sábado, 12 de octubre de 2013

SANTA MARÍA: UN MICROCLIMA



VALERIO TOBALDO
SUS ORÍGENES, SUS ANTEPASADOS.
CÓMO SU FAMILIA FORMÓ PARTE DE LA INMIGRACIÓN ITALIANA PROCEDENTE DE VICENZA, REGIÓN DEL VENETO

CAPITULO XVII



Nuestra hija Patricia había regresado de Estados Unidos en el mes de Agosto de 1975. Habiendo terminado quinto año allí tuvo que rendir algunas equivalencias a su regreso, y luego se inscribió en la universidad de Morón para estudiar Traductorado de Inglés. 

Entre las muchas cosas que me han quedado traspapeladas en mi relato sobre Santa María hay dos temas que quiero contar y que demuestran que el campo iba produciendo e iba adquiriendo valores, se mejoraban unas y se cambiaban otras. Dentro de las mejoras importantes que se efectuaron, en 1975 se cambió la camioneta por una cero kilómetro. 
La estancia con toda la instalación eléctrica, señal que en un tiempo había habido un equipo electrógeno. Durante un año insistimos a la Cooperativa Eléctrica de Carbone, a fin de que el tendido de cables llegara a la estancia y nos conectaran. Siempre tenían un pero, nos convencimos de que no querían conectarnos, no sé por qué motivo. Cansados de tantos trámites Iñaki compró en Buenos Aires un grupo electrónico Lister y lo instalamos. Estos dos hechos demostraban que la estancia funcionaba bien, y por otro lado, que a nosotros la vida se nos haría más cómoda.

Al empezar a nacer la alfalfa en el lote de pastura de El Bañadero tuvimos un ataque de pulgón, fumigamos con avión. A la parte que nació después le hicimos el mismo trabajo.
Seguía con mis visitas al Cañadón y todo funcionaba según lo programado. En mis inspecciones a Santa Clara notaba que al mayordomo le costaba asimilar el manejo de la agricultura. El Sr. Úbeda era más ganadero que agricultor.
Muchas veces le aconsejé que para adelantar en cualquier ramo de la vida no sólo era necesario cumplir órdenes, sino también había que poner mucho elaborado por uno mismo, de lo contrario se convertiría en un simple cumplidor de órdenes, a las cuales muchas veces las iba ejecutar sin entenderlas. Todo trabajo debe ser adornado con algo que nazca de nuestra invención, sin cambiar su esencia, pero las modificaciones hacen lleven el sello de uno mismo. Caso contrario el trabajo se convierte en algo monótono. 
Tampoco debemos delegar en nuestros administradores cuestiones que aparecen de improviso y que podemos solucionar nosotros, o un profesional. Luego ponerlo en conocimiento a quién corresponda, el problema y su solución.
También le aconsejaba que él mismo debía empeñarse en ir cambiando la rutina del campo concurriendo a las charlas que daban los semilleros o a las demostraciones que se hacían en los campos experimentales.

Menos Filosofía más trabajo, ahora a trabajar. 
En Santa Clara habíamos recibido los programas de siembra. Como primera medida recorrimos lote por lote, cuya totalidad de siembra era menor que la de Santa María y era exclusivamente de maíz. Anotamos todos lo trabajos que habría que realizar en cada lote y en qué fecha los íbamos a tener libres para sus barbechos. Todo esto lo anotamos a fin de hacer la Planificación.
L
o invité a que me acompañara a Santa María ya que ese año la siembra sería más compleja, se agregaba un lote de sorgo, dos lotes de girasol y uno de soja.

