lunes, 7 de octubre de 2013

UN CAMBIO DE PROVINCIA



VALERIO TOBALDO
SUS ORÍGENES, SUS ANTEPASADOS
CÓMO SU FAMILIA FORMÓ PARTE DE LA INMIGRACIÓN ITALIANA PROCEDENTE DE VICENZA, REGIÓN DEL VENETO

CAPITULO XIII

UN CAMBIO DE PROVINCIA

Al retirarme de Magnasco tuvimos que alquilar una casa ya que la que estábamos construyendo por un plan del Banco Hipotecario recién nos las entregaron a fines del año 1972. 
Buscando una salida laboral, hice una visita a Río Gallegos, Santa Cruz, donde vivían algunos parientes de mi esposa. Visité varias estancias que se dedicaban en gran escala a la ganadería en el rubro ovinos, una materia totalmente desconocida para mí. Estuve en la estancia El Cóndor, que según decían pertenecía a la Corona Británica, en la estancia Las Vegas y en Las Viscachas, en las estribaciones de la cordillera de Los Andes. Nunca me pude explicar la manera de vivir de esa gente, la mayoría eran chilotes, de la isla Chiloe. Ya de regreso a Canals recibí algunas ofertas más pero ninguno de esos trabajos colmaba mis expectativas 
Cuando menos lo esperaba me visitó el Sr. Leandro Donis (persona a quién yo mencioné en algún capítulo anterior) Me contó que la firma Zubebühler había dispuesto su traslado y le enviaban a un campo en Daireaux. Enterado que yo todavía no había encontrado lugar donde ubicarme, había conversado con el Sr. Belinzzoni pasra que yo ocupase su lugar. Yo ya conocía a Belinzzoni de cuando trabajaba como mayordomo en Magnasco, actualmente se desempeñaba el mismo cargo en la firma de Zuberbühler. Dicha firma no solo explotaba campos de su propiedad, sino que también administraba campos de otros propietarios. Uno de estos era Las Tres Lomas, que estaba formado por dos grandes explotaciones, Las Tres Lomas y San Miguel, ambas de 5.000 hectáreas. La central era Las Tres Lomas y el segundo mayordomo, para el puesto que quedaba vacante, usaba como residencia el casco de San Miguel. La dueña era la Señorita Josefina Rosa Fernández de Anchorena. Y si lo recuerdan, San Miguel era el campo que tuvo que entregar Magnasco a campo raso, recibiendo yo los materiales para los alambrados en Don José. ¡Qué casualidad!
Los días que estuvo el Sr. Donis en Canals me fue explicando cuales serían mis trabajos, era un campo de cría y de invernada por lo que el plan sanitario tenía mucha importancia. Las siembras de trigo, casi único cereal que se sembraba, para su venta, las características del terreno, la comunicación diaria con la central en Buenos Aires, las inspecciones mensuales…es decir, me hizo un estudio verbal del campo. 
Me entusiasmó la idea y con Donis fuimos a conocer el campo. La casa que tenía que habitar era muy grande y cómoda y contaba con equipo de luz.
Hablé con el Sr. Belinzzoni quién también me había recomendado a la firma. De mi parte no había problemas. El mayordomo habló con Buenos Aires y el Sr. Ignacio Zuberbuhler me citaba para una entrevista el día 5 de Abril a las 11 horas. Concurrí y me entrevisté con Don Ignacio. La entrevista fue muy corta. Me presentó al Sr. Seeber que era, además de Don Ignacio, el otro Inspector de Las Tres Lomas. Seeber me hizo algunas preguntas, y entre ellas, si me gustaban los caballos. Recuerdo que en la entrevista además del sueldo se habló de las bonificaciones que percibiría, un porcentaje de la producción del campo, algo nuevo para mí porque durante los años con Magnasco no las había percibido
A mediados de ese mismo mes de abril me tenía que incorporar y una de nuestras preocupaciones fue el colegio de los hijos mayores, algo que resolvimos con mucha pena, los dejamos en Canals. Patricia, en el Colegio de monjas y Daniel, en el Colegio Belisario Roldán y viviendo en casa de un tío. Los dos más chicos, Gustavo y Valeria asistirían a la escuelita frente a la estancia.
Me hice cargo de San Miguel el 15 de Abril del año 1972.
Entraba a trabajar con una firma innovadora, que para su organización iba integrando todo lo nuevo. Frecuentemente se recibía a los técnicos en ganadería y agricultura para ampliar nuestra información, ya en ese momento habían aparecido en el mercado las semillas híbridas, como también se empieza a aplicar la alternancia en las semillas para pasturas. Ante mí se presentaban dos tipos de campos, San Miguel, completamente plano con una tierra de una fertilidad inmensa, y Tres Lomas entre cerros de piedra, pero que dejaban entre ellos porciones grandes de tierra donde se podía sembrar agricultura o pasturas. 
Recuerdo que me costó muchísimo aprender a manejar en aquellos caminos cuando llovía, acostumbrado a las arenas de Canals. Era tierra negra muy resbaladiza sobre la que la camioneta bailaba literalmente. Cuando el asunto se ponía muy difícil, me habían enseñado que había que cargar algo pesado atrás y sacarle aire a las gomas traseras. Mucho mejoró mi manejo con esa enseñanza, pero no pocas veces me quedaba mirando para atrás, me iba a las cunetas o me quedaba encajado hasta los ejes. Suerte que eran nada más que 5 km ya que el resto era entoscado. 
Cuando empezaba a caer el chaparrón nadie se atrevía a salir el primero para hacer huella, esperábamos un poco porque sabíamos que Panchita disfrutaba de los barros del camino. Panchita vivía en Tedín Uriburu y salía la primera por puro placer. Hay que reconocer que esta mujer conducía muy bien y siempre nos decía que uno de los secretos en el barro era ir a alta velocidad. Y doy fe que de esa manera nos abría los caminos.

