viernes, 4 de octubre de 2013

EL VALOR DE LA PROGRAMACIÓN



VALERIO TOBALDO
SUS ORÍGENES SUS ANTEPASADOS.
CÓMO SU FAMILIA FORMÓ PARTE DE LA INMIGRACIÓN ITALIANA PROCEDENTE DE VICENZA, REGIÓN DEL VENETO
CAPITULO XII

Un aspecto muy importante y ventajoso para la programación agrícola-ganadera en campo Don José era su superficie. Contábamos con un bloque de 8000 hectáreas con la particularidad de que por su interior no pasaba ninguna calle pública ni vecinal. Estaba muy bien apotrerado en 38 lotes, lo que facilitaba el manejo en general; por ejemplo, la clasificación de la hacienda en sus distintas categorías y sexo (aunque había muchos alambrados internos que estaban en muy malas condiciones por lo que en más de una ocasión se nos mezclaba la hacienda)
En este primer planteamiento anual de la cosecha fina y gruesa que habíamos elaborado, yo debía tener en cuenta al detalle los cambios de hectáreas a trabajar porque además de la cosecha fina de trigo para la venta que se venía haciendo siempre, había que sembrar centeno y avena para semilla, no sólo para este campo sino para abastecer Campos Canals. Y en cuanto a la cosecha gruesa, debíamos sembrar sorgo de pastoreo (Leoti Red) que luego de cosechado se buscaría un contratista para su clasificación, guardando en silo lo necesario para siembra en Don José, el resto, para proveer a los otros campos. El sobrante para la venta. Ese año también se planteó un aumento de hectáreas de sorgo granífero, de 500 hectáreas se pasaría a sembrar 800. La producción se entregaría íntegramente a la Sección Fábricas La Genovesa para alimento de los cerdos.
Antes de continuar quiero remarcar que la producción de sorgo granífero de ese año fue para mí una nueva experiencia porque hasta el momento se sembraba una sola variedad. Con la venia del ingeniero hicimos muestreos de diferentes variedades en áreas de 10 hectáreas cada una; luego en la cosecha pesamos los rindes de las distintas variedades comparándolas entre sí, también las comparamos con el grueso del rendimiento de la variedad de sorgo granífero que siempre se había usado. Una experiencia nueva que nos demostró que en el mercado ya había semillas muy superiores a la que siempre se había sembrado y que debíamos tener en cuenta para el siguiente año. Esto no sólo nos sirvió a nosotros sino también a muchos productores de sorgo que nos pidieron los resultados.
Cuando efectué la programación sobre el papel me encontré con que lo que yo ya suponía, al aumento de las hectáreas sembradas había que calcularle los trabajos previos de barbecho, tan necesarios a fin de lograr mayor rendimiento, acumulación de humedad de las lluvias y combatir las malezas. Para conseguir cumplir nuestros objetivos en tiempo y forma íbamos a necesitar dos contratistas con arados, dos sembradoras y una cosechadora más. Por primera vez alguien planteaba la importancia de cumplir con rigor los periodos destinados a las diferentes actividades productivas, teniendo en cuenta la incorporación de nuevas semillas con ciclos muy definidos.
Revisé este cálculo con el Ingeniero en su visita del mes siguiente apoyándome en los datos que yo había ido recogiendo en mis notas, en mi Vademécum. Al principio lo tomó como algo más teórico que práctico y muy difícil de obtener, pero luego de revisarlo y dándole yo todas las explicaciones aprobó el plan. Por supuesto, no resultó el cien por cien de lo programado como es de esperar, la naturaleza es impredecible, pero para los años siguientes esta manera de trabajar quedó como obligatoria en Don José y con el tiempo se plantearía en los demás campos.