Después de haber hecho todas las observaciones sobre el campo y comentar la suma de contratistas que teníamos en total, dejamos acordado que yo iría el lunes siguiente a Santa Clara para hacer el plan de ese campo y el martes él vendría a Santa María para el mismo fin.
Yo sabía de antemano que para Santa María me iban a ser falta dos girasoleros y dos sorgueros (plataformas que se ponen en la máquina cosechadora según el cereal a recoger) A esto lo había solucionado.
Llegado el día nos lanzamos a un nuevo desafío, todo se fue desarrollando según lo programado con los ajustes propios de los primeros días.
Diariamente recorríamos los lotes por la mañana y por la tarde. Repartía mi tiempo entre Santa María y Santa Clara. 
Durante la siembra debíamos contar las plantas nacidas, las que quedaban después de la rastra y lo mismo después del escarillo y media tierra. Este trabajo en varias partes del lote y luego se sacaban los promedios.
Para aclarar el por qué de estas mediciones, era necesario saber cuántas plantas nos quedaban por hectárea luego de terminar con dichos trabajos. Se medía en forma lineal 14,30 metros, y la siembra era de 0.70 metros entre líneas. Ejemplo, en 14.30 metros sembrábamos 50 semillas ( 14.30 X 0.70, una hectárea)

Hagamos todo el proceso desde siembra a media tierra con 50 semillas sembradas en 14,30 metros
Siembra 14,30 X 50 igual 71.500 semillas
Nacidas 14,30 X 47 igual 67,210 plantas
Después de rastra a diente 14,30 X 45 igual 64,350
Después de Escardillo 14.30 X42 igual 60.060
Después de media tierra 14,30 X 40 igual 57,200
Las cantidades 67,210 /64,350 /60.060 /57.200 son plantas que quedan después de cada trabajo. Luego de sacar los promedios había que volcarlos a las planillas de cada lote y a la planilla general de la planificación. Y este trabajo de asiento de datos generalmente se hacía de noche y multiplicado por 40 o 45 lotes. Menudo trabajo, ¿no?

Terminada la primera parte que era la implantación sólo quedaba esperar que no nos faltaran lluvias ya que el maíz es muy exigente en este sentido, especialmente en el momento de la floración. Pero la naturaleza atmosférica no tiene ciclos fijos y con los primeros maíces en floración llovió muchísimo…tanto como la pedrada que nos cayó.
En Santa Clara fue tanta la piedra caída que prácticamente destrozó por completo la mitad de las plantas. De la otra mitad aún se podía esperar media cosecha. Por la mañana muy temprano lo primero que hice fue comunicarle a Iñaki lo de la tormenta y los posibles destrozos. Había que evaluar con exactitud los daños. Iñaki voló enseguida a Santa María. De manera inmediata sobrevolamos los campos a muy baja altura y nos dimos cuenta del desastre de Santa Clara. El bañadero con pérdidas también. Y desde el aire parecía que a Santa María no la había afectado. 
Aterrizamos en Santa Clara. En camioneta no se podía andar así que ensillamos caballos y recorrimos durante todo el día los lotes. Había que tomar una determinación. Santa María sin problemas. Santa Clara con un 50 % perdido, y El Bañadero un 20 % perdido también.
Para resembrar era demasiado tarde. La única solución era buscar alguien que quisiera alquilar para pastoreo los lotes más dañados. Enterado un vecino a quién la piedra le había barrido todo el campo, nos alquiló esa parte.
Los maíces ese año estaban mejores que el año anterior. La gran cantidad de agua puso intransitable los caminos de tierra pero llegamos al momento de recogerlos con los caminos bastante bien. La cosecha fue buena, y no, muy buena. La piedra le había hecho más daño, que a primera vista no se notaba. Había algunas espigas con carbón.

Fumigamos los girasoles contra Isoca.
El contratista Bruera cosechó el sorgo que tuvimos que ponerlo en silos de la estancia y a los 20 días se lo entregamos a la Firma Cargill de Saladillo.
Al girasol lo cosechó Coltrinari con buenos rindes. Este mismo contratista cosechó la soja con una especie de bandejas de su invención.
Confeccioné como en el año anterior el informe de cosecha de Santa María y de El Bañadero.

Iñaki compró animales para el campo, entre ellos un lote de 170 terneros que tuve que revisar. Santa María estaba completa de hacienda, El Bañadero y el Cañadón también. Ya estábamos en el mes de Abril de 1976 y me extrañaba la cantidad de hacienda que se estaba comprando. Yo pensaba que no nos iban a dar los tiempos para el engorde y venta de esa hacienda si se volvía a sembrar tanta cosecha. Y a esto se agregaba que no podíamos sembrar maíz sobre maíz ya que íbamos a entrar en una dinámica de monocultivo que empobrece la tierra. 
Yo seguía con mis visitas al Cañadón y a Santa Clara y recorriendo a caballo los lotes de hacienda que estaban a cargo del Sr Cócaro y le ayudaba el Sr Padín. 

