VALERIO TOBALDO
Mis anécdotas
Otra
de censos - Esto que
voy a contar me sucedió a mí
Estaba yo de Mayordomo en el “Campo Benjamín Gould” y me pidieron que censara
a los empleados del
establecimiento: tamberos, puesteros, peones, así como a otras personas de los alrededores; entre ellas a la familia
de un peón, que vivía en un puesto muy humilde, que le había prestado un amigo
de su patrón, para que trajera su
familia; allí siempre habían vivido hombres solos.
Llegamos el
día del censo y nos recibió el dueño de casa, quién se presentó como Donaciano
Domínguez. Un hombre de unos 50 años; en ese momento estaba cortando yuyos
alrededor del puesto
Le
expliqué a lo que íbamos, y nos hizo
pasar muy amablemente. Todo era muy humilde, y a decir verdad, bastante sucio. Mandó
a los chicos afuera y de una pieza apareció una mujer muy joven, pensé que se
trataría de algún familiar, pero el nos la presentó como su señora.
Le pregunté
como se formaba su familia y me
contestó que tenía la señora y cuatro hijos.
Para responder a los datos que le pedía noté que consultaba un cuaderno. Aquello me
pareció muy raro, entonces le pedí los documentos. Otra cosa que me llamó la
atención fue la gran diferencia de edad que
ha simple vista se notaba entre él y su esposa,
Al pedirle nuevamente los documentos, me contestó que
ninguno de sus hijos habían sido anotados, su esposa tampoco. A pesar de ello,
lo mismo los censé. El tenía 50 años, su
esposa 22 y sus hijos, 6, 4, 3 y 1 año y
la mujer estaba embarazada. Terminado el Censo le pregunté si el me autorizaba
a regularizar a su familia, le aclaré que yo me ocuparía de hacer todos los trámites. De está manera, le dije
_
Ustedes no pueden seguir viviendo como si no existieran.
Me lo agradeció y me manifestó que en alguna ocasión
lo quiso hacer, pero había tenía miedo.
Nos despedimos y en el camino, comentando con mi compañero la situación, no pudiendo
creer que en esos tiempos sucedieran ese tipo de cosas.
Al día siguiente fui a Canals a hablar con el Jefe
del Registro Civil, quién me contestó que en ese momento estaba viajando a Córdoba, pero que ese asunto era
solucionable y a su regreso lo hablaríamos.
Así fue que a su regreso me explicó todo los trámites a
efectuar:
En primer lugar tendríamos que anotar a la mujer con
la fecha de nacimiento que ella tenía,
luego anotar a sus hijos como naturales, después casar a la pareja y finalmente,
que el reconociera a los hijos como propios.
Hablé de nuevo con el Sr. Domínguez para trasmitirle
el proceso, quién aceptó todo de buen grado. A continuación le pregunté si él y
su esposa no se casarían por Iglesia y bautizarían a sus hijos. (Esto yo ya lo había hablado con el cura de Canals,
que era muy amigo mío, quién me dijo que
no había ninguna dificultad y que los casaría y los bautizaría a todos en la casa ) Ella era nacida en Canals y en
los libros de la Parroquia
de Canals no figuraba como bautizada.
Sus padres habían muerto y un hermano, que pudimos localizar, nos comentó que
ella se juntó con Domínguez cuando
tenía 15 años y estaba embarazada
Lo único que tenía
que hacer Don Domínguez era buscar algunos amigos como padrinos, le
dije que no importaba si dos
chicos tuvieran los mismos padrinos.
Resumiendo, on el Cura, el Jefe del Registro Civil y el Sr Domínguez quedamos que todo se
realizaría el domingo 17 de julio a las
5 de la tarde en la Casa
del señor Domínguez.
Llegó el día, previa indicación al cura y al jefe del
registro civil como llegar, se efectuaron todas las ceremonias
Cuando me encontré algunos días después con el cura
me comentó que aquel acontecimiento le había parecido una pequeña Misión
de Campaña y luego, el Jefe del Registro
Civil me dijo que sería un recuerdo para toda su vida.
Quiero aclarar que esto no pasó en el impenetrable
del Chaco, sino en pleno corazón de la Provincia de Córdoba. Ahora yo me pregunto ¿cuantos
Domínguez habrá en nuestro gran país?
Tantos años vividos entre esa gente humilde, trabajando a pesar de las inclemencias del tiempo, la lluvia que les empapaba sus espaldas y el sol implacable en los corrales llenos de
barro, sobre tractores sin cabinas para guarecerse, desde donde diariamente
veían cada mañana salir el sol, y
atardeceres desapareciendo en el horizonte; o viviendo en casillas en el medio
del campo, sin ningún tipo de
calefacción. Hoy a tantos años de mi vida entre esa gente , que muchas veces no
se sé sentían acompañados ni en las
buena y en las malas, sino simplemente ignorados, tengo grabados en mi mente
tantos de esos momentos , que agradezco
a Dios, el poder haber sido el vínculo en grados superiores en el ámbito
laboral, sin importarme esa circunstancia y poder acompañarlos, comprenderlos y
tratarlos con el mismo cariño que heredé
de la teta de mi madre y la
humildad del hogar donde había nacido, Fueron para mi siempre considerados hermanos
, no simples personas que el destino había puesto un grado más bajo del escalón de mi vida . Si
las circunstancias me obligaban a tomar alguna decisión ingrata, lo hacía con
toda serenidad y de manera que comprendieran su error, recalcando sobretodo sus virtudes.
Siempre tuve presente que los seres humanos podemos
resultar buenos para unos y malos para
otros, y mientras no demuestre sus malas intenciones el trato humanitario le
hace comprender su error.
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