Acerca del personal que componía los dos establecimientos, Las tres Lomas empleaba un mayordomo, un Capataz, tres puesteros, un peón a caballo y un tractorista con un tractor chico. Y San Miguel, un segundo mayordomo y dos puesteros.
El trabajo de Escritorio de los dos campos era de mi responsabilidad. Después de tantos años me había dado cuenta que muchas de las planillas que se usaban abundaban en datos que se podían reducir. Eso lo vi en varias planillas de ganadería. En agricultura no se llevaban planillas, se llevaba el parte diario, el control de la siembra y cualquier otro trabajo que se hubiera efectuado, como fumigaciones y cosecha con sus rindes. Durante la cosecha se registraba lo que se iba entregando a los acopiadores. El remanente que había en silos de alambre recubiertos por dentro con un lienzo se vendía según las necesidades. Todo se registraba a diario pero no había una planificación general con fechas de inicio y finalización de trabajos. No me voy a detener en las tareas de ganadería, ya que sería cansador y repetido.
Mensualmente se hacía un recorrido general con el inspector, Don Ignacio o el Sr. Seeber. Don Ignacio lo hacía con el mayodomo en la camioneta recorriendo lote por lote. Luego en el escritorio en Libro de Órdenes se apuntaban todas las críticas, y dejaban para todo el mes los trabajos a efectuar o movimientos de hacienda, que el mayordomo, pre4via comunicación podía modificar por alguna circunstancia. 
El Sr. Seeber hacía la inspección con el segundo mayordomo, conmigo, lote por lote y a caballo. El trabajo de escritorio posterior era el mismo. 
No sé porqué el Sr. Seeber me apreciaba tanto, supongo que era porque conmigo podía hablar de muchos temas, no sólo de campo. Y no así con el mayordomo.
En su sabiduría siempre me recalcaba que fuera transparente como persona y que no dejara pasar el momento para pode aprender algo. Cuando hacíamos el decorrido por San Miguel a caballo le gustaba almorzar y dormir la siesta en casa. 
Relatar los trabajos que efectuábamos es caer en explicaciones ya dadas, y lo resumiré en pocas palabras. Se hacían rodeos de vacas con cría, vacunaciones de Aftosa, de Mancha y Carbunclo en los teneros, se desparasitaba, se pesaban los testigos a fin de seguir su engorde ya que luego todos los terneros machos y las hembras que no se seleccionaban como madres iban a la venta en remate especiales de invernada. 
Entre los campos y la Central de Buenos Aires teníamos una cadena de radios Motorola con tres comunicaciones diarias. Con todos los campos a las 8 de la mañana, a mediodía, y a las 17 horas. Era obligación atender esos horarios

