sábado, 23 de noviembre de 2013

MIS 35 AÑOS COMO DIRECTORA DEL HOGAR DE ANCIANOS “MATEO OLIVER” DE LA CIUDAD DE DAIREAUX


MIS 35 AÑOS COMO DIRECTORA DEL HOGAR DE ANCIANOS
 “MATEO OLIVER” DE LA CIUDAD DE DAIREAUX
Por Marta Pastori de Ginestet

Me costó mucho esfuerzo ir a trabajar al Hogar de Ancianos, pues en aquel entonces tenía aún hijos pequeños. Los dos varones de poco más de 10 años, y mi hija de 8 años; además mi esposo no estaba de acuerdo con que aceptara esa responsabilidad. Pero alguien “ganó por cansancio”, quien fuera en ese momento Intendente de Daireaux, Don Francisco Coppié. Una persona que hizo mucho por su ciudad a pesar de su edad. Solo cabe recordar algunas de sus obras. La Terminal de ómnibus; el Gimnasio Municipal; la ampliación del Hospital Municipal; EL Hogar de Ancianos, el Corralón Municipal; el Colegio la Sagrada Familia, implementó el agua corriente en las viviendas; el sistema de cloacas en el pueblo y muchas otras cosas. Era un hombre que amaba su pueblo por encima de todas las cosas.
Cuando me propuso la dirección del Hogar, estaba al corriente de mi desempeño como Jefe de Personal en una empresa italiana llamada “SIAP Saic” (Sociedad Industrial de Aparatos de Precisión)  dedicada a la industria,  en la ciudad de la Plata.
Tuve el honor de dirigir el Hogar de Ancianos “Mateo Oliver” durante 25 largos años; siempre me sentí muy próxima a los ancianos, y allí tuve la oportunidad de trabajar y cuidar a muchos de ellos, eran casi 70 residentes. Cuando entré había mucho por hacer. Llegaron al Hogar muchos en un total estado de abandono y sin familia, había que  brindarles, en lo posible, una vida digna.
Aprovecho esta oportunidad para hablar del equipo de gente que me acompañó en esta tarea, especial mención a la “Comisión Cooperadora” integrada por excelentes personas tales como:
Presidente.    Sr. Mateo Oliver
Vice-Presidente: Dr. Norberto Martinez
Tesorero: Sr. Jorge Mattioli
Vocales: Sr. Manuel Canullán y Sr. Oscar Sequeira
Y a muchos más, a quienes agradezco por ayudar a que los ancianos tuvieran una vida digna.
La primera obra que se hizo con la ayuda del Municipio, fue otro pabellón con más de 16 camas. El día que lo habilitamos nos dimos cuenta que había que hacer otro más porque no era suficiente; además había que hacer urgentemente un baño con un gran  tremo tanque para tener suficiente agua caliente y un cuarto anexado para ir vistiendo a los abuelos una vez que estuvieran bañados. Recuerdo a que muchos les sorprendían tantas normas de higiene, pero se acostumbraron pronto, y comenzaron a disfrutarlas. Para esa tarea había dos personas a cargo que lo hacían muy bien y con mucho respeto.
Había también un amplio comedor con mesas y sillas donde se reunían y formaban grupos entre ellos.
En la cocina estaba a cargo la señora Luisa Cena, quién guardaba un orden extraordinario, controlaba todo pero sin mezquinar nada; los abuelos comían muy bien y estaban conforme con todo, lo que era muy importante para todos nosotros.
Durante tantos años en el Hogar fui recogiendo muchas historias y anécdotas, recuerdo una particularmente. Encontré un abuelo tirado en la calle, mejor dicho refugiado en la Estación de Tren, aparentemente vivía allí. Siempre que pasaba lo veía sentado al pie de un árbol, acompañado de una botella de vino y un perro atorrante que se había aquerenciado. Entonces me pregunté que hacía ese abuelo viviendo en esas condiciones cuando podía estar en el Hogar. Así que aquel día, cuando vino mi asistente Víctor, que me ayudaba y me hacía mandados, le pedí que me acompañara y nos fuimos en la camioneta del Hogar hasta donde estaba el anciano. Me enteré que se llamaba “Matías”, y vino a mi memoria la canción del “Viejo Matías”, que según decía la letra era un calco del viejo de la estación. Me acerqué a él, lo saludé con un “Buen día” y le pregunté si sabía quién era yo. A lo que me contestó que como no iba a saberlo, dijo
_Usted es la mujer del Ingeniero Ginestet _ luego agregó _ ¡Bah! Todos lo conocemos como “el Pupi Ginestet”. Lo conozco bien porque cuando pasa por acá me da cigarrillos de los buenos, y de vez en cuando una botellita de tinto. Eso sí, siempre me dice “¿Por qué no te vas al Hogar?” Allí está mi mujer y vas a estar muy bien.
Aquel día no pude llevarlo conmigo, ni tampoco el otro, ni el otro, hasta que al final aceptó d venir. Estaba tan sucio, que mi primera preocupación era que se bañara. Tenía una barba y un pelo muy largo, que yo misma me ocupé de cortárselo. También lo afeité. Luego lo levamos al baño y les dije a las chicas que hicieran el resto. Luego pidieron en la ropería vestimentas y calzado adecuado para él. Lo que se le sacó, hubo que quemarlo.
Aún recuerdo cuanto le costó dejar a su perro. Cuando aceptó venir con nosotros se despidió de él diciéndole “chau hermano, vení a visitarme” Luego me dijo:
_Señora Marta, voy a darle por última vez un “beso2 a la botella, todavía le queda un poquito. Nunca más voy a tomar, se lo prometo.
