trayecto era todo sobre la ruta. La mujer continuamente miraba para atrás o para adelante y cuando de cualquier lado veía venir un coche o un camión le decía “ Viejo tirate a la banqueta (banquina)” Hicieron casi todo el camino por el costado y demoraron más de dos horas para hacer 15 Km.

Una compra que era necesaria en el campo era la heladera, que casi nadie tenía. En una época comenzó la venta de heladeras a kerosén, de cualquier marca pero siempre con la “bendita cuota”. No lo mencioné antes pero esta gente era como los pescadores, siempre querían superarse con la pieza que pescaban. Los tamberos cuando se juntaban en el boliche pregonaban los dones de las marcas de las heladeras que habían comprado. Cierta vez, reunidos en el boliche del Pibe Rivarola, y de esto doy fe porque estaba yo presente, salió el tema. Comenzaron a comentar los dones y las propiedades de las heladeras propias. Don Flores había comprado una de marca Alaska y aseguró que enfriaba tanto que a las tres horas el frío le rompía las botellas. Don Leiva comentó que la suya de marca Siam era un problema porque le congelaba todo lo que le ponía. Y para no quedarse atrás, Don Galván dijo que la suya no sólo enfriaba sino que escarchaba. Y el Pibe Ribarola (que era tremendo) que tenía una heladera grande importada de la marca Servel, no decía ni palabra. Cuando le preguntaron sobre la suya, él les contestó siguiendo la corriente “Ya me tiene podrido esta heladera, cualquier día la cambio. Todas las mañana tengo que calentar una pava de agua y echársela a la puerta ya que enfría tanto que se pega…” Silencio total.

Pero los peores vicios eran el juego de los dados y las carreras de caballos. En cuanto al juego de dados, quién lo organizaba en el pueblo tenía el visto bueno de la Policía. Y las carreras de caballos eran muy comunes. Todo era por plata. 
En los tambos de Magnasco estaba prohibido el cuidado de parejeros, pero en los pueblos había mucha gente que se dedicaba a ese trabajo y se los cuidaban.
Los tamberos trabajaban a porcentaje, el 45% de la producción era para ellos y el 55%, para el patrón. El pago se efectuaba religiosamente todos los días 10 de cada mes.
Esa manera de comprar en cuotas era una fuente importante de dinero que entraba a los negocios de los pueblos y muchos comercios “adelantaban” en poco tiempo. Y todo desenfreno a la corta o a la larga hace sufrir sus consecuencias. Cuando los tamberos no cumplían con sus compromisos de pago llegaban a la Central de Magnasco los embargos. Había que encontrarle una solución a esto entonces la firma, de acuerdo con el Banco Provincia de Córdoba, les abrió a todos los tamberos una cuenta corriente en la que se les depositaban sus haberes. Se les entregaba una libreta de cheque para que ellos los libraran en función de sus necesidades. Pero como es de imaginarse, el remedio fue peor que la enfermedad. En muchos casos el comerciante se quedaba con la chequera por pedido del tambero, cuando había que pagar se hacía un cheque. La mayoría de los tamberos no tenían ni la más remota idea de lo que era una cuenta corriente ni el dinero que tenían con este nuevo sistema. 
Nunca olvidaré aquel día que llevé al banco de Canals a un tambero de apellido Figueredo. Como no sabía escribir me dio la libreta para que le hiciera un cheque de $250. Antes de pasarlo a la caja para su pago, como era costumbre, el empleado miró el saldo de la cuenta y resulta que no cubría el importe del cheque, faltaban $75. Le comunicó que no se lo podía hacer efectivo a lo que Figueredo contestó al momento: “No se haga problemas, le hago un cheque por esa plata que falta”.

Espero que esta parte de mi relato no haya resultado tediosa, pero debía hacer notar el particular comportamiento de esta gente que con mucho esfuerzo llegaba a ganar un buen dinero y que en muchos casos no sabía administrar. Un dinero que era el fruto del sacrificio y el futuro de toda la familia.

domingo, 29 de septiembre de 2013

EN NUESTRA PARROQUIA “SAN JOSÉ” DAIREAUX por María Inés Mattioli




EN NUESTRA PARROQUIA “SAN JOSÉ” DAIREAUX

Por María Inés Mattioli

SEPTIEMBRE

 Estado de misión: en tres barrios de la ciudad se realizó una misión evangelizadora. 
Se visitaron tres barrios (Frondizzi-Espejo y 8 de Noviembre) casa por casa, respondiendo 
la invitación del Papa Francisco que “La Iglesia salga a la calle”.

El padre Antonio Castrillo viajó con un grupo de peregrinos a Salta, Al Cerro de las
 Apariciones de la Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús.

Llegó de España y se encuentra en nuestra parroquia una imagen de nuestra Señora de
 Garabandal, con el fin de visitar a los hogares de quienes lo soliciten.


 Peregrinación juvenil nro. 39 a Luján , lema de este año “Madre cuida la fe de tu pueblo que 
camina” parten el 05 de octubre a la hora 1.


BEATIFICACIÓN CURA BROCHERO por María Inés Mattioli



BEATIFICACIÓN CURA BROCHERO 

por María Inés Mattioli


EN ARGENTINA


Beatificación del cura Brochero, el gaucho de Dios. Enviado por el Papa, el cardenal Ángel Amato beatificó en Traslasierras(Córdoba) a José Gabriel del Rosario Brochero. Sacerdote misionero amado por su pueblo a quién evangelizó y promocionó. 

Publicado el 13/10/2012
Documental sobre la vida y obra del Cura Gaucho Argentino.
EWTN
José Gabriel del Rosario Brochero fue un sacerdote católico argentino, llamado popularmente el Cura Gaucho. Fue declarado "Venerable" por el papa Juan Pablo II en el 2004


.

http://youtu.be/7Cwp5FUveyM


NOTICIAS DEL VATICANO por María Inés Mattioli





NOTICIAS DEL VATICANO 
por María Inés Mattioli


POR LA PAZ DEL MUNDO.

El Papa Francisco recalca que “solo el diálogo y la negociación pueden resolver la tragedia humana de la población Siria; buscar soluciones diplomáticas y políticas para apagar los focos de guerras”
Es el nuevo llamamiento al diálogo dirigido por Francisco a los responsables de las Naciones, a fin de que se restituya la Paz en los lugares más atormentados de nuestro planeta.
Nos invitó a una jornada de ayuno y oración. El silencio de la vigilia, “está haciendo ruido”. Continuemos unidos en la oración por la Paz.


AÑO DE LA FE.
La importancia de la fe en la vida, asegura que la misma  no recorta las alas de la investigación y de la razón humana, sino por el contrario la fe abre a un horizonte más amplio que no se rompe con la muerte y da sentido pleno a la vida. La fe, nos sostiene en el dolor y nos hace salir al encuentro del que sufre. En ésta actitud creyente María es modelo de fe.
Ella ha engendrado “Fe y Alegría” para todos los hombres. Invitamos a los hermanos a leer detenidamente la encíclica que nos da los ojos de Cristo, para mirar la vida como EL la mira.
La acción Católica ofrece un curso básico a distancia sobre la Enciclica LUMEN FIDEI en la sala virtual Presbítero Manuel Moledo. Formación@accioncatolica.org.ar

POR LAS PAREJAS DIVORCIADAS
Como obispo de Roma, Francisco se reunió con sacerdotes de  diócesis y les dijo que la Iglesia debía encontrar otra vía, en la justicia para las personas separadas que se vuelven a casar, y que actualmente no pueden comulgar.
Les pidió a los sacerdotes que den cordial acogida, acompañen a las parejas separadas, y “creatividad valiente” para enfrentar el tema.
Se propone repensar la pastoral matrimonial, y designó a ocho cardenales para asesorar a la Iglesia.

NUEVO SECRETARIO DE ESTADO DE LA SANTA SEDE 
designado por el Papa Francisco., Monseñor PIETRO PAROLIN.(Italiano, 58 años de edad, experto en geopolítica, muy trabajador y profundamente discreto) Asumirá el próximo 15/10/2013.-
L’osservatore romano

DESGRACIA EN LA PUERTA DE CASA-LAMPEDUZA





DESGRACIA EN LA PUERTA DE CASA-LAMPEDUZA
por MARÍA INÉS MATTIOLI

El rescate en las aguas tunecinas, de una barcaza de inmigrantes con 119 personas, del norte de Africa, tratando de ingresar al viejo continente en busca de mejor vida, nos ha llenado de dolor; los muertos fueron arrojados al mar.
El Papa Francisco sintió que tenia que ir a rezar por esos inmigrantes indocumentados  y el 8 de Julio, visitó Lampeduza, isla situada al sur de Sicilia, a las que llegan decenas de inmigrantes cotidianamente.
Antes de llegar, el Papa Francisco tiró al mar una corona de flores por los inmigrantes muertos. Celebró misa y en la homilía, trató de despertar las conciencias para lo que lo sucedido no se repita.
“¿Quién ha llorado por estas personas? ¿Por estas jóvenes madres que llevaban a sus niños? ¿ Por estos hombres que buscaban un modo de sostener a sus familias?”... somos una sociedad que ha olvidado de padecer con….
Te pedimos perdón por quien con sus leyes y decisiones a nivel mundial han creado situaciones que conducen a estos dramas. Perdón, Señor

Papa Francisco

IGLESIA CATÓLICA: Cultura del Encuentro por María Inés Mattioli


IGLESIA CATÓLICA: Cultura del Encuentro 

por María Inés Mattioli

Con motivo de la encíclica Lumen Fidei  (Luz de la Fe) dada a conocer recientemente por el Papa Francisco y analizando la historia, vemos que entre la Fe cristiana y el pensamiento iluminista que pregonaba como fundamento para el desarrollo del hombre, la sola luz de la razón producía una incomunicación, que hoy ya se podría considerar superada.
    A partir del Vaticano II se comienza a establecer una apertura de la Iglesia que lleva a una búsqueda de la verdad a través del diálogo y del encuentro. En este sentido la fe no puede ser intransigente, sino que crece en la convivencia que respeta al otro. 
    El cristiano experimenta y  vive los valores que vivió Cristo. Por eso  está llamado a compartir con el que no cree, a comprenderlo, a amarlo, a testimoniar que Jesús derramó su sangre por todos y que por eso es mi hermano. En este sentido, la verdad que todos buscamos no es nuestra, ella nos abarca. Y si expresamos nuestra cercanía al otro, se está expresando esa verdad. Verdad que nos hace libres y capaces de entender al que no piensa como nosotros porque en él también está la imagen de Dios, él también me habla de Dios. Allí en el darse Cristo al hombre y el hombre a Cristo está el fundamento de la fe. En este encuentro, la fe se robustece, ilumina el caminar, vislumbra el futuro encuentro con el Padre, nos introduce en la esperanza, nos anima a no detenernos hasta llegar  al objetivo final: Poseer al amado. 
     Creo que la Iglesia hoy está en este camino. El Papa Francisco nos invita a provocar el encuentro y esto más allá de dejar de lado estos opuestos de ayer (luz de la fe—luz de la razón). Nos invita a cuestionarnos el sentido último de nuestra existencia. Quizás esta apertura y este diálogo abierto entre los hombres, esta necesidad de compartir, de sentirnos hermanos, genere nuevamente aquella capacidad pérdida de hacer Metafísica.
     Ante la diversidad y pluralidad del pensamiento humano, la Iglesia sin dejar de anunciar a Cristo   Camino, Verdad y Vida respeta ante todo la libertad inalienable  del hombre   como imagen del Creador. 
     Seguramente que con la ayuda de Dios que, sigue rigiendo este mundo, la Iglesia, los cristianos, los hombres de buena voluntad podremos ser testigos de esta luz de la fe que nace de la intimidad con Jesús que vino concretamente a la Tierra, a nuestra historia, siendo Dios y hombre para que el hombre pueda trascender su visión terrenal, caminando hacia el destino de eternidad pensado por Dios desde siempre. 
                                                                                   Antonio Suppes
26 de setiembre de 2013 en el Año de la Fe
www.vatican.va Santa Sede 1.Calendario de Actividades Papa Francisco 2,.Carta Enciclica LUMEN FIDEI

www.romereports.com (Agencia de noticias para TV Internacional, Independiente, especializada en la actividad del Papa, la      vida del Vaticano y los Debates de Actualidad)