Debo hablar de Don Ignacio, era un especialista en ganadería. Integraba el Jurado en Palermo, dominaba la Ganadería en cualquier rubro. Viendo el lote sabía cuantos animales aguantaría y por cuanto tiempo de acuerdo a sus pastos. En agricultura optaba por la forma tradicional. Con el personal era muy correcto, en sus visitas saludaba a todos, se interesaba por sus familias, pero así también era muy recto.
Les voy a contar una anécdota que sucedió estando yo en un campo que no era administrado por él. Me pidió que lo acompañara ya que le parecía que las cosas no andaban bien. Llegamos al campo y lo invitó al mayordomo a que nos acompañara. En el recorrido yo me di cuenta de las grandes deficiencias que había, alambres cortados, bebidas sin terraplenes, hacienda con sarna…y lo que más me extrañó es que Don Ignacio no se dirigiera al mayordomo para hacerle algún comentario. 
A mediodía llegamos a la casa para almorzar y Don Ignacio hablaba de bueyes perdidos pero ni mu sobre lo que había viso en el campo, aunque citó al mayordomo para que fuera a La Paz, estancia de su propiedad, al día siguiente. Recién cuando regresábamos me dijo: “Usted se habrá dado cuenta que yo no hablé ni deje nada escrito y lo cité para mañana al Escritorio. Una persona que tiene en esas condiciones el campo a mí no me sirve y lo antes posible me debo deshacer de él. Lo voy a despedir pero le daré un mes para que se busque trabajo y voy a enviar un hombre que se haga cargo del campo, dándole plena libertad para que contrate al personal necesario a fin de poner orden”.

Mencionándolo al paso, en Agosto del año 1974 Patricia por una beca del Rotary Club se embarcó para Estados Unidos para hacer un año de estudio. Y Daniel, en el mismo año, se inscribió en el colegio agropecuario Ramón Santamarina de Tandil.

El día 7 de Diciembre desde el campo La Paz, propiedad de Don Ignacio avisaron por radio a Las tres Lomas que al día siguiente a las 9 de la mañana iba a llegar en avión el Sr Iñaki Zuberbühler, hijo de Don Ignacio, quien era administrador de varios campos. Me citaron en el escritorio a esa misma hora. No sé por qué pero esta noticia parecería que lo alegraba al Sr Belinzzoni porque comentaba entre la gente de la estancia que Iñaki venía a decirme que me quedaba sin trabajo. Creo que fue la noche más larga de mi vida, pero mi subconsciente me decía que fuera un poco más positivo.
Llegó Iñaki y ya en el escritorio y a solas me dijo: “Voy a ser breve, yo necesito un mayordomo para un campo que administro, y por consejo de mi padre y del Sr Seeber le vengo a ofrecer ese campo a usted. Desde ya le aviso que es completamente agrícola y este año se va a sembrar mucho maíz. Su sueldo será el siguiente más su bonificación. Me dirá si lo acepta o no”. Yo sin dudarlo le dije que sí. Luego Iñaki agregó: “Necesito que se haga cargo del campo lo más urgente posible, así que me gustaría que mañana o pasado vaya a conocer el campo”. Y yole contesté,:¿A usted le parece lógico que yo vaya a conocer el campo, ya lo conoceré cuando viva allí”.
Con Marta no podíamos creer esta mejora tan inesperada para nuestra situación, fue una nueva oportunidad de la vida que no dudamos en aprovechar, y no nos arrepentimos. 
Pero no quiero acabar el relato de este periodo sin hablar de los tremendos fríos que pasé en San Miguel. Mi esposa siempre cuenta que muchas mañanas colgaba la ropa en el tendal y a los diez minutos estaba congelada. No les cuento nada cuando andábamos a caballo y de un momento a otro caía una llovizna que calaba hasta los huesos, el famoso garrotillo. No recuerdo haber pasado tanto frío en los arreos de madrugada en Campo Gould como en esta zona. 

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