Se me hizo un nudo adentro, pero lo había logrado. Lo subí a la citroneta y me lo llevé al Hogar.
Así como Matías hubo muchos otros, pero una vez que entraban en el Hogar sus vidas cambiaban por completo.
Pronto comencé a pensar como mantener a los abuelos entretenidos, así que hicimos una huerta que era de envidiar por la buena producción de verduras; además criábamos pollos para la cena de Navidad; todos ayudaban a pelarlos.
Fabricamos una cancha de bochas y otra para jugar al tejo. Realmente nos divertíamos mucho.
En el frente del Hogar hicimos un jardín que era la admiración de todos; había un  cedro enorme que lo decorábamos en Navidad y poníamos regalos para todos, inclusive para el personal.
Después de la merienda jugábamos al truco o al mus. Matías era el promotor de todas las actividades lúdicas, había que ver lo bien que estaba. Los abuelos al principio lo miraban con recelo, pues algunos lo seguían considerando un croto, pero luego comenzaron a  acostumbrarse a él.
En el tren había un señor que había hecho un tren para llevar a los chicos al colegio, se llamaba “Don Boni”, y de tanto en tanto venía al hogar y nos llevaba a pasear por el pueblo; íbamos cantando y saludando a todos, era una verdadera fiesta para todos los abuelos.
En otra oportunidad llevé un grupo a las Termas de Caruhe; otra vez fuimos un poco más lejos, a las Cataratas del Iguazú; había que ver como disfrutaban de esos viajes, y yo con ellos también. Participaban de todas las excursiones y actividades, el resto de los turistas no podían creer que venían de un Hogar de Ancianos. En ese viaje me acompañó Nancy Bellini, una muy buena enfermera.
Quisiera también mencionar muy especialmente a mi secretaria, la señora Lidia Atin de Manso; era una leona, me ayudaba en todo. Cuando tenía que ausentarme, me iba tranquila porque ella quedaba al frente y hacía todo muy bien.
El resto del personal era muy colaborador, cada cual cumplía muy bien su función: enfermeros, mucamas, la encargada de la farmacia; el Hogar tenía farmacia propia, que era muy importante. El personal de cocina, del lavadero, su encargada, la señora de Recarey cumplía muy bien su función.
No voy a decir que todo era perfecto, especialmente entre el personal, cuando hay mucha gente trabajando en el mismo lugar, siempre surge algún roce, pero en ese caso hay que comprenderlos y tratar de hacerles ver la realidad. Por otra parte, el trabajar con ancianos no es fácil, ya que se requiere mucha comprensión y paciencia, y por la parte de los que estábamos al frente, brindarles mucho respeto y cariño.
El Hogar tenía médico propio, en aquel entonces era la joven doctora Lucía Luzzini; tenía una excelente relación con los abuelos. Inclusive, aquel abuelo que quisiera podía tener un médico de cabecera.
Frente al Hogar se encuentra el Parque Ingeniero Martín, allí íbamos a tomar mate con torta que preparaba el personal de cocina, y jugábamos al football.
La Comisión Cooperadora había comprado u proyector, así que los viernes er “día de cine”. Una de las películas que más éxito tuvieron fue “La Novicia Rebelde”. En la sala grande había una enorme estufa de leña y un gran televisor; también tenían un televisor en el comedor.
De vez en cuando teníamos la visita de diferentes bandas de música de Daireaux, que venían a divertir a los abuelos y a hacerlos bailar.
Fue una buena época de mi vida, lo pasaba muy bien con los abuelos, los comprendía y era conciente que lo que necesitaban era “mucho cariño”, y yo recibía mucho de ellos.
Durante 25 años me dediqué en cuerpo y alma al Hogar y a los abuelos, procurando brindarles una vida lo más confortable posible, atendiéndolos y respetándolos. Creo haberlo logrado. No siempre cultivé amigos, pero para mi lo prioritario eran los abuelos.
Dejé el cargo a fines del 2003. Salí por la puerta grande y no quise darme la vuelta porque sabía que todos los abuelos me estaban mirando por las ventanas. Salir del Hogar de Ancianos “Mateo Oliver” convencida del deber cumplido.
Agradezco al personal que se reunió en el comedor para despedirme y darme un recordatorio. Debo decir que ellos colmaron el espacio vacío dejado por algunos de los funcionarios municipales de la época, que no vinieron a decirme ni siquiera “gracias por los servicios prestados”. Fue la gente del pueblo quién me lo reconoció y lamentó mi retiro de la institución. Y ese reconocimiento es para mí más que suficiente; además entendieron que había llegado mi tiempo de retirarme a descansar.
ABUELOS, los llevaré siempre muy cerca de mi corazón por el cariño y la colaboración que recibí de todos ustedes. Me acompañaron en todos los proyectos destinados a mejorar la calidad de vida dentro de la institución _ la huerta, la cría de ponedoras y pollos, el jardín, etc. _  Y por ese sincero “gracias, Doña Marta” que a diario escuchaba de todos ustedes. Espero haberlo merecido.
ABUELOS, adiós, hasta siempre y que Dios los bendiga.
Marta Pastori de Ginestet, Noviembre 2013.


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