EMIGRO PARA COMER...EMIGRO PER MANGIARE






Susana Sigal de Foglia nos recomienda la lectura de este libro 
"EMIGRO PARA COMER / EMIGRO PER MANGIARE"
de Edmundo De Amicis

En uno de los más importantes libros sobre la emigración "Sobre el Océano" de Edmundo De Amicis, publicado en 1889, un emigrante lo dice de manera muy eficaz: "Mi emigro "per magiare" ("Emigro para comer"). Lo habían exhortado a quedarse porque el gobierno habría bonificado a Cerdeña, la Maremma y el Agro romano. Pero él había contestado: "Pero mientras tanto yo no como! Como se hace para esperar si no tiene para comer?". Indudablemente, no era esta la única razón. Muchos jóvenes emigraban para retirarse del control de sus familias, otros esperaban hacer fortuna, y otros estaban obligados a alejarse de Italia por razones políticas.


HISTORIA DE LA INMIGRACIÓN ITALIANA EN SANTA FE por Susana Sigal de Foglia







Bajo la base del precepto alberdiano "gobernar es poblar", se buscó incrementar el interés de los extranjeros para venir a nuestro país y colaborar en su progreso social y económico

Si están interesados en obtener más información, les recomienden que entren en la página web 
HISTORIA  DE LA CIUDAD DE ESPERANZA - SANTA FE
CUNA DE LA COLONIZACIÓN ARGENTINA



sábado, 28 de septiembre de 2013
























LOS INMIGRANTES Y SUS DESCENDIENTES
“MI TESTIMONIO”
Marta Pastori de Ginestet - Nacida en Rosario- Santa Fe
El 11 de Junio de 1930

Como hija de Inmigrantes italianos, voy a escribir de todo aquello que aprendí de mi nono, mis padres y de aquellos inmigrantes con los que desde mi infancia compartí parte de sus vidas.
Era muy chica, apenas tendría  7 años, la casa de mis padres fue albergue de muchos Inmigrantes que vinieron a la Argentina de cualquier parte del Norte de Italia, pero sobretodo del Piamonte, la Lombardìa  y del Veneto.
El primero en venir a la Argentina, fue mi nono Roberti, lo hizo con una familia Argentina, que vivía en Milán y tenían tierras en Argentina, en San Luís. Mi nono sabía mucho de parquizaciòn y forestación. Por medio del Consulado Italiano en Milán, vino a trabajar con ellos.
El  nono era viudo, solo tenía una hija de apenas 14 años, Su esposa, mi abuela materna, Lucia Andreis y sus otras cinco hijas, murieron durante una epidemia de tifus. Antes de venir a la  Argentina tuvo que ubicar a Julia, la única hija que le quedaba, y que luego sería mi madre.
Por medio del consulado en Milán tramitaron su matricula en un internado en Suiza; un colegio de religiosas Alemanas, donde estuvo hasta que  mi nono logro traerla a la Argentina. Siempre recordaba mi madre, que del colegio fue directo a Génova y la embarcaron en el vapor “La Regina Elena” rumbo a la Argentina.
Italia tenia ya muchos problemas. Europa estaba en pie de guerra. Mi madre tenía 20 años, quería estar junto a su padre, era lo único que tenía en ese momento.
Cuando llegó al puerto de Buenos Aires, la esperaba su padre. Mi madre fue a San Luís, donde trabajaba mi abuelo. Allí se entristeció mucho, entre otras cosas, porque estaba el día sola en un puesto en el campo y porque quería volver a Suiza.
Por suerte para  mi nono, lo llamaron desde el Consulado de Rosario, comunicándole que habían llegado entre un grupo de Inmigrantes, dos primos suyos, así que decidió que mi madre fuera con ellos.
En sus años de trabajo en Argentina, que fueron muchos, mi abuelo había hecho buen dinero y vio la oportunidad de irse a Rosario y comprar tierra como para instalar un vivero. Allí estaban sus primos y mi madre no estaría sola. Además el nono con “su violín” les alegraría la vida.
Corría por entonces, el año 1908; al poco tiempo llego al vivero del nono un grupo de inmigrantes italianos que buscaban trabajo, coincidentemente del mismo lugar que el abuelo, y entre ellos estaba quien sería luego mi padre, Pedro Agustín Pastore,  junto a dos de sus hermanos, Faustino y Luigi Pastore.
Todos ellos vinieron a la Argentina disparando del horror de la guerra, y buscando trabajo.
El barco que los trajo a “la América” era el “Principessa Mafalda” que a su regreso a Italia, llevaba italianos que iban voluntarios a pelear por su Patria en la guerra del año 1914, pero tuvieron poca suerte, pues cuando llegaron a la altura de Brasil un submarino lanzó un torpedo y los mando a pique.
En ese ínterin, mi nono iba perdiendo fuerzas, mi madre se casa con mi padre, y al poco tiempo  fallece don Bartolo Roberti, mi nono.
Mi padre siguió con el vivero, dándole trabajo a los inmigrantes que estaban desde el principio, luego compró un campito cerca de Rosario, a 6 leguas,  en un pueblo que se llama Hume. Allí separó los cultivos: los florales de los frutales y así tuvo  trabajo para todos.
La familia se hace grande, ya éramos 9 los hijos de Pedro y Julia. Esa italiana que trabajo junto a su esposo de sol a sol y tuvo tiempo para criar todos sus hijos.
Mis hermanos trabajaron un largo tiempo con mi padre, luego estudiaron electrificación rural, se casaron y fundaron pequeñas industrias con sus hijos. También nos casamos las mujeres y ahora siguen los nietos.
Los Inmigrantes que trabajaron con mi nono y luego con mi padre fueron tomando su propio rumbo.
Que nadie crea que vinieron  muertos de hambre, vinieron a trabajar e hicieron con su trabajo, la Argentina chica. Nadie les regaló nada; trabajaban de sol a sol.
Cuando hicieron un poco de dinero, algunos se casaron y tuvieron hijos. Compraron un pedacito de tierra, y generaron su propio sustento.
Otros se fueron a pueblos vecinos de Rosario a construir su futuro y el de su familia, pero no se fueron lejos. Emigraron a Casilda, Reconquista, Las Flores, San Carlos Centro, Firmat, San Jorge, Las Rosas, Angélica, Cañada de Gómez, Esperanza, Totoras, Acebal, Elortondo, Maciel y muchos pueblos más.
La mayoría se dedicaron al trabajo del campo: tamberos, ganaderos, quinteros,  ¿quién no comió frutillas de Coronda o ¿trabajó en los arrozales del río Carcarañá?
Hacían huertas en sus casas, criaban aves y vendían los huevos y las frutas que ellos mismos cultivaban.
Que decir de los pescadores, que tiraban sus redes al alba y al atardecer  recogían el pescado del río Paraná y los vendían. Ellos también eran inmigrantes y esa, su fuente de trabajo.
En el norte Santafecino estaban los Apicultores, más al norte, cerca de los montes Chaqueños, hicieron plantaciones de distintas variedades de madera, y con el tiempo  levantaron carpintería, desarrollando el oficio de carpintero; una de las profesiones mas estimadas de los italiano. Poseían la virtud de aprender todo, eran autodidactas. Esto eran nuestros  inmigrantes.
No quisiera olvidarme de recordar a los otros inmigrantes, que vinieron a este país, que fueron: los polacos, Rusos, ucranianos, checoslovacos, españoles, alemanes, ingleses, griegos, portugueses, franceses. Debo recalcar que no vinieron por el hambre, sino por el flagelo de la guerra. Muchos vivían en Rosario. Tampoco a ellos les regalaron nada;  trabajaban de sol a sol.
Si tuvieras la suerte de recorrer una vez la provincia de Santa Fe, desde el Norte al sur  y del este al oeste, encontrarás todavía fronteras abiertas para recibir a todas las personas de buena voluntad que quieran habitar el suelo argentino, como aquellos que yo recuerdo desde mi niñez y aún tengo en mí sus nombres: Avanzi, Capucci, Scorza, Rosaglio, Ceresoli, Malaponte, De Lucca, Brunori, Bartola Roberti, Pietro, Faustino y Luigi Pastore, Fenoglio, Molinari y tantos otros.
También fueron hijos de inmigrantes, los que instalaron la electrificación rural, llevando la luz eléctrica a los pueblos más distantes de la urbe, aquellos que aún se alumbraban con velas y faroles.
Agradezco a Dios por darme el privilegio de ser hija de Inmigrantes italianos. Siento mucho orgullo por ello.
Marta Pastori de Ginestet
Nacida en Rosario- Santa Fe

El 11 de Junio de 1930.

VALERIO TOBALDO, SUS ORÍGENES, SUS ANTEPASADOS. CÓMO SU FAMILIA FORMÓ PARTE DE LA INMIGRACIÓN ITALIANA PROCEDENTE DE VICENZA, REGIÓN DE VENETTO

 

CAPITULO I
EL VIAJE DE LAS FAMILIA TOBALDO – D’ANDREA
ÁRBOL GENEALÓGICO

Bisabuelo : Tobaldo Gaetano Nac. en Albertone (I) el 3/2/1849 . Acta 79 PIS .
Bisabuela : Albanesse Paola. Nac.en Vicenza (I) el 5/7/1851 .
Acta 57 PIS 
Abuelo: Tobaldo Benedetto, Nac en Vicenza (I) el 6/3/1874. Acta 14 PIS
Abuela D/Andrea Valentina. Nac en Trevignano (I) el 7/8/1875 Acta 93 PIS
Padre: Cayetano Tobaldo Nac en Vicenza (I) el 19/2/1904. Acta 206 PIS
Madre María Monticelli . Nac. en Rimini (I) el 4/4/1908. Acta 48 
Hijo Tobaldo Valerio: Nac en Monte Maíz , Córdoba el 22/12/1928 Acta 160 
Esposa Sastre Marta Elena . Nac en Canals. Córdoba . el 27/2/1935. Acta 43
Algo de historia familiar
Lo que ahora llamamos LA BELLA ITALIA era para sus hijos una situación de vida muy difícil de sobrellevar, debido a la falta de trabajo tuvieron que buscar nuevos horizontes fuera de su Patria. América les abría sus brazos, se ofrecía como un arca de salvación para remediar todos sus males, entre ellos asegurarse una vida familiar digna, la educación de sus hijos, en fin, huir del hambre….
Pero era necesario armarse de un espíritu aventurero para embarcarse a lo desconocido, cortar todos sus lazos familiares y poner un mar como barrera. Muchos no lo dudaron y con baúles llenos de ilusiones y sin una lira en los bolsillos emprendieron el viaje con la esperanza de solucionar sus problemas, pero únicamente viajaban los cuerpos porque sus corazones quedaban en su querida Patria, guardados como en un relicario en el recuerdo de sus parientes.
Los que partieron llegaron a una tierra que los recibía aunque un duro trabajo tuvieron que hacer. Nadie les regalaba nada, todo había que conseguirlo con la fuerza de sus brazos y múltiples sacrificios.