Tal vez a esta altura se preguntarán por qué soy agricultor y amo la tierra. Para mí la tierra es mi Pachamama, la siento en mis manos y no puedo explicar la riqueza, la bondad y la vida que hay en ella, y cómo responde en poco tiempo a los deseos del hombre. Pongamos por ejemplo un grano de trigo: lo pones en la tierra y a los 4 ó 5 días ya germinó, un poco más y ya está fuera; sigue su crecimiento que uno va observando cada día como un hijo que crece, va produciendo hojas, luego florece y forma su espiga que multiplica y te devuelve muchas más semillas por cada una que plantaste. A los 170 días una espiga dorada cubierta de granos ya está en condiciones de ser cosechada y convertirse en pan. No hay nada más hermoso en la naturaleza, que llene más tus ojos, que el suave ondular de los trigales de color oro, los alfalfares irradiando azules donde miles de abejas los visitan para llevar el polen con el que fabrican la miel. El mar de cabezas de color amarillo de los girasoles que van girando con el sol desde que éste amanece hasta su pérdida en el horizonte…
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En ganadería también se iba innovando y dentro de mí se despertó un nuevo interés o curiosidad, hasta el momento no había trabajado en el manejo de rodeo de vacas con cría, engorde en corral e inseminación artificial, pero este aprendizaje quedó pendiente para años futuros porque en Don José no se realizaban estas tareas.
Para el trabajo ganadero contábamos con muy buenas instalaciones de mangas, bañadero y balanza individual. 
Los novillos se clasificaban en tres categorías, gordos, medianos y los más chicos de los destetes. Mensualmente se pesaban los novillos gordos llamados la primera cabeza y casi todas las semanas se cargaba una jaula de treinta para la venta. La reposición se hacía con los de segunda cabeza. 
Era un campo muy castigado por la sarna. Por este motivo, en lugar de dar los dos baños anuales de costumbre debíamos dar tres, asumiendo un mayor trabajo y un coste elevadísimo. Pensábamos que al repetir el mismo remedio la sarna se autodefendía como ocurre con los herbicidas con las malezas. Cambiamos de remedio pero no nos dio resultado. Se vacunaba contra aftosa de acuerdo a la obligación de Senasa.
También era muy común el Pietin, enfermedad que ataca las manos y las patas de los animales. Para esta cura teníamos un bañadero aparte de 4 x 4 metros y 50 centímetros de alto; se ponía 30 centímetros de agua y la dosis proporcional de sulfato de cofre. Eran necesarios tres o cuatro baños para su curación. Otra enfermedad recurrente, aunque no en gran escala, era la enfermedad de los ojos; en este caso se apartaban en un lote chico o enfermería todo animal para tratar, luego ya sanos volvían a sus lotes respectivos.

En el año 1971, finalizado el contrato, Magnasco cerró varios tambos y devolvió la tierra a su dueña, la Señorita Josefina Rosa Fernández de Anchorena, en Tedín Uriburu, provincia de Buenos Aires. Posteriormente, la propietaria entregó el campo a la firma Zuberbülher para su administración. Por contrato firmado con Magnasco, al entregar el campo se debían desmantelar las casas de los tamberos, los alambrados interiores y corrales, debía quedar campo raso respetando sólo los molinos y las aguadas. Una vez efectuada esta cláusula el material retirado, postes, varillas y alambre, se envió a Don José. Esto nos vino muy bien porque como ya dije las líneas de alambrado estaban muy deterioradas. Se buscó un alambrador que se instaló con su familia en un monte en el cerco de la manga. Parece mentira pero este trabajo de renovación le cambió la cara al campo. 

Personal de Don José y sus obligaciones

El Segundo Mayordomo era un hombre sin ningún conocimiento en agricultura, bastante conocedor de hacienda, pero sin espíritu de seguir aprendiendo. Su trabajo consistía en llevar las planillas diarias del Escritorio: parte diario, planillas de hacienda, registro de lluvias; también era su responsabilidad recorrer los sembrados para control de plagas, las pesadas y los baños.

El Capataz de campo en ganadería era un hombre muy criollo y muy capaz en el manejo del personal a sus órdenes, quienes lo respetaban. Muy conocedor de la hacienda. Sus responsabilidades eran compartidas con el Segundo. Se encargaba de los baños y pesada de los novillos, trabajo que yo supervisaba si no había cosecha. También de la cura de los animales. Cargaba los camiones de novillos y recibía los camiones con hacienda que llegaban al campo.

