miércoles, 2 de octubre de 2013

LA CIENCIA LLEGÓ AL CAMPO




VALERIO TOBALDO
SUS ORÍGENES, SUS ANTEPASADOS.
CÓMO SU FAMILIA FORMÓ PARTE DE LA INMIGRACIÓN ITALIANA PROCEDENTE DE VICENZA 
REGIÓN DEL VENETO

XI CAPITULO

LA CIENCIA LLEGÓ AL CAMPO

Hacía dos años que estaba en la María con la monotonía de siempre tambo-escritorio-escritorio-tambo. Ya lo habíamos hablado con Marta, si yo quería adelantar y hacer carrera en el campo debíamos buscar otro camino.
Había tendido varias redes y recibí una propuesta que se ajustaba a lo que yo estaba buscando, sólo era cuestión de estudiarla. Pero a pesar de mi apuro siempre tenía en cuenta que al tomar una determinación había que atenerse a las consecuencias, “piano piano se va a lontano”
A principios de 1970 el Sr. Matheson, el mayordomo general de la María (en tres años ya habían pasado dos mayordomos por este puesto) me citó para el día siguiente al Escritorio de La Panchita, el Sr. Raúl Magnasco, un ingeniero joven que se había hecho cargo de la supervisión de varios campos, quería hablar conmigo. Esto me dejó muy intrigado porque ya era sabido por todos que la firma no andaba nada bien, se habían entregado varios campos y cerrados tambos; además, algunos tambos optaron por entregar la leche a otras empresas. En ese momento mi temor fue que me trasladaran lejos de Canals.
Ya en el Escritorio, el Ingeniero Raúl Magnasco me informó que habían decidido que me hiciese cargo de Don José ya que el Sr Ituarte se haría cargo de La Dorita, en Carlos Casares. No me puse a llorar porque me daba vergüenza…y además me explicó que campo La Florida que dependía de Don José pasaría a estar bajo la supervisión de La Panchita, y Don José, directamente de Buenos Aires; y en la administración estaría él al frente. 
A esta altura de la propuesta yo ya no podía razonar de la inmensa emoción que sentía, llevaría Don José y sin el lastre de La Florida que era un campo netamente tambero, y como broche de oro, depender directamente de Buenos Aires. Lo único que me acuerdo es que le agradecí al Ingeniero, pero no recuerdo si saludé a alguien al salir del escritorio. Esa distancia de 10 km que me separaban de casa para darle la noticia a Marta no se terminaba nunca y yo creo que hasta el Jeep, que estaba aburrido de hacer ese camino interminable, habrá pensado “este está loco, se cree que soy un turismo carretera”.
Con esta noticia se nos habría un horizonte para nuestros sueños. 

A mediados del mes de Febrero de 1970 me hice cargo del campo. El personal permanente de Don José estaba compuesto por el mayordomo, el segundo mayordomo, un capataz de campo, un capataz de tractoreros, ocho tractoreros, cuatro peones generales, un molinero, un parquero-quintero y tres puesteros.
Y sigo anotando fechas y más números, y esto parece un manual de matemáticas que ni Pitágoras lo entendería, pero lo considero necesario para expresar la magnitud del trabajo en cada momento de mi vida. Sí, claro, aunque resulte más largo que amor de zonzo y más aburrido que bailar con la hermana.

¿Cuál fue la razón de la compra de Don José unos años antes? En la separación, Campos Canals se quedaba sin campo que recibiera todo el destete, terneros machos y hembras que se separaban de las madres cuando éstas terminaban su ciclo lechero en cada parición. Este nuevo campo serviría como depósito del destete. 
De esta manera, en Don José se recibían todos los terneros machos para seguir con el proceso de invernada (paso de ternero a novillito), luego, de engorde, hasta llegar a los 400 kilos o algo más, peso con el que se destinaban a la venta en el Mercado de Liniers. Las hembras se seleccionaban por sus condiciones para futuras madres, las que servían se quedaban en Campo La Panchita; cuando a su debido tiempo se las entoraba y se quedaban preñadas para parir en los meses de Marzo o Septiembre, se las repartía por los tambos según las necesidades. El tambo se renovaba sacando las vacas viejas, mayores de diez años que habían finalizado su ciclo productivo, o las que por cualquier otro defecto no daban el promedio de leche requerido. Las que no iban a ser madres, se enviaban a Don José para su engorde y posterior venta. 
Las vacas enfermas, solas o con sus terneros, se retiraban en cualquier época del año y cuando cada campo reunía unos treinta animales, llamados de deshecho, se las mandaba a la venta en las ferias locales. Si sus terneros estaban en edad de destete, se mandaban las vacas solas. 
La edad de toda hacienda se determinaba por la cantidad de muescas que tenían en la oreja derecha. El lugar y la cantidad de las muescas referían un valor numérico para determinar su edad. Cada muesca de arriba designaba que había nacido en un año terminado en tres, y las de abajo, en un año terminado en uno. La de la punta señalaba año cero. Por ejemplo, si un animal tenía una muesca arriba y una abajo era del año inmediato terminado en cuatro. El animal de más de diez años era difícil que siguiera en el campo.
También luego del tacto rectal todas las vaquillonas que habían estado en servicio, sin resultar preñadas y a falta de engorde, se enviaban a Don José. Las gordas quedaban en La Panchita para su venta.