El viaje de mi familia 

La Familia de Benedetto Tobaldo ( mis abuelos ) y sus cinco hijos de de 11, 10 ,7 ,6 ,y 4 años con otros miembros de su familia enfrentaron también el desafío que el destino les ponía ante si. No dudaron y en 1907 se embarcaron a lo que para ellos era la tierra prometida cortando el cordón umbilical con su Patria; y mientras más se alejaban de sus costas veían flamear en el horizonte la bandera tricolor y en los corazones de los mayores juraban que ésta siempre estaría allá donde fueran, que no la traicionarían y la verían ondear todos los días con los primeros rayos del sol americano junto a la bandera del país que los acogía.
Mi familia desembarcó y permaneció un año en Brasil, no solucionaron sus problemas y nuevamente se hicieron a la mar, y así arribaron Argentina en el año 1908. 
Ya desembarcados, un pueblito de nombre Chucul , en la Provincia de Córdoba fue su destino. Ignoramos cuales fueron los motivos que los llevó a instalarse en Chucul, tal vez porque allá había ya una importante colonia de inmigrantes de varias partes de Italia, aunque no parientes. 
Todos los integrantes de la familia Tobaldo en Argentina somos descendientes de Benedetto Tobaldo y Valentina D/Andrea, llegados como dijimos en el año 1908. De acuerdo a censos que hicimos y reuniones de familias hoy los descendientes somos más de 600 personas. Es decir todos los Tobaldos de Argentina somos parientes.
Tomando datos del libro “Chucul, la historia de un Pueblo” del escritor Walter Bonetto, “Según la tradición es la formación del nombre de un cacique indio llamado Chucul que no se sabe con certeza que haya habitado esas tierras ,pero posiblemente hacía incursiones con malones en esas región”
Benedetto Tobaldo como todo Italiano se dedicó a la Agricultura sembrando trigo y maíz con la precariedad de las herramientas que poseía. Las mujeres cuidaban de sus hijos, criaban aves, hacían el pan.
Al decir de W. Bonetto, la familia Tobaldo “como otras muchas más sufrieron tiempos muy difíciles por los desalojos que eran corrientes y con ello quedaban sin piedad familias enteras en medio de las calles rurales durmiendo debajo del carro y niños pequeños y miserias muy grandes”.
En 1910 fallece Benedetto Tobaldo y al quedar sola la Abuela Valentina con sus hijos aun pequeños todos los compatriotas la ayudan para poder seguir adelante. A los mayorcitos les daban changas los chacareros vecinos..
Esta es la primera parte de los recuerdos…más adelante seguiré contando anécdotas y otras hierbas.
CAPITULO II
LA FAMILIA EN ARGENTINA
A fin de completar la familia debo agregar que ya en Argentina se aumentan sus miembros con la llegada de dos nuevas hijas, Amalia que nace en Chañar Ladeado, Provincia de Santa Fe, de camino, quién morirá soltera por tuberculosis pulmonar a los 39 años. Y, un año más tarde, ya en Chucul, viene al mundo María, quedando así completo este grupo familiar de mis ancestros. 
Algo que deseo destacar es que todos los Tobaldos (hombres y mujeres ) formaron matrimonios con hijos de italianos oriundos sin haberse conocido las familias en Italia, lo que demuestra mi afirmación de que Chucul fue un centro de inmigrantes de distintas regiones de Italia poniendo por ejemplo a mi padre nacido en Vicenza y mi madre nacida en Rimini.

¿ Como siguió la vida de mi familia en Chucul.? En primer lugar la Mare, mi abuela con un espíritu batallador y de carácter muy fuerte se dedicó de lleno a conseguir alquilar unas hectáreas de tierra y seguir trabajando con sus hijos y con la ayuda de sus compatriotas. Tres años más tarde contrajo un nuevo matrimonio, y eso hizo que en la familia ya hubiera un hombre que la representase. De ese nuevo matrimonio nacen dos hijas mujeres y un hijo varón. 
Sus hijos mayores, además de trabajar la tierra propia buscan nuevos horizontes para ayudar a su madre, trabajan en chacras vecinas y viajan para la cosecha de maíz en Santa Fé, a la llamada “juntada de maíz”.
Las relaciones de los Tobaldo varones con el nuevo marido de mi abuela no son las mejores y se van alejando del hogar adquiriendo nuevas residencias, como en el caso de mi padre que se aleja cuando la familia de mi madre ( los Monticelli ) se traslada a Monte Maíz . Ya mis Padres eran novios.
La abuela Valentina muere en Chucul en 1936 a la edad de 61 años. Todos sus hijos ya estaban casados.

Mis padres contraen matrimonio en Monte Maíz en el año 1926 y tienen 9 hijos : Valentina que fallece a los tres meses, Valerio, Armando que fallece de 1 año, Adolfo, Edin, Elsa, Humberto, Etelvina y Hugo.
Mi padre trabajaba como empleado de herrerías y talleres, reparaba máquinas agrícolas. Esta especialidad nos llevó de Monte Maíz a Canals, donde comenzó a trabajar en los talleres de la firma Periales. Cuando esta empresa cambió de dueño pasó a trabajar como tractorista en épocas de aradas y siembras, y como maquinista en épocas de cosechas de trigo, alfalfa, avena y cebada. También se ocupaba de las desgranadoras de maíz; en esa época el maíz se juntaba a mano y luego de ponerlo en trojas (depósito de espigas) iba la máquina desgranadora. Se separaba el maíz que se embolsaba y se entregaba a los cerealistas, y el marlo que se usaba en las chacras para alimentar las cocinas.
Este trabajo lo realizó hasta el año 1942 ( más adelante diré la causa por la cual mi padre cambió de trabajo ) Y empezó a trabajar en la firma Magnasco como encargado de la proveeduría de la fábrica La Genovesa, una sección dedicada al almacenamiento de repuestos para los talleres de carpintería, tachería, herrería, etc.
Mi padre fallece el 4 de Octubre de 1952 a la edad de 48 años.

Dado que mi padre vivía el mayor tiempo en el campo, la vida en nuestro hogar se desarrollaba bajo los dictados de mi madre. Nuestra casa era una casa muy humilde en la sección quintas de Canals, abarcando toda una manzana de tierra que se usaba en su totalidad. La mitad de la tierra se sembraba con alfalfa, y en ese sembrado siempre teníamos una vaca que algún amigo de mi padre le prestaba. Mi madre ordeñaba todas las mañanas y al pie de la vaca nos daba una taza de leche con pan casero antes de ir al colegio. También criaba gallinas y hacía el pan. Y aunque no era modista de profesión, o sin estudios, era la que cosía nuestra ropa y también para algunos vecinos. En el vecindario era la única que tenía máquina de coser y nunca se le ocurrió cobrar por sus favores. En aquellos tiempos la palabra vecino significaba otra cosa…
Mi padre los fines de semana sembraba zapallos, papas, melones, sandías y papa dulce en la otra mitad del terreno. Luego a los zapallos y a las papas los guardaba ya maduros en silos que hacía en la tierra para que nos duraran varios meses. Y como la producción de sandías y melones era tan grande siempre había para regalar a los vecinos.
Cerca de la casa teníamos otra huerta con toda clase de verduras. El cuidado de estas huertas era unas de nuestras obligaciones, como de mi madre, por supuesto, tanto en su riego como en su limpieza. El riego se hacía con una bomba que había en el centro de la quinta.
Los lunes, mi madre hacía el pan para toda la semana, tarea en la que le ayudábamos los mayores, tanto en amasar como en calentar el horno de barro y hornear.
Los domingos amasaba los tallarines y mataba un pollo, esa era una costumbre familiar. Durante la semana mataba una o dos gallinas y comíamos puchero de gallina. No criábamos cerdos porque nuestros parientes de Monte Maíz siempre nos traían facturas de toda clase.
Ya muy enferma mi madre fallece el 18 de Noviembre de 1942 a la edad de 34 años.
Por esta causa mi padre deja de trabajar en el campo, en casa quedaban seis hijos chicos al cuidado de nuestra querida y cieguita nona Rosa y de tía Rosa. En ese momento yo ya estaba estudiando en Río Cuarto.
CAPITULO III:
MI VIDA…MI INFANCIA
No sé si seré capaz a mis 84 años de contar momentos de mi vida con todos sus claroscuros, lo intentaré. No esperen actos heroicos ni tampoco algo que no se pueda contar, Aunque es mi deseo relatar brevemente como fue y no engañándome a mí mismo y a los demás.
El 15 de Septiembre de 1926 en Monte Maíz, pueblecito desconocido en la Provincia de Córdoba, Cayetano Felipe Tobaldo y María Ana Monticelli se unían en matrimonio ante Dios y sus familiares sabiendo de antemano que en la nueva vida les esperaba un cúmulo de alegrías y también de sacrificios. Hoy en la distancia puedo apreciar con más nitidez la aparente rigidez de mi padre y la gran dulzura, ternura y suavidad de mi madre que en un cuerpo tan chico albergaba un corazón tan grande, lleno de alegría, y soportando siempre de buena voluntad todo lo que Dios le mandaba. Y parecería ser que lo que Dios nos mandaba eran más carencias que abundancias, las que acompañaron mi niñez. 
Hoy sólo me cabe decir que a pesar de las tantas dificultades mis padres con sabiduría y amor hicieron que mi vida fuera lo más feliz posible…gracias papá…gracias mamá … Cosas del destino dirán unos, cosas de Dios sigo diciendo yo, y tan jóvenes se los llevó de nuestro lado.
En un principio mis padres vivían en la casa de mi abuela hasta que se compraron un terreno colindante y edificaron una pieza y cocina, y así se independizaron, una manera de decir ya que la vida seguía siendo en común. La Nona vivía con siete hijos, cuatro ya mayores que trabajaban de peones en el campo. 
Al poco tiempo, mi madre se quedó embarazada de Valentina, su primera hija, que falleció a los tres meses.
Mi padre, trabajando en su oficio de reparaciones y máquinas agrícolas.

