VALERIO TOBALDO
SUS ORÍGENES, SUS ANTEPASADOS.
CÓMO SU FAMILIA FORMÓ PARTE DE LA INMIGRACIÓN ITALIANA
PROCEDENTE DE VICENZA
REGIÓN DEL VENETO
XI CAPITULO
LA CIENCIA LLEGÓ AL CAMPO
Hacía dos años que estaba en la María con la monotonía de
siempre tambo-escritorio-escritorio-tambo. Ya lo habíamos hablado con Marta, si
yo quería adelantar y hacer carrera en el campo debíamos buscar otro camino.
Había tendido varias redes y recibí una
propuesta que se ajustaba a lo que yo estaba buscando, sólo era cuestión de
estudiarla. Pero a pesar de mi apuro siempre tenía en cuenta que al tomar una
determinación había que atenerse a las consecuencias, “piano piano se va a
lontano”
A principios de 1970 el Sr. Matheson, el
mayordomo general de la María
(en tres años ya habían pasado dos mayordomos por este puesto) me citó para el
día siguiente al Escritorio de La
Panchita, el Sr. Raúl Magnasco, un ingeniero joven que se
había hecho cargo de la supervisión de varios campos, quería hablar conmigo.
Esto me dejó muy intrigado porque ya era sabido por todos que la firma no
andaba nada bien, se habían entregado varios campos y cerrados tambos; además,
algunos tambos optaron por entregar la leche a otras empresas. En ese momento
mi temor fue que me trasladaran lejos de Canals.
Ya en el Escritorio, el Ingeniero Raúl Magnasco
me informó que habían decidido que me hiciese cargo de Don José ya que el Sr
Ituarte se haría cargo de La
Dorita, en Carlos Casares. No me puse a llorar porque me daba
vergüenza…y además me explicó que campo La Florida que dependía de Don José pasaría a estar
bajo la supervisión de La
Panchita, y Don José, directamente de Buenos Aires; y en la
administración estaría él al frente.
A esta altura de la propuesta yo ya no podía
razonar de la inmensa emoción que sentía, llevaría Don José y sin el lastre de La Florida que era un campo
netamente tambero, y como broche de oro, depender directamente de Buenos Aires.
Lo único que me acuerdo es que le agradecí al Ingeniero, pero no recuerdo si
saludé a alguien al salir del escritorio. Esa distancia de 10 km que me separaban de
casa para darle la noticia a Marta no se terminaba nunca y yo creo que hasta el
Jeep, que estaba aburrido de hacer ese camino interminable, habrá pensado “este
está loco, se cree que soy un turismo carretera”.
Con esta noticia se nos habría un horizonte para
nuestros sueños.
A mediados del mes de Febrero de 1970 me hice
cargo del campo. El personal permanente de Don José estaba compuesto por el
mayordomo, el segundo mayordomo, un capataz de campo, un capataz de
tractoreros, ocho tractoreros, cuatro peones generales, un molinero, un
parquero-quintero y tres puesteros.
Y sigo anotando fechas y más números, y esto
parece un manual de matemáticas que ni Pitágoras lo entendería, pero lo
considero necesario para expresar la magnitud del trabajo en cada momento de mi
vida. Sí, claro, aunque resulte más largo que amor de zonzo y más aburrido que bailar
con la hermana.
¿Cuál fue la razón de la compra de Don José unos
años antes? En la separación, Campos Canals se quedaba sin campo que recibiera
todo el destete, terneros machos y hembras que se separaban de las madres
cuando éstas terminaban su ciclo lechero en cada parición. Este nuevo campo
serviría como depósito del destete.
De esta manera, en Don José se recibían todos
los terneros machos para seguir con el proceso de invernada (paso de ternero a
novillito), luego, de engorde, hasta llegar a los 400 kilos o algo más, peso
con el que se destinaban a la venta en el Mercado de Liniers. Las hembras se
seleccionaban por sus condiciones para futuras madres, las que servían se
quedaban en Campo La Panchita;
cuando a su debido tiempo se las entoraba y se quedaban preñadas para parir en
los meses de Marzo o Septiembre, se las repartía por los tambos según las
necesidades. El tambo se renovaba sacando las vacas viejas, mayores de diez
años que habían finalizado su ciclo productivo, o las que por cualquier otro
defecto no daban el promedio de leche requerido. Las que no iban a ser madres,
se enviaban a Don José para su engorde y posterior venta.
Las vacas enfermas, solas o con sus terneros, se
retiraban en cualquier época del año y cuando cada campo reunía unos treinta
animales, llamados de deshecho, se las mandaba a la venta en las ferias
locales. Si sus terneros estaban en edad de destete, se mandaban las vacas
solas.
La edad de toda hacienda se determinaba por la
cantidad de muescas que tenían en la oreja derecha. El lugar y la cantidad de
las muescas referían un valor numérico para determinar su edad. Cada muesca de
arriba designaba que había nacido en un año terminado en tres, y las de abajo,
en un año terminado en uno. La de la punta señalaba año cero. Por ejemplo, si
un animal tenía una muesca arriba y una abajo era del año inmediato terminado
en cuatro. El animal de más de diez años era difícil que siguiera en el campo.
También luego del tacto rectal todas las
vaquillonas que habían estado en servicio, sin resultar preñadas y a falta de
engorde, se enviaban a Don José. Las gordas quedaban en La Panchita para su venta.
