VALERIO TOBALDO
SUS ORÍGENES, SUS
ANTEPASADOS.
CÓMO SU FAMILIA
FORMÓ PARTE DE LA
INMIGRACIÓN ITALIANA PROCEDENTE DE VICENZA, REGIÓN DEL VENETO
CAPITULO XV
Había llegado el
momento en el que tenía que poner sobre el papel una gran planificación. Había
que plantear desde los barbechos hasta la cosecha. Todos los datos que
necesitaba ya los tenía.
En una plancha
grande de tergopol adherida a la pared del escritorio pegué el plano del campo.
Sobre el lado izquierdo anoté, de arriba abajo: número de lote, superficie
total del lote, superficie a sembrar. En la parte de arriba, de izquierda a
derecha, los meses que debía durar la implantación, las actividades día por
día, la cantidad de lluvia caída, la temperatura diaria del suelo (tomada con
un termómetro de tierra que teníamos clavado en el mismo sitio y que todos los
días se registraba a las 8 de la mañana y a las 3 de la tarde; en la
planificación se usaban sólo los promedios diarios) Este último dato de la
temperatura del suelo era sumamente importante ya que mientras no teníamos la
temperatura adecuada no podíamos empezar la siembra. Cosa muy discutida entre
los sembradores de maíz que por lo general lo hacían con temperaturas
superiores a los 14º, y hasta sembraban con temperaturas mayores.
Los distintos
trabajos planteados se indicaban con un alfiler de distinto color que se iba
remplazando por una marca de lápiz del mismo color en la medida que se
realizaba. Rojo: arado, verde: siembra, amarillo: rastra, violeta: disco, azul:
disco doble con rastra, rosa: escardillo, marrón: media tierra, naranja:
fumigación…
Conociendo las
hectáreas del lote y el trabajo a realizar iba poniendo en cada cuadro el
alfiler correspondiente. Al finalizar del trabajo yo sabía cuánta herramienta
necesitaba para cumplir el plan en 40 días, tiempo máximo fijado para la
implantación, que comprendía arado con rastra antes de la siembra, escardillo y
media tierra. Pongamos por ejemplo un lote con su barbecho realizado con mucha
anterioridad, se siembra, a los 20 días se le pasa rastra sobre siembra o
rotativa, a los 30 días se termina el escardillo y a los 40 días, con la media
tierra (todo esta organización adecuada en tiempo era fruto mi trabajo de
varios años conociendo el rendimiento/hora de cada herramienta)
Todas las mañanas
retiraba el alfiler del trabajo que se había efectuado en cada lote y con el
mismo color pintaba el cuadro donde había estado el alfiler. De esta manera yo
sabía el trabajo realizado y el trabajo pendiente.
En las tranqueras
de cada lote había puesto una varilla que sujetaba una cajita de madera. En la
parte exterior se anotaba la referencia de la semilla sembrada; y en el
interior de la caja se apuntaba sobre tarjetas todo el historial de las
actividades realizadas en ese lote.
Luego de terminar
la planificación llegué a la conclusión de que me iban a hacer falta dos
equipos más para la implantación. Comprometí al Sr, Bruera que tenía estos dos
equipos necesarios. Y para la cosecha me haría falta una cosechadora más para
lo que se contrató al Sr, Agoya.
A su debido tiempo,
con la humedad ideal y luego de pasar todo un día calibrando las distintas
sembradoras, nos lanzamos a la gran aventura. Yo rogaba a Dios que lo de los
papeles se cumpliera en el campo…
Diariamente enviaba
a Iñaki por comisionista el detalle de cómo iba funcionando todo. Recuerdo que
durante la cosecha le enviaba los datos de los lotes en cosecha: kilos
cosechados, kilos entregados, kilos remanentes en el campo.
Durante la siembra
el seguimiento del lote debía monitorearse continuamente a fin de saber cuántos
días demoraba en germinar, cuántos en nacer, cuántas plantas quedaban vivas
después de los trabajos y con cuántas plantas llegaban a la cosecha y la
cantidad de espigas.
Tanto rogar a Dios
y a la Pachamama,
la siembra y la cosecha resultaron buenas, los rindes fueron estupendos en una
zona donde se decía que no era propicia para el maíz. Muchos afirmaron con
envidia que Santa María tenía un MICROCLIMA.
Para finalizar
elaboré un informe completo para la Central.
Todos los años la firma reunía a
sus mayordomos para una Convención en Buenos Aires. En estas reuniones cada uno
exponía sus puntos de vista sobre lo acontecido a lo largo del año y fruto de
su labor en la explotación que dirigía. Se le entregaba un premio a aquel
mayordomo que había sobresalido por sus conocimientos y su labor.
En el mes de Julio
recibimos una carta de Casa Central en la que se nos informaba de que ese año la Convención no se iba a
realizar por razones de costos. Pero en el último párrafo decía: “El premio al
mejor aporte personal, al mejor aporte original de un mayordomo, que pensábamos
entregar en la mencionada convención, ha sido ganado por el Sr. Valerio Tobaldo
en su trabajo y en su informe Cosecha Maíz Estancias Santa María y El Bañadero,
y le será dado personalmente.
Del mencionado
trabajo hemos encargado fotocopias para entregar a todos los mayordomos. El
mismo es la prueba de la dedicación efectiva al trabajo, un ejemplo de
capacidad de análisis y síntesis y un aporte importante a la gestión de la
administración siendo elemento irremplazable para la futura planificación de
los trabajos agrícolas del campo al que está referido”.
Mentiría si dijera
que este reconocimiento no me alegró el ego entre los demás, pero les puedo
asegurar que desde lo más profundo de mi ser me sentía orgulloso y agradecido,
en primer lugar por mi familia que tanto me ayudó para que mi sueño de
agricultor nato rindiera su fruto; y en segundo lugar, porque Iñaki confió en
mí y no dudó en poner a mi disposición a los técnicos necesarios que nos
pudieran llevar adelante en esa empresa, y les aseguro que siempre eligió a los
mejores.
Este trabajo me
demostró que entre las muchas ventajas que tiene una Planificación organizada,
la principal es para el mayordomo que con datos precisos y fidedignos puede
constatar el cumplimiento diario de su plan con un rendimiento óptimo de los
equipos. Y para el contratista, porque le hace conocer en cada momento su
potencial trabajo/equipo de acuerdo a lo programado.
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