En diciembre de 1928 nací yo, Valerio. Como era el primer nieto de la familia Monticelli era el mimado de todos. A los seis meses mis padres deciden que tenían que conocerme mi Abuela Valentina y mis tíos paternos, para mí, con el tiempo, este viaje fue muy importante porque fue la única vez que mi abuela me vio. El viaje, a pesar de lo que solía ser en aquella época, fue muy fácil ya que se tomaba el tren en Monte Maíz y en tres horas se llegaba a Chucul.
En 1929 nace un nuevo hijo a quién le ponen el nombre de Armando, pero fallece a los tres meses.
Ya en el país se comienza a sentir la llamada crisis del ´30, muchos empleados se quedaron sin trabajo y entre ellos mi padre y mis tíos. Había que buscar una manera de subsistir e ingeniárselas para poder comer ya que la malaria castigaba a todos.
Mi padre con uno de mis tíos aprendieron a tejer redes y se dedicaron a la pesca. Todas las mañanas, muy de madrugada, salían en un sulky a pescar al río para luego vender de puerta en puerta. A fin de mantener los pescados sobrantes, los echaban en tambores de 200 litros llenos de agua. 
El trabajo de ellos sumado al de mi madre y sus hermanas que se dedicaban a la cría de gallinas y venta de pollos y huevos les permitió sobrevivir en esos años tan duros. La vida no era fácil, pero nunca les faltó lo necesario.
La Nona también les ayudaba a su manera. Compraba o le regalaban lana cuando los amigos esquilaban las ovejas, y ella con su huso hilaba la lana que sus hijas y mi madre tejerían si alguno se lo pedía, si no vendía la lana hilada.
Siguiendo el orden de nacimientos, en el año 1931 nace Adolfo, en el año 1932, Edin; en 1933, Elsa; en 1938, Etelvina; en 1939, Omar; y finalmente en 1932 nace Hugo.
Poco tiempo después, mi padre se emplea como herrero en una Estancia de la familia Rooney donde trabaja sólo durante dos años. Un amigo suyo de la infancia Adolfo Vogel lo llama desde Canals para ofrecerle trabajo en la firma Periales, mi padre acepta y nos vamos a vivir a Canals.

Mis primeros recuerdos de Canals

Como buen capricorniano me defino como muy cabeza dura pero también soy muy luchador ante la adversidad, no me niego al esfuerzo ¿será por cosas del zodíaco o por la herencia de mi familia? Yo creo que por todo junto, como también por mis primeros años de colegio. Como decían mis maestros “la letra con sangre entra”.
Como en esta vida hasta lo que menos nos gusta llega, a mí me llegó la edad de concurrir a la escuela. Mi primer escuela en primer grado fue la Escuela Nacional número 239 . La directora era la Señorita (no sé si a la fuerza o por su propia voluntad) Raquel Villarroel, y la maestra de grado, su hermana la Señora María Villarroel de Baigorria. 
Los primeros días, acostumbrado como estaba a jugar con mis amigos en la calle sin que nadie nos diera orden de formar fila, de guardar silencio, y al vernos encerrados en una pieza todos vestidos de blanco, me dio la impresión de que eso no iba a ser para mí. Cuando nos empezó a hablar la maestra de cual era la finalidad de que los niños debíamos ir a la escuela, no le entendí nada, pero me parecieron muy lindas palabras como si fueran las de mi madre cuando nos daba consejos. Luego nos entregó un cuaderno fino, un lápiz y una goma a cada uno, diciéndonos que la goma no se debía usar muy seguido. Y cuando empezó a escribir en el pizarrón explicando los números y las letras que nosotros debíamos copiar, la escuela me empezó a entusiasmar. 
Pasaba el tiempo y cada día me fue gustando más y adoraba a mi maestra, y hasta me había hecho amigo de uno de sus hijos.
Nos divertíamos jugando en los recreos a las bolitas, las carreras, la mancha venenosa…y así pasaban los días y las semanas. Y llegó el primer 25 de Mayo con el desfile de todo el colegio en la plaza. Días antes, a los que pertenecíamos a los hogares más humildes nos dieron guardapolvos con su escarapela, zapatos, medias y pantalones nuevos para estrenar en ese evento. A mí me pareció una cosa irreal el verme vestido con todo eso nuevo ya que para empezar el colegio con mucho sacrificio me habían comprado un guardapolvo y un par de zapatillas que debía sacarme apenas llegaba a casa.
Recuerdo que para el desfile formamos filas de a tres y a las chicas les había puesto moños en el pelo; a las de la orillas, un moño celeste, y a las del medio, un moño blanco. Los abanderados encabezaban las filas que se formaban de acuerdo a la altura y no del grado que cada uno cursaba. Nos dijeron que esos eran los alumnos más sobresalientes de la escuela, pero ya de más grande me di cuenta que eso era un cuento ya que por lo general eran los predilectos de las maestras o de las clases más altas.
Después del desfile volvíamos al colegio y nos servían chocolate con bollitos.
Lo mismo era para el desfile del 9 de Julio pero sin reparto de ropa.
Pasadas las vacaciones de julio ya habíamos aprendido el abecedario, las primeras tablas de sumar y restar, escribíamos algunas palabras. Nos daban deberes que mi madre me exigía estudiar diariamente luego de comer. 
En alguna ocasión tuve cierto altercado con algún compañero pero nunca las cosas pasaron a mayores. Terminé el primer año como todo alumno normal sin distinciones ni felicitaciones, pero sí con algunas penitencias en la Dirección donde debía aguantar el reto de la Señorita Directora que no era santo de mi devoción. Cuando nos mandaban a la Dirección y no estaba la Señorita Directora y ya habían traído los bollitos que repartían a media mañana con la leche, nos robábamos algunos (así que no hay mal que por bien no venga)

Recuerdo con inmenso cariño cuando durante las vacaciones de verano un tío que había venido de Monte Maíz en un sulky con dos caballos (la distancia de Canals a Monte Maíz era de 12 leguas) me llevó a visitar a mi Nona y algunos primos y tíos. De más estar decir que todos los primos adorábamos a nuestra Nona y que cuando la veíamos vivíamos colgados de sus polleras. Ya empezó a perder la vista a causa de unas cataratas y con el correr del tiempo quedó ciega.
El viaje en sulky, que repetíamos muchas veces durante los años era una aventura. Salíamos de Canals o Monte Maíz a las cuatro de la mañana y a mediodía comíamos lo que llevábamos preparado en un monte de la Estancia San Carlos, y luego seguíamos viaje para llegar a destino a la entrada del sol.
Parece que todo lo bueno dura poco y teníamos que comenzar nuevamente el año escolar. Mi madre me matriculó en la misma escuela, ya no era la misma maestra sino la Señora Lecuona, con la cual hice todo el año con prácticamente los mismos compañeros del año anterior más algunos que se agregaron de otras escuelas.
Además del Colegio se me sumó el tener que asistir todos los domingos por la mañana a la Iglesia para estudiar el Catecismo; eran necesarios dos años de asistencia a fin de tomar la Primera Comunión. A mitad del año el cura me preguntó si quería ser monaguillo, idea que me encantó porque veía durante la misa a esos chicos con una sotana blanca y un capa roja que ayudaban al sacerdote en la misa, y después de unos dos meses de ensayo me integré al grupo de monaguillos y ayudaba en todas las ceremonias de la Iglesia. 
El cura vivía con una hermana y un sobrino de mi misma edad que se distinguía por su piedad y su apego a todo lo que era religioso porque tenía pensado seguir la carrera sacerdotal. Nos hicimos muy amigos y él me pidió, yo creo por consejo de su tío, que entrara a formar parte de los NIÑOS DE LA ACCION CATOLICA ,
Como se notará mi segundo año escolar se fue completando de una manera normal aunque salpicado con algunas penitencias: yo no podía tolerar las injusticias que muchas veces las maestras cometían con alumnos, que nada tenían que ver con faltas de índole alguna que pasaran en la escuela. Comenzó a revelarse en mí un carácter fuerte y a veces descontrolado ante las injusticias que se estaban cometiendo, siempre los inculpados eran los más débiles o faltos de carácter, y asumían por miedo el hecho de que les inculparan. Me había convertido una especie de salvador para mis compañeros. Esto me trajo inconvenientes en años posteriores que a su tiempo detallaré.

En los años siguientes me hice de varios amigos, entre ellos Ragusa, Rezzónicco, López, Ducart, Pappalardo y otros que no asistían a la misma escuela, con los que formaba parte de la Acción Católica. Con otros chicos nos reuníamos para jugar al fútbol en algunas de las canchitas que había en el pueblo. 
Con mi carácter fuerte y por no saber dominarme tuve muchas peleas durante los partidos de fútbol, o por cualquier otra cuestión. Esto les trajo muchos disgustos a mis padres porque era buen estudiante aunque mi conducta cada día iba cambiando y no para bien. 
Después de mi Primera Comunión el cura les preguntó a mi padres si tenían algún inconveniente que yo comenzara a trabajar como sacristán. Mis padres vieron en eso una manera de sacarme un poco de la calle y aceptaron, y a mi también me gustó porque estaba ligado con muchos amigos dentro de la Iglesia. El trabajo consistía principalmente en mantener limpio el templo, ayudar en las ceremonias de bautismos, casamientos, sepelios, pasar la bolsa de limosnas en las misas. En todas las ceremonias se acostumbraba darle al monaguillo una propina, así que siempre además del sueldo de $ 15 por mes tenía monedas que le daba a mi madre. 
Por supuesto ese año no tuve vacaciones por mi trabajo pero con las propinas todos los domingos a la tarde iba al cine y podía comprarme golosinas.

En la misma escuela comencé el ciclo escolar en quinto grado. La materia que más me gustaba era Matemáticas. Creo que fue en el mes de septiembre, cuando la maestra no estaba en la clase, que entre varios alumnos rompimos unas láminas pegadas en la pared; cuando vino la maestra y vio el desastre llamó a la directora y a pesar de que habíamos sido varios los autores del hecho, como ya me tenían catalogado como el que siempre hacía líos, sin peguntar ni averiguar no tuvo la mejor idea que pegarme en la cabeza y agarrarme de una oreja delante de todos, y sacarme fuera del aula en momentos en que estaba lloviendo. Mi reacción fue muy rápida y sin medir las consecuencias le pegué un empujón y cayó sentada en el barro. No entré a buscar los útiles y me fui para mi casa contándole todo a mi madre, le dije la verdad, que yo estaba en ese grupo pero que no era el único. Mi madre por la tarde fue a la escuela y habló con la directora, la cual ya sabía la verdadera versión pero pidió silencio a todos para evitar la denuncia ante el Consejo Escolar; la podían suspender por pegarle a un alumno. Me suspendió por diez días y me obligó a pedir perdón, cosa que nunca hice.
Volví a la escuela luego del castigo pero las cosas cambiaron fundamentalmente para mí, las demás maestras me trataban más como un alumno no deseable y en mí se iba formando la idea de que sin ser el único culpable tuve que cargar con todo. Cada día sentía en mí el dolor de la vergüenza que tuve que pasar en esos momentos y el trato que tuve en adelante.
Ya nos habían entregado el certificado de pase de grado y un día reunidos en la sala de estudios la señorita bautizada por nosotros Vitucha, nos hizo una crítica de todo el año felicitando a los que ella privilegiaba, y cuando se refirió a mi me trató de una manera muy hostil como si yo fuese un delincuente. Me puse tan nervioso que le dije no sé qué cosas, a lo que respondió que no le faltara al respeto. Era la gota que faltaba para llenar mi vaso… esperé a que llegara al pizarrón y le tiré con uno de los tinteros involcables que se explotó contra la pared llenándole de tinta. Salí tranquilamente del aula, me fui a mi casa donde sí pague las consecuencias. Una paliza de mi padre y el reto de mi madre.
Pero yo seguía trabajando de sacristán y siendo muy amigo del sobrino del cura.