Los Puesteros debían recorrer diariamente los lotes de hacienda y revisar la parte del alambrado perimetral que correspondía a su sección y arreglarlo, mantener limpias las bebidas y por la tarde ayudar al Capataz en los trabajos. Entre los puesteros debían juntarse y terraplenar las bebidas de sus secciones, mantener limpios los cercos de los tanques. Debían cuerear los animales que se morían en su sección.

El Capataz de tractoreros era un hombre de carácter y la gente lo respetaba. Conocía mucho de agricultura en la parte de preparación de tierra. Junto con el Capataz de Campo eran mis mejores colaboradores. Estaba a cargo del equipo de tractoristas. También se ocupaba de la Herrería arreglando la maquinaria siempre que fuese posible hacerlo en la estancia. Se encargaba de llevar de la despensa propia lo que necesitara el cocinero. El Capataz no vivía en el campamento de tractoristas, sino que ocupaba con su familia una casa en el casco

Los Tractoreros eran dos por tractor y trabajaban en tres turnos de 8 horas. Únicamente araban y pasaban rastra a disco ya que eran las únicas herramientas propias que teníamos. Cuando no había trabajo en el campo llevaban el equipo a la estancia y reparaban y dejaban las herramientas a punto, o arrancaban monte y hacían leña para cocinas y estufas. Tiempo que también se aprovechaba para darle las vacaciones. El campamento contaba con cuatro casillas, tres para dormir y una cocina-comedor. 

Los Cocineros eran dos, uno de la cocina del personal de la estancia y el otro del campamento de tractoreros. 

Los Peones generales eran cuatro que le ayudaban al Capataz. Apartaban hacienda o cualquier otro trabajo imprevisto que surgiera. Uno de ellos, cuando moría un animal, con un tractor chico llevaba la osamenta al cementerio y traía el cuero a la estancia donde lo estaqueaba. También se ocupaban de la limpieza de los galpones.

El Molinero se encargaba del arreglo de los molinos rotos o cambiaba cueros a todos los cilindros de los molinos del campo y revisaba sus niveles de aceite.

El Parquero-quintero se encargaba únicamente de la quinta y del parque. Con un tractor chico y una máquina desmalezadora cortaba el pasto del parque que era bastante grande. 

Las cosas en la firma no funcionaban bien, se habían retirado tambos de particulares y otras empresas como la Sereníssima, Sancor, Nestlé comenzaron a retirar leche de la zona; Sancor formó una Cooperativa que le quitó más tambos aún. 
Magnasco que por muchos años dio trabajo a centenares de personas de Canals, como la más potente industria lechera de Argentina, hoy iba perdiendo su competitividad, estaba dando lugar a que otras empresas muy fuertes y que se estaban renovando, se metieran en su territorio; lo mismo pasaba en Venado Tuerto y Tandil. Nosotros veíamos un horizonte muy oscuro, y cuando digo nosotros me refiero a los mayordomos. Algunos encontraron trabajo en otras firmas y yo estaba en la duda. Me sentía preparado para ser mayordomo de cualquier tipo de campo. 
Las relaciones se iban enfriando y las comunicaciones eran un poco tirantes. En Don José me ordenaron vender muchos novillos que no estaban es el estado ideal. Quizás no era como nosotros lo veíamos, pero al poco tiempo la cuestión se puso demasiado tirante y muy fea. Al final de todo esto presenté mi renuncia el 20 de Junio de 1971. Había trabajado con Magnasco durante 22 años. 
Debía buscar un nuevo trabajo y sólo tenía varias ofertas que no estaban de acuerdo a lo que yo pretendía, pero cuando uno menos lo piensa salta la liebre. Un amigo y compañero de trabajo en Magnasco que estaba incorporado a la firma Zuberbülher, y que lo trasladaban a otro campo, viajó a Canals para ofrecerme el puesto que dejaba. Por su intermedio volví a trabajar en otra firma. Nuevamente me sentía muy seguro de mí mismo. 
Debo agradecerle al Sr. Leandro Donis por ese gesto que tuvo conmigo.

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