Estamos en Mayo de 1976, y de mi familia todo más o menos igual, Patricia en la Universidad de Morón y Daniel estudiando en la escuela aerotécnica Ramón Santamarina de Tandil. Sobre Daniel debo decir que heredó de mí el amor por el campo. Estando nosotros en San Miguel se hizo muy amigo del hijo del contratista de Tres Lomas, el Señor Emilio Sánchez, amistad que luego se extendió a toda la familia.
Daniel tenía 14 años y el Sr. Sánchez lo puso como ayudante de cocinero, un año más tarde ya atendía los chimangos en la carga los camiones, y luego en las cosechas siguientes, como carrero. Siempre en las cosechas de Trigo. Salía de vacaciones del colegio de Tandil y se iba a cosechar. Ganaba bien y siempre se compraba la ropa que necesitaba. Terminada la cosecha iba a casa. 
Gustavo y Valeria seguían en el Colegio en Lobos.

La vida se había puesto para mí, acostumbrado a estar en continuo movimiento, un poco rutinaria. 
No recuerdo la fecha, pero en una inspección Iñaki me dijo que dejaba la Administración porque quería ayudarle a su padre en los campos de su propiedad, y que quería que me fuese con él para mayordomo de La Paz. También me comentó que la dueña, la Sr. Dolores, deseaba que yo me quedara, que en unos días vendría a hablarlo conmigo. Evidentemente, debía darle una respuesta y sin dudar le respondí que si hasta ese momento habíamos tirado juntos, y si él así lo quería, por mi parte también lo seguiría haciendo.
Por mi cabeza pasaron todos esos momentos en que uno piensa sobre deseos y yo había pensado cómo me gustaría llegar a ser mayordomo de La Paz.
La Sr.
Dolores se enteró de mi decisión y me ofreció la administración de esos campos pero no me arrepentí de mi elección.


Durante todo el tiempo que nos tocó actuar a Iñaki de administrador y a mí como mayordomo, y en razón de nuestras funciones, habíamos creado un círculo de personas, algunas como amigos y otros en su carácter de proveedores, contratistas, ingenieros, personal de las estancias, que supieron acompañarnos.
Muchos nos consideraron demasiados arriesgados, que lo fuimos, al jugarnos todo a un solo cereal, pusimos todos los huevos en la misma canasta. Y creo también que nos consideraban un poco locos por intentar cosechar con el grano tan húmedo. Teníamos un plan fijado y nos exponíamos a todas las consecuencias, pero no lo hacíamos al azar a tal punto que Iñaki ya había estudiado el mercado para la entrega de la mercadería y había encontrado un acopiador que se haría cargo de su comercialización.
Especialmente debo y quiero agradecer al contratista el Sr Pesaressi quién me enseñó y siempre estuvo a mi disposición en la regulación de las cosechadoras con maíces de tan alta humedad.

Era como una liturgia despedir con un asado cuando un administrador o un mayordomo dejaban su puesto.
En la estancia se organizó un asado al que no faltaron el personal y todos nuestros colaboradores, nos juntamos todos los que de una manera u otra habíamos trabajado unidos en este tiempo, desgranando anécdotas y reconociendo que para aprender hay que innovar.
Para mí personalmente se cerraba un ciclo en el que por mi contacto con los profesionales había adelantado mucho en mi vocación de agricultor, había aprendido pero era consciente de que todavía me faltaba camino por andar, que la ciencia en el campo caminaba a paso agigantado que y si no me proponía avanzar junto a ella seguro que acababa como un fracasado más.
Para mí y para mi familia dejar Santa María significó dejar familias amigas a las que siempre llevaremos en nuestro corazón. También nos pasó en Chillar y Tedín Uriburu. Uno se encariña pero el destino le tiene preparada otra meta por cumplir.
Subimos en el coche Chevrolet que había comprado con la bonificación de la última cosecha partimos sin mirar para atrás rumbo a La Paz, rumbo a Daireaux, nuestro nuevo destino.

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