CAPITULO IV
UN CAMBIO PENSANDO EN MI FUTURO
Haciendo hoy un examen más exhaustivo de lo que me pasó en la Escuela Nacional, quizás con un poco de diplomacia hubiese podido solucionar el problema, pero esa escuela ya estaba vedada para mí y yo necesitaba tener sexto grado aprobado para seguir adelante en mi preparación para la carrera que quería seguir. Por suerte, mi madre y el cura consiguieron matricularme en la Escuela Fiscal cuyo director, el Sr. Padula, era muy amigo del cura. Mi temor era que al preguntarme el motivo del cambio salieran a flote los incidentes, pero la amistad del cura con el director del colegio fueron mi salvación.
Aprobé sin dificultades sexto grado en noviembre de 1942.

Mi estrecho contacto con mis amigos en la Iglesia y especialmente con Rubén, el sobrino del cura, cada día me decidían más a seguir la carrera sacerdotal. Rubén y otro de mis amigos, Vicente Ragusa, la iban a iniciar y yo aún tenía un año por delante para aprobar sexto grado y conseguir el ingreso. En el mes de Abril vino a Canals el Obispo de Río Cuarto para unas misiones y más que nada quería ponerse en contacto con jóvenes que pudieran ser “candidatos”, que sintieran vocación sacerdotal para seguir la carrera en el Seminario de Río Cuarto que estaba por inaugurarse en el plazo de un año. Se reunió con nosotros, los integrantes de La Acción Católica, y otros grupos de jóvenes. Nos habló de lo que era el Sacerdocio, que no era una carrera como las demás y que la manera de estudiarla no era la misma a la que estábamos acostumbrados. Nos dijo que sería más rigurosa, con más horas de estudio y resaltó como muy importante la recta conducta. Resumiendo, lo dejó en el aire para que lo pensáramos ya que faltaba más de un año para la inauguración.
Sintiéndome que no era un buen ejemplo, comencé mi sexto grado con el objetivo de alcanzar, al menos, una conducta normal y esforzarme en el estudio, cosa a la cual no le temía dado que me encantaba. Nunca me había costado comprender y aprender lo que estudiaba, y parece ser que tampoco el curso de mi vida.
Yo lo había pensado y otros dos amigos, Ducart y López, también lo decidieron. Y mis padres estaban de acuerdo pero el problema era que no disponíamos de ningún dinero para solventar los gastos, la ropa, los libros y demás cosas que hacían falta para llevar.
Mi madre se lo comentó al cura y éste habló con el Obispo. Le dijo que tenía tres candidatos para ir a estudiar pero que había dos sin medios económicos. Una semana más tarde el Obispo le contesta que por la cuota mensual de la carrera y los libros no habría problemas, el Obispado tenía becas y las destinaría para los de Canals. A los libros los facilitaría el Seminario, en préstamo.
Cuando las señoras de la Acción Católica se enteraron que yo tenía asignada la beca se hicieron cargo de conseguirme toda la ropa y demás enseres.
Muchas cosas pasaron por mi cabeza pensando si era una verdadera vocación o simplemente una salida a mi vida. Pero en ese momento sí consideraba un futuro ligado a una carrera sacerdotal. Mucho lo hablé con el cura y con más personas muy ligadas a la Iglesia y todas me decían los mismo…que a pesar de mi edad veían una inclinación o vocación sacerdotal que podría desarrollar en todos los órdenes. Todo esto se hizo fuerte mí en ese momento, aunque también haciendo caso a quienes me decían que si notaba que me había equivocado debía abandonar sin pensarlo dos veces, porque un sacerdote sin vocación para su apostolado hace mucho daño a la Iglesia.
Conseguido todos los papeles que hacía falta, el 26 de Febrero de 1943 en un coche y una camioneta nos llevaron hasta Río Cuarto… de esta manera comienzan mis estudios en el Seminario La Sagrada Familia.

CAPITULO V
EL SEMINARIO “LA SAGRADA FAMILIA DE RÍO CUARTO
UNA ELECCIÓN QUE CAMBIÓ MI VIDA
En el Seminario desde el primer día nos dimos cuenta que era verdad que la enseñanza no era igual a la que estábamos acostumbrados.
De los castigos de mi niñez recuerdo que era costumbre decirle a los chicos que hacían alguna travesura “te voy a mandar a un colegio de curas “, comparándolo con un reformatorio. Ya de más grande nos decíamos entre nosotros como una broma que “vivíamos en una fábrica de curas “. 
En el Seminario se preparaba para servir a los fieles de la Iglesia en los servicios que un sacerdote desarrolla en su Parroquia. La carrera se dividía en tres partes: 2 años de preparatorios, 3 años de retórica, 3 años de filosofía y 4 años de teología, un total de 12 años. A lo largo de la carrera se cursaban como prioritarias, además de las materias comunes, Latín, Griego, Francés, Psicología Racional y Experimental, Filosofía que se cursaba íntegramente en latín y que comprendía Lógica, Cosmología, Ontología, Teodicea…y por supuesto, Religión. 
Teníamos un reglamento que no contemplaba el castigo aunque sí un estricto ordenamiento interno, dejaba al detalle las obligaciones de cada uno. La palabra penitencia no existía puesto que ante cualquier infracción el Rector o profesor las hablaba individualmente y de esa manera cada uno se iba haciendo más responsable de su conducta; así se asimilaba que no pendía sobre uno un castigo sino un sermón o explicación que te servía para ir formando un sistema de vida. Se planteaba que se debía obrar sin pensar en un castigo sino con responsabilidad. Las conductas se clasificaban como Sobresaliente, Óptima Superior, Óptima y Distinguida. 
Las notas eran mensuales, la calificación era del 1 al 10 y se leían en público en el salón de actos, ante todos los seminaristas y profesores, luego la Dirección se encargaba de enviarlas por correo a los padres.
Las clases se cursaban desde el primer día hábil de Marzo hasta finales de Noviembre, todos los días menos los jueves a la tarde que había un tiempo para escribir cartas a los familiares; quién no lo hacía estudiaba algo que tenía atrasado. 
Los domingos eran libres, días de visita, y por la tarde teníamos una hora de estudio para repasar lo que creíamos conveniente. Desde tercer año los domingos por la tarde salíamos en grupos de a tres a enseñar Catecismo en los barrios de Río Cuarto, y ya los mayores de séptimo y octavo año enseñaban a los soldados de los regimientos de Río Cuarto y en la base aérea de Las Higueras pero sólo los jueves y durante un mes.
Teníamos dos exámenes generales a finales de Julio y Noviembre, escritos y orales, y eran obligatorios ya que no se eximía en ninguna materia aunque hubieses sido un alumno sobresaliente durante todo el año (toda regla tiene su excepción y creo y estoy casi seguro que a los más sobresalientes al clasificarlos les daban una mano si en algo fallaban como premio a su dedicación durante el año). No lo hago para jactarme pero yo me presenté durante los ocho años a 51 exámenes finales con los siguientes resultados; 34 con diez, 12 con nueve, 2 ochos y 3 sietes…y no crean que me consideraban sobresaliente sino una mezcla de los sobresalientes y óptimos…la cosa era muy dura.
En conducta siempre estaba entre Óptima superior, Óptima y tan solo 5 Sobresalientes ¿no sería por equivocación? Creo que en varias ocasiones me dieron una manito… 
Para que quede claro la organización minuciosa que se llevaba en todo, al entregarnos las notas del mes de Marzo nos anexaban un cuadernillo para todo el año con los días, las horas, las aulas, los profesores, los programas y también la letra que había salido sorteada ( por ejemplo la T ), y los apellidos con esa letra iniciaban los exámenes de las distintas materias en las diferentes salas.
En los exámenes orales cuando uno no sabía en realidad que contestar y le dabas vuelta al asunto con palabras que nada tenían que ver con lo preguntado cualquiera de los profesores de la mesa te decía con severidad “RES NON VERBA” (Hechos no palabras) que en buen romance significa queremos que se dedique a contestar la pregunta y no a hablar cualquier cosa. Recuerdo que una vez un profesor preguntó cuántas estrellas había en el cielo (una pregunta capciosa) y el que rendía les dijo “sin cuenta” queriendo expresar que no se sabía. El tribunal lo tomó como una broma y lo sacaron de la mesa de examen. Por suerte luego se aclaró el significado de la respuesta y le dieron otra oportunidad.
No teníamos vacaciones de Julio.
Visto este panorama cualquiera podría pensar que todo era estudiar y no era así, teníamos cancha de fútbol, de básquet, de tenis, cancha de bocha y todo tipo de juegos de mesa. Dos o tres veces al año, hacíamos excursiones a las sierras o a cualquier lugar que tuviera algo interesante. 
Estaba todo tan bien programado que mientras el tiempo corría nosotros nos íbamos disciplinando, le dábamos a cada hora su destino y no como una obligación sino como una manera natural de vivir.
El aseo personal era fundamental, la ducha diaria era obligatoria al levantarse. El baño estaba dividido en veinte duchas separadas, y una vez que cada uno estábamos dentro, el cura abría una llave maestra de agua fría, muy fría, y nos regalaba dos minutos inolvidables…el que no se despertaba así no era un ser humano. 
Antes de empezar el año escolar, al regreso de nuestras vacaciones de verano, nos llevaban a una colonia de vacaciones que el Seminario tenía en Las Peñas, sierra de Los Cóndores, Córdoba, cerca de un arroyo que daba agua a una gran pileta que disfrutábamos mañana y tarde. Como dije antes, hacíamos excursiones a algunos lugares históricos y por las sierras; en la salida de los jueves entre los compañeros de cada división nos comprábamos un chivito y lo asábamos. 
De vez en cuando, con la presencia del Obispo, nos visitábamos con otras colonias de seminaristas y organizábamos campeonatos deportivos. A mediodía, un asado, y recalco ASADO porque esto abundaba poco, sólo lo comíamos en estos encuentros y solía consistir en una vaquillona asada con cuero, todo un lujo. 
Nuestro menú diario a lo largo del año consistía en mucha verdura de una gran huerta propia, y fideos; la carne como ya dije brillaba por su ausencia. Recuerdo con pesadilla un plato de fideos hervidos con una salsa rara al que le habíamos bautizado con el nombre de “chanfaina”, este menú nos visitaba bien seguido. Y lo que tampoco faltaba, almuerzo y cena, era la “consagrada sopa” que no faltaba ni los domingos.
En cuanto al postre, solía ser queso y dulce o frutas del mismo huerto. Al decir del Génesis, la fruta era prohibida para los seminaristas, pero la robábamos igual sin sentimiento de pecado.
Y a riesgo de ser muy pesado, para resaltar el concepto de disciplina y orden que caló muy hondo en mí durante aquellos años de formación (que tanta falta me hacían), me siento en la necesidad de compartir el orden del día que me acompañó durante todo ese tiempo, y luego analicen si esto no deja huella. 
A saber, HORARIO PARA TODO EL AÑO: 6.30 horas levantarse(ducha) y arreglo del dormitorio, 7:00 misa, 7:45 desayuno, 8:00 primera hora de estudio (sala común), 9:00 clase, 10:00 recreo, 10:30 estudio, 11:00 clase, 12:00 almuerzo, 13:00 recreo, 13:30 estudio, 14:30 clase, 15:30 recreo, 16:30 estudio, 7:30 clase, 18:30 horas libres (pero dedicadas al estudio…), 20:30 cena y a la cama (y a esta parte se la dedico especialmente a mis seis nietos que se suelen acostar a la hora en que yo me levantaba)
Y para finalizar el relato de esta etapa de aprendizaje académico y humano tan importante para el resto de mi vida, deseo compartir tres momentos fundamentales a lo largo de aquellos años.
El primero fue cuando recibí la sotana en sexto año. Con esta ceremonia de entrega sentí que formaba parte de la familia sacerdotal. En aquel momento creí que mi vocación era más sólida que nunca.
El segundo hecho fue cuando el Obispo me nombró, también en sexto año, su Maestro de Ceremonias para las Misas Pontificales y demás oficios como los de Semana Santa, Fiestas Patronales en Río Cuarto y en el pueblo de Reducción; también a mi cargo el cuidado de la capillita privada en el Palacio Episcopal.
Y por último, y con gran orgullo, comentar sobre mi tesis filosófica al final del octavo curso. Este trabajo de investigación, de tema libre, me costó todo el año. Fue una profunda tarea de reflexión sobre la corriente existencialista de Sartre, titulada “Diferencias entre Esencia y Existencia”. Con este trabajo finalicé mis estudios de filosofía, materia que tanto me gustaba. Además de disfrutar durante su preparación a la que le dediqué muchísimas horas de biblioteca, el visto final del Rector y profesor en la materia fue de Sobresaliente.
Esta apuesta académica a mis 22 años, tan bien considerada por mis maestros demostró mi amor por el estudio, mi gran inclinación por aprender siempre para ser algo en la vida, aunque mi vocación sacerdotal, al final no iría en la misma dirección…
CAPITULO VI
EL CAMPO
DE VUELTA A MIS RAÍCES
Para los seminaristas el octavo año era considerado un filtro porque los profesores, y más aún, nosotros mismos nos empezábamos a plantear más seriamente si nuestra vocación era verdadera y si teníamos todas las aptitudes personales y espirituales para afrontar lo que el sacerdocio representaba. 
Yo abandoné el Seminario en ese año crucial luego de meditarlo y pedir consejo durante todo el curso al Rector quién siempre me repetía “piénsalo y luego lo comentaremos nuevamente”. Nunca olvidaré aquel día a finales de Octubre cuando al fin me contestó con estas mismas palabras que siempre he recordado: “Tobaldo, me alegra que tengas el valor de dar este paso y sé que te va a doler mucho porque te consideraras un fracasado al no conseguir lo que tu creías, una firme vocación, pero no es así yo como sacerdote te lo agradezco porque muchas veces he visto que seminaristas en esta situación no tuvieron el valor de saber renunciar y no sólo fueron un fracaso para sí mismos sino también un mal para la Iglesia”.Cuánta razón tenían sus palabras ya que en mis primeros tiempos fuera del Seminario me parecía que nunca encontraría un lugar en la sociedad.
A pesar de tanta crudeza en su respuesta, a día de hoy debo agradecer a esos sacerdotes que me enseñaron tanto académicamente, pero también por el buen ejemplo que fueron en mi vida porque ejercían su sacerdocio en plenitud y enseñaban con el ejemplo. 
De lo más profundo de mi ser y pidiendo a Dios los esté recompensado por sus virtudes y sacrificios a favor de esa cantidad de jóvenes que pasamos por el Seminario, gracias padre Rial, gracias padre Cirer, padre Horrac, padre Mestre, padre Oliver, padre Amengual, padre Nicolau, todos sacerdotes de la Orden de Jesús y de Maria llegados desde las Islas Baleares, España. 