Volviendo a mi experiencia en el nuevo campo, yo sabía que debía poner en juego todos mis conocimientos en el manejo de hacienda, agricultura y del personal. 
Sobre las nuevas cuestiones de ganadería continuaba asistiendo a toda charla que se daba en los pueblos de los alrededores y me informaba a través de los mayordomos y dueños de otros establecimientos. Doy gracias porque los consejos para la innovación eran buenos y abundaban. 
En cuanto a agricultura, mi pasión, asistía a las conferencias como asiduo concurrente haciéndome amigo de los semilleros e ingenieros agrónomos que las daban. Y en tiempos de cosecha me ponía en contacto con los contratistas que con sus máquinas trabajaban en la zona, la mayoría santafesinos, y en general unos verdaderos maestros en este rubro. 
Poco a poco y con mucho empeño fui conociendo los adelantos que ya se estaban dando en esta actividad y mi vocación fue en aumento.
En ese momento, la gran transformación en agricultura se estaba dando en el ámbito de las semillas, tanto en las de cosecha fina: trigo, centeno, cebada, avena…, como en las de cosecha gruesa: maíz, sorgo… Los ingenieros agrónomos que visitaban los campos ofreciendo sus semillas eran una preciosa fuente de información.
Antes se hablaba simplemente de siembra en general, pero con los nuevos estudios aparecen en el mercado semillas que ofrecen la posibilidad de establecer diferentes ciclos; ciclos cortos, medios o largos. El ciclo se refiere al tiempo que necesita la semilla desde su siembra hasta la cosecha. Esta innovación fue importante porque cada productor podía elegir el tipo de semilla en función del ciclo que le favorecía más a su explotación. Las oportunidades de organización y rendimiento se aumentaban muy sensiblemente para el campo, sobre la misma tierra se podía hacer una segunda siembra inmediatamente de la cosecha, lo que se llama en la jerga “siembra de segunda”.
Aclaro que no he mencionado la soja, la vedette del momento, porque en aquella zona aún no se sembraba.

Yo iba anotando todos los datos recibidos en libretas que eran mi Vademécum que me acompañaba como mi sombra en un día de radiante sol. En mi cabeza tenía un ovillo de conocimientos e ideas y la esperanza de que en algún momento empezarían a dar sus frutos. Pero sí ya era conciente de la necesidad de tener en cuenta los múltiples detalles que podían mejorar el rendimiento. Mi conclusión era que “sin programación una anticipada y eficiente, sea en agricultura o ganadería, el éxito es imposible” La ciencia estaba transformando el campo. 
Lo dicho, para poder confeccionar una programación eficiente se deben tener en cuenta varios factores esenciales y un conocimiento profundo de los mismos: la definición de las hectáreas destinadas a agricultura y ganadería, el rendimiento por hora de los equipos necesarios, horas de trabajo diario de cada equipo y la determinación adecuada de las fechas de inicio y finalización de cada actividad, que es uno de los elementos más importantes para controlar eficientemente la producción. Conociendo todos estos factores se consigue en el tiempo una programación más adecuada, racional, y los frutos de la experiencia se van recogiendo de año en año; y primero, en su aplicación general para luego ir planteándola lote por lote. 
En mis inicios me di cuenta lo importante que era registrar las horas que demoraban los tractores cuando trabajan en la siembra de los verdeos o alfalfa para los tambos teniendo en cuenta la superficie de cada lote. Yo lo iba anotando todo en mis libretas.

Cuando legué a Don José ya se había levantado toda la cosecha de trigo, el grano se había guardado en los silos hasta llenarlos, y el resto, cosechado en bolsas y entregado a dos acopiadores de Viamonte. El trigo guardado se vendía en el momento oportuno, en ese año se vendió en el mes de Mayo.
El campo contaba con cuatro tractores grandes para efectuar trabajos de aradas, pero no era suficiente, tampoco teníamos sembradoras, por lo que se recurría a la maquinaria de dos contratistas. La cosecha y el picado de sorgo para silos a campo abierto que en invierno era el complemento para la alimentación de la hacienda, eras otros dos trabajos para los que se contrataba.
En el mes de Marzo con el ingeniero Magnasco hicimos la programación tradicional para todo el año de agricultura y ganadería. Se plasmó un plan clásico sobre el papel pero como en mis manos estaba por completo la responsabilidad de su ejecución esto me permitió el margen necesario para empezar a aplicar los nuevos conocimientos que había adquirido. Gracias a mis libretas y a mi adicción al cálculo enseguida me di cuenta que faltaban herramientas para poder llevar adelante el plan en tiempo y forma. Con respecto a la productividad diaria de éstas había que tener en cuenta un dato muy importante, que el equipo propio rendía un 25% menos que los contratados, y eso que para estimular a nuestros tractoristas se les pagaba una bonificación por hectárea trabajada además del sueldo.

Sobre la programación en ganadería, por el momento, no cabían modificaciones. Para llevar adelante el plan, lo más destacado que se debía tener en cuenta y que definía la rotación anual era la carga de animales por hectárea y los lotes de alfalfa que había que reponer, ya que la tierra con alfalfa después de cuatro años debía pasar a agricultura, y viceversa.

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