Volviendo a mi experiencia en el nuevo campo, yo
sabía que debía poner en juego todos mis conocimientos en el manejo de
hacienda, agricultura y del personal.
Sobre las nuevas cuestiones de ganadería
continuaba asistiendo a toda charla que se daba en los pueblos de los
alrededores y me informaba a través de los mayordomos y dueños de otros
establecimientos. Doy gracias porque los consejos para la innovación eran
buenos y abundaban.
En cuanto a agricultura, mi pasión, asistía a
las conferencias como asiduo concurrente haciéndome amigo de los semilleros e
ingenieros agrónomos que las daban. Y en tiempos de cosecha me ponía en
contacto con los contratistas que con sus máquinas trabajaban en la zona, la
mayoría santafesinos, y en general unos verdaderos maestros en este rubro.
Poco a poco y con mucho empeño fui conociendo
los adelantos que ya se estaban dando en esta actividad y mi vocación fue en
aumento.
En ese momento, la gran transformación en
agricultura se estaba dando en el ámbito de las semillas, tanto en las de
cosecha fina: trigo, centeno, cebada, avena…, como en las de cosecha gruesa:
maíz, sorgo… Los ingenieros agrónomos que visitaban los campos ofreciendo sus
semillas eran una preciosa fuente de información.
Antes se hablaba simplemente de siembra en
general, pero con los nuevos estudios aparecen en el mercado semillas que
ofrecen la posibilidad de establecer diferentes ciclos; ciclos cortos, medios o
largos. El ciclo se refiere al tiempo que necesita la semilla desde su siembra
hasta la cosecha. Esta innovación fue importante porque cada productor podía
elegir el tipo de semilla en función del ciclo que le favorecía más a su explotación.
Las oportunidades de organización y rendimiento se aumentaban muy sensiblemente
para el campo, sobre la misma tierra se podía hacer una segunda siembra
inmediatamente de la cosecha, lo que se llama en la jerga “siembra de segunda”.
Aclaro que no he mencionado la soja, la vedette
del momento, porque en aquella zona aún no se sembraba.
Yo iba anotando todos los datos recibidos en
libretas que eran mi Vademécum que me acompañaba como mi sombra en un día de
radiante sol. En mi cabeza tenía un ovillo de conocimientos e ideas y la
esperanza de que en algún momento empezarían a dar sus frutos. Pero sí ya era
conciente de la necesidad de tener en cuenta los múltiples detalles que podían
mejorar el rendimiento. Mi conclusión era que “sin programación una anticipada
y eficiente, sea en agricultura o ganadería, el éxito es imposible” La ciencia
estaba transformando el campo.
Lo dicho, para poder confeccionar una
programación eficiente se deben tener en cuenta varios factores esenciales y un
conocimiento profundo de los mismos: la definición de las hectáreas destinadas
a agricultura y ganadería, el rendimiento por hora de los equipos necesarios,
horas de trabajo diario de cada equipo y la determinación adecuada de las
fechas de inicio y finalización de cada actividad, que es uno de los elementos
más importantes para controlar eficientemente la producción. Conociendo todos
estos factores se consigue en el tiempo una programación más adecuada,
racional, y los frutos de la experiencia se van recogiendo de año en año; y
primero, en su aplicación general para luego ir planteándola lote por lote.
En mis inicios me di cuenta lo importante que
era registrar las horas que demoraban los tractores cuando trabajan en la
siembra de los verdeos o alfalfa para los tambos teniendo en cuenta la
superficie de cada lote. Yo lo iba anotando todo en mis libretas.
Cuando legué a Don José ya se había levantado
toda la cosecha de trigo, el grano se había guardado en los silos hasta
llenarlos, y el resto, cosechado en bolsas y entregado a dos acopiadores de
Viamonte. El trigo guardado se vendía en el momento oportuno, en ese año se
vendió en el mes de Mayo.
El campo contaba con cuatro tractores grandes
para efectuar trabajos de aradas, pero no era suficiente, tampoco teníamos
sembradoras, por lo que se recurría a la maquinaria de dos contratistas. La
cosecha y el picado de sorgo para silos a campo abierto que en invierno era el
complemento para la alimentación de la hacienda, eras otros dos trabajos para
los que se contrataba.
En el mes de Marzo con el ingeniero Magnasco
hicimos la programación tradicional para todo el año de agricultura y
ganadería. Se plasmó un plan clásico sobre el papel pero como en mis manos
estaba por completo la responsabilidad de su ejecución esto me permitió el margen
necesario para empezar a aplicar los nuevos conocimientos que había adquirido.
Gracias a mis libretas y a mi adicción al cálculo enseguida me di cuenta que
faltaban herramientas para poder llevar adelante el plan en tiempo y forma. Con
respecto a la productividad diaria de éstas había que tener en cuenta un dato
muy importante, que el equipo propio rendía un 25% menos que los contratados, y
eso que para estimular a nuestros tractoristas se les pagaba una bonificación
por hectárea trabajada además del sueldo.
Sobre la programación en ganadería, por el
momento, no cabían modificaciones. Para llevar adelante el plan, lo más
destacado que se debía tener en cuenta y que definía la rotación anual era la
carga de animales por hectárea y los lotes de alfalfa que había que reponer, ya
que la tierra con alfalfa después de cuatro años debía pasar a agricultura, y
viceversa.
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