Después de mi salida del Seminario visité a mis primos en Chucul, de los cuales había algunos de mi edad a quienes no conocía. Llegué a Canals a mediados del mes de Enero, habiéndole comunicado a mi padre mi dedición, a lo que él me contestó con otra carta diciéndome que yo ya era un hombre y debía elegir y que lo aceptaba porque esa era mi determinación. El Rector ya le había enviado mis notas y una reseña que era como una carta de presentación en la búsqueda de un trabajo. 
Eran años muy difíciles para mi familia, de mis hermanos, ya se había casado Adolfo y trabajaba en la parte administrativa de la empresa Magnasco; Edin que había estudiado en una Escuela de Salesianos en Escobar había abandonando en tercer año y trabajaba con quién luego sería su suegro en comercio de ramos generales; Humberto también estaba estudiando en una escuela de los Salesianos. Mi hermana Etelvina , viviendo con una tía desde la muerte de mi madre. De esta forma, mi familia en Canals estaba formada por mi padre, mi hermana Elsa y mi hermano Hugo, siempre bajo la mirada de mi Nona y de mi tía Rosa que habían venido a vivir al pueblo, y las casas eran contiguas. 
Con tales cambios en mi vida me sentía perdido. Yo había llevado durante ocho años un sistema de vida prácticamente sin contacto con la sociedad, y a quienes conocía quedaban en Río Cuarto. De mis amigos de Canals quedaban muy pocos, la mayoría había elegido otros destinos. Algunos habían emigrado buscando oportunidades de trabajo, y otros con la carrera terminada decidieron instalarse fuera del pueblo natal por ser un lugar sin porvenir.
Canals sólo poseía una empresa de importancia, Magnasco, una industrial lechera que empleaba en sus distintas secciones a más de 400 obreros, pero por lo general eran empleados de muchos años sin renovación de puestos, así que para los jóvenes no había lugar. O trabajabas con Magnasco o por cuenta propia. La tercera opción era emigrar a alguna ciudad, por lo general Buenos Aires.
Yo llegaba a mi pueblo con una mochila de conocimientos muy especiales y con la esperanza de que ellos me abrieran camino. Muchos me decían que me anotara como profesor en algún Colegio Secundario de alguna ciudad, el pueblo de Canals no tenía Colegio Segundario.
Hubiese podido ser profesor como me aconsejaban pero ahora les confieso que, como decía Sastre, las aulas me habían dejado una especie de antipatía simpática o de una simpatía antipática. Aunque parezca raro, en este punto de mi vida yo quería buscar una salida más cercana a la naturaleza y no al encierro de la aulas.
Pero nuevamente parecía que mi destino estaba ligado a los curas. Una de mis primeras visitas en Canals fue al párroco, el Padre Bianco, y le expuse mi necesidad, que debía ayudar económicamente a mi familia en tal situación. 
El cura me preguntó si yo sabía Dactilografía, y al contestarle que no me dio una dirección de una mujer que se dedicaba a enseñar y que en cuanto a la cuota no me hiciera problemas que él se hacía cargo. 
Aunque el Padre Bianco se había ordenado hacía 6 años en el Seminario de Córdoba, yo tenía mucho trato con él porque los curas de las distintas parroquias visitaban mucho el seminario y se interesaban por nosotros. Casi me obligó a que hiciera el curso lo más rápido posible porque a mediados de Abril a él de la firma Magnasco le habían encomendado conseguir dos personas para los puestos que quedaban vacantes; un puesto en la Sección Fábricas del escritorio de la Administración que estaba instalada en Canals, y el otro para escribiente en el escritorio de la central de la sección Campos cuya sede era la Estancia La María, en Benjamín Gould.
Cuando me enteré de esta posibilidad salí más contento que chico con zapatos nuevos y seguro de mí mismo, pensé que reunía las condiciones para cualquiera de los dos trabajos.
De las entrevistas que me hicieron en Magnasco recuerdo con sentimiento especial la del Sr. Juan Houlin, mayordomo general de la sección Campos. Un hombre duro de origen irlandés con una inmensa experiencia en el campo que con su aplastante sinceridad definió rotundamente mi futuro. Me dijo: “le voy a hablar con franqueza, si Ud. entra a trabajar en Correspondencia de la Sección Fábricas va a estar todo el día de traje, va a trabajar ocho horas cobrando $500 y se va a pasar la vida contestando cartas. Los jefes de reemplazo siempre vienen de la Central de Buenos Aires por lo que nunca podrá adelantar. Pero si se decide por el campo su trabajo va a ser de escritorio, yo le voy a enseñar, y cuando falte trabajo de escritorio saldrá al campo con los peones, Y si no sabe andar a caballo le aseguro que va a aprender. Trabajamos de sol a sol todos los días y los sábados, medio día. Los domingos, por turno, guardias. Su sueldo va a ser de $250 y la comida. Pero yo le doy mi palabra de que si lo hace bien en cuatro años Ud. va a ser Mayordomo de campo”
El Sr. Houlin se despidió y al subir al jeep agregó: “me olvidaba decirle que tengo muy mal genio y que soy muy riguroso, pero es cuestión de fama…Ud. mismo lo va a comprobar”
Y así fue que me decidí por el campo. Parecía ser que los desafíos, la disciplina y la intervención de los curas de alguna manera seguían dando forma a mi vida…
CAPITULO VII
LA MARÍA, LA LOLA
LA BASE DE MI FUTURO
En aquella época el trabajo de campo se basaba en el rigor y la disciplina, y yo de eso sabía mucho (me refiero a rigor y disciplina) pero puedo decir que fue en esta época cuando yo encontré lo que para mí era mi verdadera vocación, algo que no conseguí en mis ocho años de estudio.
El trabajo de campo significó volver a mis raíces, algo que quizá estuvo siempre en mi inconciente, como un lejano deseo. Muchas veces había soñado con la felicidad que me depararía ocuparme de la parroquia de un pueblo chico, rodeado de chacareros, de gente de campo, gente humilde con quienes uno podía tratar con simpleza y no con tanto protocolo como en las grandes ciudades. 
Dios nos da a cada uno nuestro lugar y si mi primer sueño se frustró, yo diría que para mí había reservado ese segundo sueño, trabajar en el campo.
Sé que la laboral es una etapa de mi vida larga y un poco complicada de explicar porque este trabajo tiene muchas facetas distintas en las que tuve que aprender desde cero, y además trabajé en varios destinos a lo largo de esos años. Pero como hay que ponerle el pecho a las balas procuraré que mi relato sea ameno. 
No sigamos con preámbulos y vamos directamente al grano o como dicen los españoles “dale palante”. El 14 de Abril del año 1951, el Sr Houlin me presentó al capataz y a cada uno de los peones adelantándoles que yo era el nuevo escribiente (o empleado del escritorio) y que nunca había trabajado en el campo pero que me uniría a ellos como uno más en las tareas que hubiese que realizar. En caso de que él, Houlin, se ausentara quedaría yo de responsable general. Como primer día, ante todo esto no contaba más que con mi inutilidad en el tema. ¡En qué baile me había metido!
En realidad, tampoco contaba con la vestimenta adecuada, me presenté ante el personal con zapatos y pantalón. Al día siguiente Houlin me llevó a Venado Tuerto para que me comprara botas y bombachas. Y la Estancia, una montura y demás aperos para ensillar el caballo. Con esto ya me sentí más criollo.
La Estancia La María era la central de otros cuatro campos, los 28 de cada mes sus mayordomos me traían los registros de movimientos mensuales para su supervisión, posteriormente se enviaban a Buenos Aires.
Era una explotación exclusivamente de tambos, no se hacía nada de agricultura. La leche se entregaba a distintas fábricas de la misma empresa donde se elabora queso en diferentes variedades.
Fuera del escritorio mi trabajo consistía en recorrer los tambos y el control del equipo de tractoristas que vivían en casillas, nunca en la estancia. Los trabajos eran los comunes de todo campo tambero: arar y sembrar los pastoreos propios de cada estación, bañar y vacunar la hacienda. Y como trabajo especial, porque disfrutábamos, recordaré la yerra. 
Las yerras de los terneros era una fiesta en cada tambo, había convite de empanadas, pasteles y bebidas sin alcohol mientras se hacía el trabajo. Dos veces al año, el capataz, diez peones y yo castrábamos los terneros chicos. Y junto a los grandes se los vacunaba, se los marcaba a hierro caliente y se los señalaba con un recorte en la oreja.
Aunque se llevaba un brete rodante para encerrar al animal y poder hacer el trabajo, a veces y por diversión a los peones les gustaba “voltear” el ternero a mano. Uno lo agarraba de la cabeza, el otro de cola y se volteaba al suelo.
Terminábamos el trabajo con los animales de la enfermería y los del lote de desecho; los de deshecho se destinaban a la venta y los de la enfermería, una vez sanos, volvían a su lotes.
Las jornadas de yerra en los tambos duraban unos diez días en total.

Sobre los tambos y las familias que los trabajaban puedo contar muchas historias y las contaré. Recuerdo una anécdota de un tambero cuyo hijo muy joven se reunía con otros a tomar cerveza en el boliche (siempre había un almacén de ramos generales cerca de las fábricas donde despechaban bebidas), y el día que le tocaba pagar a él hacía anotar en la libreta del padre cualquier mercadería, y muy repetido el bolichero le anotaba los gastos de bebida por zapatillas. Eso lo hizo durante varios meses hasta que al padre se le dio por revisar la libreta. Como es de esperar notó el gran gasto en zapatillas y le dijo a su mujer “hay que decirle a Juan que se cuide un poco porque está gastando mucho en zapatillas”. Nunca supo que esas zapatillas era las cervezas que se tomaba el hijo. 
También recuerdo una anécdota de los tractoristas. La María tenía cuatro tractores propios con sus implementos, y si no eran suficientes se contrataban fuera. El equipo de tractores tenía además de los tractoristas un capataz y un cocinero, todos vivían permanentemente en casillas rodantes que yo visitaba cuando andaba a caballo de recorrida. Por lo general terminaba tomando mate con el cocinero que era un hombre al que le gustaba demasiado el vino, sin distinción de color ni de marca…y siempre terminaba hermanado con Baco. 
Como el campamento dependía de mí quería hacerle comprender que no podía tomar en horas de trabajo. Un día llegó al colmo de no hacer de comer, hecho que el capataz me comentó. Me vi en la obligación de decirle a Houlin que ese hombre no podía seguir. Se le mandó un telegrama colacionado diciendo: “por sus ebriedad en horas de trabajo desde la fecha queda despedido”. El capataz le llevó la copia del telegrama y como el cocinero no sabía leer vino al escritorio y me pidió que se lo leyera. Cuando escuchó el texto me respondió “ahora me quedo tranquilo, creí que eran malas noticias”. 

Un carnicero de La Lola, paraje muy cercano a La María, nos proveía de la carne necesaria para todos los que trabajábamos en la estancia. El dueño era Don Bartolomé Sastre al que yo conocía ya que nos hacía el reparto en su Ford A, o dos de sus hijos en los sulkys de reparto.
En una ocasión tuve que ir a la carnicería a pagar y conocí al resto de su familia que estaba formada por Doña Eva, su esposa, tres hijas mujeres y otros dos varones.
Don Bartolomé me hizo pasar a su casa a tomar mate y en ese mismo momento sentí que Dios me favorecía de nuevo. Entre mate y mate, y conversación salí de ahí con el presentimiento de que mi futuro estaría muy ligado a una de sus hijas, no recordaba su nombre pero me había flechado, y sin querer ser exagerado, pensé que ese sentimiento iba a terminar en el altar. No vayan a creer que no fui el primero en creerme loco, pero que me gustaba, me gustaba.
Pasado un tiempo me enteré que Marta, como se llamaba y se llama, se había ido a visitar unos parientes en Córdoba. Aunque no estuviera en su casa, yo pasaba por La Lola y no podía olvidar su imagen. Conseguí su dirección por intermedio de uno de sus hermanos y le mandé una carta con mi foto confesándole mi amor. Parece que la foto, tamaño 20 x 15 cm., en blanco y negro surtió efecto. A los pocos días Marta estaba de vuelta en su casa. Aunque venía muy moderna con el pelo cortado a lo varón me pareció aún más bonita…
Ya les he dicho antes que siempre un cura se metía en mi camino. Un domingo, día de la Fiesta de La Lola, el Padre Bianco me pidió que lo acompañara en su coche para la misa que tenía que oficiar. Me pareció un regalo del cielo ya que iba a ver a Marta nuevamente, y allí estaba. Terminada la misa, charlamos, tomamos unas gaseosas, la invité ni más ni menos que a una docena de sándwich, y hasta me animé a preguntarle si iba al baile a la noche. Por supuesto me dijo que sí y a partir de ese momento no nos hemos vuelto a separar. 
Sólo quiero agregar que desde que hablé con sus padres para oficializar nuestro noviazgo comencé a tener una nueva familia…
CAPITULO VIII
¡Y EL FLECHAZO TERMINÓ EN CASAMIENTO!
En Noviembre de 1953 fallece mi padre a la temprana edad de 49 años. Mi hermanos se habían ido independizando y casándose. Los más chicos, Humberto y Hugo, estudiaban internos en los Salesianos. 
Con la muerte de mi padre, y como suele suceder, la familia se desmembró y poco a poco nos fuimos alejando en la distancia y en el afecto. La ausencia paterna para mí significó la pérdida del único pilar con el yo contaba, estaban mis hermanos pero tantos años fuera de casa dejan huella. Es difícil reintegrarse en el núcleo familiar cuando la ausencia ha sido tan larga, y estas son cuestiones que se deben asumir porque la elección ha sido de uno.
Pero este sentimiento, como ya dije, fue resuelto gracias al gran cariño que siempre recibí de la familia de Marta. Desde el primer momento conté con el apoyo incondicional de Don Bartolo (como todos lo decían), y de Doña Eva, que con la inmensa bondad que la caracterizaba pasó a ser mi segunda madre. También los hermanos de Marta a los que aprendí a querer como mis hermanos.

A esta altura yo seguía aprendiendo con la rutina diaria del campo, habiendo agregado a mis tareas el proyecto de construir la capilla de Benjamín Gould. A la comisión, muy reducida, la formábamos Doña Julia Boyle de Houlin, esposa del mayordomo; la Señora Juana Cheminet de Thomas, esposa de un estanciero vecino de La María; Donald , hijo de Doña Julia y Eugenio, hijo de Doña Juana.
Doña Julia me apreciaba mucho porque era muy piadosa y los domingos en los que yo estaba de guardia la llevaba a misa a Canals. Y algunos sábados que no salía la llevaba a las reuniones con sus amigas. Las mucamas aprovechaban el viaje para ir al cine así que me quedaba a ver la película o me iba al bar con mis amigos hasta medianoche, horario en que las pasaba a buscar a todas y volvíamos al campo. Por supuesto mi predisposición caballeresca me impidió la asistencia a más de un bail.
Los domingos que nos tocaba de guardia disponíamos de una camioneta chica durante todo el día pero por las noches podíamos usarla para salir, me juntaba con mis amigos y salíamos de farra por los pueblos vecinos. Pero no todos los domingos eran tan lindos. Alguna emergencia podía surgir.
Recuerdo una guardia del mes de enero, pleno verano de Córdoba, cuando a la hora de la siesta uno de los tamberos, Don Evaristo Figueredo, me pidió que llevara a su esposa al médico ya que se había equivocado de frasco de remedio, en lugar del jarabe había tomado una cucharada de Untisal, remedio que se usaba para friccionarse los dolores reumáticos. La mujer estaba muy descompuesta del estómago y con unos dolores terribles. Don Evaristo dejó el caballo y nos fuimos en la camionetita a buscarla. La camionetita tenía sólo dos plazas delante y la señora Figueredo ocupaba plaza y media. El marido se tuvo que sentar en la parte de atrás sufriendo el agobiante calor y la nube de guadal (arena muy fina peor que la tierra). La pobre mujer se quejaba continuamente y empezó a vomitar sin parar. Estaba francamente mal y yo pensaba que no llegábamos al hospital. Próximos a Canals pasamos por un boliche cerca de la Fábrica La Genovesa y golpeándome la capota Don Figueredo me gritó “QUE LE PARECE DON TOBALDO SI PARAMOS Y NOS TOMAMOS UNA CERVECITA…”, ¡lo hubiera matado!. Llegamos al hospital, la internaron de urgencia y los dos nos volvimos a la estancia…

En el mes de enero de 1955 me hice cargo en forma provisoria de La Florida, un campo tambero. Al entregármelo el Sr. Houlin mi dijo: “Ud. se hará cargo de este campo provisoriamente, no volverá más a La María pero dos veces por semana y un día a fin mes seguiré contando con su trabajo de supervisión en el escritorio de La María.” Y agregó : “Es el tiempo que me tomo, lo dejo solo, y esto es primero en premio por su conducta, no sólo como empleado sino también por su buena relación con el personal; y segundo para cumplir la promesa que le hice cuando le ofrecí el trabajo. Acuérdese que hablamos de cuatro años”. Don Houlin era un mayordomo muy severo, duro de llevar pero un hombre de palabra.
Esto cambiaba todos los planes que íbamos haciendo con Marta. El traslado aceleró nuestra idea de casarnos, en La Florida tendría que vivir solo si no nos casábamos.
Nos comprometidos el 15 de Julio de 1954 sin fiesta y en familia. De mi parte el único que estaba era el novio. Fijamos fecha de casamiento para el 12 de Marzo del mismo año. Todo corría a la velocidad de un Fórmula 1. Para empezar, compramos los muebles que íbamos pagando en cuotas.
Y llegó el día del casamiento, lo celebramos en la Iglesia de Canals y con misa. Los padrinos fueron un primo de Marta llamado Herbé Coppa y y mi hermana Elsa. 
No todos pueden tener la gran satisfacción de que quién los une en matrimonio sea un amigo de la niñez y compañero de Seminario que se había ordenado hacía muy poco. Recuerdo con inmensa emoción, al terminar la ceremonia, al Padre Ragusa, mi gran amigo, con lágrimas en los ojos igual que nosotros los novios. Abrazó a Marta, me abrazó a mí y nos confesó con emoción que era el primer matrimonio que celebraba. Yo nunca en mi vida había visto que ante el altar un cura abrazara a los novios luego de su casamiento.
Después de las fotos de rigor, un almuerzo muy sencillo en el Hotel Plaza con nuestros parientes y amigos más íntimos, y como siempre en mi vida debía aparecer un cura, o más, entre los invitados el Padre Bianco y el Padre Ragusa.
Creo que es imposible expresar todo lo que se siente en ese momento único en la vida cuando dos seres unen sus destinos jurando ante Dios que esto será para toda la vida, en las buenas y en las malas .Con Marta ya llevamos 58 años de casados, ¿quién aguantando a quién?

Habíamos programado el viaje de boda a las sierras de Córdoba y nuestro padrino de casamiento nos preguntó si ya teníamos reservado hotel. Le cometamos que teníamos dos direcciones. Pero él nos escribió en una tarjeta las referencias de otro que al parecer era muy bueno. 
En Córdoba pasamos ocho días muy lindos haciendo excursiones por la sierra y el dique San Roque. Con el dinero que teníamos no podíamos estar más tiempo. Cuando pedimos la factura: “nada, no deben nada…todo lo paga el Sr Herbé Coppa”...¡no haberlo sabido antes y nos quedábamos algunos

CAPITULO XIX
APRENDIENDO EL OFICIO
Al volver de nuestro viaje de bodas nos instalamos en La Florida, aunque no sabíamos por cuanto tiempo. Mi vida dio una vuelta de 180 grados, ya teníamos nuestro propio hogar, algo que para mí no había existido desde el momento en que comencé mis estudios. 
Qué cosas pasaron por mi mente y cuántas pensaba decirle y le dije para demostrarle mi amor…el amor no está en el otro sino dentro de nosotros mismos, nosotros lo despertamos, pero para que lo haga necesitamos del otro. Eres la estrella que siempre me guió, la que se unió a mi dolor en los días en que te necesité. Eres el sol que ilumina mi mundo y la luna que me alumbra de noche, eres todo lo que he buscado y lo que nunca antes había encontrado. Si pudiese elegir una parte de tu ser elegiría tu sonrisa porque es concebida en tu corazón, nace en tus ojos, vive en tus mejillas y mueren en tus labios…Marta te quiero, palabra que lo dice todo… 

Desde que conocí a Marta se transformó en el norte de mi vida y cuando más se acercaba la fecha de casamiento, cada día que sacaba una hoja del almanaque me parecía que faltaba un siglo hasta para poder sacar la otra.
Al regreso de nuestro viaje de boda nos instalamos en la casa todo cambió para mí, ya no estaba solo. Tenía una compañera que me esperaba cuando volvía del campo, conversábamos y hacíamos programas y planes para nuestro futuro como toda pareja de recién casados. En una palabra se habían cumplidos dos de mis deseos: el primero, tener como compañera a Marta, y el segundo, trabajar en el campo con gente sencilla. 

Y hablando de gente simple, en el mejor sentido de la palabra, quiero referirme en esta etapa en La Florida a la gente de los tambos. Los tamberos eran todas familias muy humildes, y algunos un poco complicados, una cuestión que contaré al detalle más adelante. 
El mayordomo anterior, descendiente de irlandeses, había sido una persona recta, preocupada por cumplir sus obligaciones, pero que había descuidado al personal, y a sus familias. Me encontré con un panorama en el que se había cortado el hilo de la relación que nos debía unir a ambos no sólo con los lazos del trabajo sino también con la preocupación por el cuidado, por ayudar a solucionar aquellos problemas que van más allá del trabajo. 
Yo tenía la ventaja de conocer a todos los tamberos ya que con el Sr Houlin hacíamos el recorrido de inspección general. Los tamberos le tenían respeto, yo no diría respeto sino temor ya que más de uno sabía que caería en “la volteada” cuando pasaba la “mula baya” (así le decían a su Jeep amarillo) La recorrida se hacía sin la presencia de los mayordomos anotando religiosamente en una libreta todas las irregularidades encontradas. Luego se les enviaba una carta a cada uno con los datos registrados para hacerle saber los fallos.
De estos cinco meses como aprendiz de mayordomo no puedo contar mucho más sólo recuerdo que me sirvieron para afianzarme y entender la mejor manera en la que yo quería ocupar mi puesto.

Y llegó el día señalado para nuestro traslado, aunque me lo había dado a entender el Sr. Houlin yo ya lo presentía , además en el chusmerío de los mayordomos se daba por seguro: yo me haría cargo de Campo Gould, un campo más chico y el Sr Cañete, mayordomo de Campo Gould iría a La Florida. Es decir un enroque. El Sr. Cañete era un mayordomo con muchos años en la empresa y ya había pasado por varios campos y era como una obligación hacerse cargo de La Florida , un campo más grande. Además se agregaba a esto que Campo Gould estaba mucho más cerca de La María que La Florida y esto facilitaba mis viajes al Escritorio. Yo conocía muy bien ese campo, mejor dicho todos los campos y por supuesto a los tamberos y familias que por algún motivo u otro debía visitar. 
El Sr. Cañete pidió que le dejaran llevar junto con él al tractorista Sr Espósito , para mí fue una inmensa alegría ya que el gringo cuando uno tenía que mandarlo “tenía más vueltas que un tripero” y no era santo de mi devoción. 
Los trabajos eran los rutinarios del campo. El personal lo componían tres peones, un puestero, un quintero, el cocinero y el mayordomo. Este campo se diferenciaba de los demás porque la Ruta Nacional número 8 lo pasaba por el medio, por lo que había que tener mucho cuidado en los movimientos de hacienda al cruzar la ruta. Y además, no tenía en la manga el bañadero (la manga es lugar donde se embretan los animales para vacunar, etc. Y bañadero es la instalación para bañarlas)
Así que en el mes de Agosto que debíamos bañar la hacienda contra la sarna era de gran importancia y de una responsabilidad muy grande y también además del inmenso frío que debíamos soportar. El camino obligado que debíamos recorrer pasaba por las calles de las orillas del pueblo de Benjamín Gould a cuyos habitantes despertábamos no sólo con el balido de las vacas sino también con el grito de los arrieros que a propósito lo hacían más fuerte cuando cruzábamos el pueblo. Ese día los tamberos debían tener terminado el ordeñe a las 4 de la mañana a fin de llegar cuando estaba amaneciendo al lugar donde debíamos efectuar el trabajo. Pueden imaginarse la rabia que daría a los habitantes del pueblo, plácidamente dormidos, que los despertáramos a esa hora con tanto ruido y de esa manera. Esperábamos que llegaran los cuatro tambos que lo iban haciendo según lo programado ya casi de día 
Para desayunarnos, una asado. Pasada una hora para que las vacas descansaran, comenzábamos con la tarea del baño que finalizaba a medio día. Ya había otro asado listo como almuerzo. En ese caso permitíamos alguna botella de vino. Ya finalizado el trabajo, cada cuadrilla llevaba el tambo a su destino. Lo mismo repetíamos al día siguiente con los otros cuatro tambos. 
Esta faena la volvíamos a realizar a los ocho días de una manera similar porque al huevo de la sarna no lo mata el remedio. En ambas ocasiones las vacas de la primera tropa rompían la escarcha de alguna laguna. No digo nada del frío que pasábamos nosotros, no había pilcha que te alcanzara. En los viajes de ida alguno llevaba escondida alguna botella de caña a la que el resto no le hacíamos cara de asco. Pienso ahora que hubiera sido una obligación mía no permitir la caña, pero dadas las inclemencias muchas veces conviene pasar por idiota y gozar de cierta “calefacción interna”. 
Se pagaba muy bien en esos tiempos, era el año 1955 y recibían $ 250 por día, más las comidas…parece mucho, pero había que aguantárselas para soportar el frío ya que a esos criollos que ocupábamos no les sobraban pilchas, y que voy a decir del mayordomo que no tenía el cuero curtido como esos hombres criados tropeando y rondeando de noche, cuando los arreos eran largos y duraban varios días. 

Habiendo tomado posesión de Benjamín Gould, uno de los primeros trabajos que habíamos programado era buscar un contratista que se encargara de arrancar y hacer leña un boulevard de 2000 metros de paraísos viejos. Había que correr los alambrados para ensanchar la entrada al campo y transplantar tres hileras de eucaliptos a cada lado. Conseguimos un contratista de la localidad de Arias que se dedicaban a ese tipo de tareas, voltear árboles y hacer leña. La leña se usaba para las cocinas y las estufas. A la plantación la hicimos con los peones de la estancia. Y cuento esto porque siempre me gustó hacer plantaciones, un gusto que pude realizar por primera vez y que luego continué en cada campo en el que estuve.

En esos años el Gremio de Atilra, gremio que unía a todos los obreros dedicados a la industria lechera, hicieron varias huelgas y se paraban en la puerta de la fábrica impidiendo que los tamberos entregaran la leche. En la prima huelga tuvieron que tirarla. En la segunda, el caldo se puso más espeso y los tamberos ya vinieron preparados para entrar de cualquier manera, pero que a la leche ellos no la tiraban. 
Casi al mediodía llegaron a un acuerdo, la fábrica recibiría la leche, pero ellos no la elaborarían. De común acuerdo con los huelguistas traje dos peones de la estancia. El encargado de la fábrica , el segundo encargado y yo recibiríamos la leche y haríamos los quesos…ya pueden imaginarse qué sabíamos nosotros del manejo de la limpiadora o de la pausterizadora. Al final, de eso se ocupó el segundo encargado y nosotros fermentamos la leche hasta que ésta formaba un pastón grande. Por supuesto, siempre bajo la mirada del encargado de la fábrica. Lo que siguió fue más fácil, sacar las pastas de las palias y cortarlas en pedazos que poníamos en moldes, luego a la prensa por una hora, el tiempo necesario para que se escurriera el suero. 
Lo único que les puedo asegurar que salían con la forma de queso, pero es el día de hoy en que desconozco cómo salieron y el destino que tuvieron…como había un criadero de cerdos creo que ellos se dieron un gran festín. 

Y para terminar este capítulo con la parte más importante de este periodo, demos un vistazo para atrás desde mi casamiento y conoceremos sus frutos. El 18 de Diciembre de 1956 nace Patricia, nuestra primera hija; el 19 de Marzo de 1959 nace Daniel y cuando creíamos que se había cerrado la fábrica nace Gustavo el 17 de Agosto de 1965, y como broche de oro, el día 19 de Febrero de 1967 nace Valeria.
Con Marta queríamos formar una familia y Dios nos concedió cuatro perlas que son un orgullo para nosotros porque estos hijos formaron la familia que deseábamos. Hoy, luego de 58 años de matrimonio, cumplimos también con la promesa que hicimos a Dios en el día de nuestro casamiento, que era para toda nuestra vida…¿ no les parece que ya estamos demasiado en la tercera edad ( no viejos ) para afrontar una nueva aventura? Aunque siempre se tienen 20 años en el corazón. 
Gracias a mis hijos Patricia, Daniel, Gustavo y Valeria por lo que se preocupan por nosotros para que los años nos resulten felices, y están siempre a nuestra disposición.
Y para vos Marta, te amo con la misma intensidad que desde el día en que te conocí y hoy no sólo te digo que te sigo queriendo igual sino que nos abracemos con nuestros hijos y agradezcamos a Dios la familia que nos dio.