CAPITULO I
EL VIAJE DE LAS FAMILIA
TOBALDO – D’ANDREA
ÁRBOL GENEALÓGICO
Bisabuelo : Tobaldo
Gaetano Nac. en Albertone (I) el 3/2/1849 . Acta 79 PIS .
Bisabuela : Albanesse Paola. Nac.en Vicenza (I) el
5/7/1851 . Acta 57 PIS
Abuelo: Tobaldo Benedetto, Nac en Vicenza (I) el
6/3/1874. Acta 14 PIS
Abuela D/Andrea Valentina. Nac en Trevignano (I) el
7/8/1875 Acta 93 PIS
Padre: Cayetano Tobaldo Nac en Vicenza (I) el
19/2/1904. Acta 206 PIS
Madre María Monticelli . Nac. en Rimini (I) el
4/4/1908. Acta 48
Hijo Tobaldo Valerio: Nac en Monte Maíz , Córdoba el
22/12/1928 Acta 160
Esposa Sastre Marta Elena . Nac en Canals. Córdoba . el
27/2/1935. Acta 43
Algo de historia familiar
Lo que ahora llamamos LA BELLA ITALIA era para
sus hijos una situación de vida muy difícil de sobrellevar, debido a la falta
de trabajo tuvieron que buscar nuevos horizontes fuera de su Patria. América
les abría sus brazos, se ofrecía como un arca de salvación para remediar todos
sus males, entre ellos asegurarse una vida familiar digna, la educación de sus
hijos, en fin, huir del hambre….
Pero era necesario armarse de un espíritu aventurero
para embarcarse a lo desconocido, cortar todos sus lazos familiares y poner un
mar como barrera. Muchos no lo dudaron y con baúles llenos de ilusiones y sin
una lira en los bolsillos emprendieron el viaje con la esperanza de solucionar
sus problemas, pero únicamente viajaban los cuerpos porque sus corazones
quedaban en su querida Patria, guardados como en un relicario en el recuerdo de
sus parientes.
Los que partieron llegaron a una tierra que los recibía
aunque un duro trabajo tuvieron que hacer. Nadie les regalaba nada, todo había
que conseguirlo con la fuerza de sus brazos y múltiples sacrificios.
El viaje de mi familia
La
Familia de Benedetto Tobaldo (
mis abuelos ) y sus cinco hijos de de 11, 10 ,7 ,6 ,y 4 años con otros miembros
de su familia enfrentaron también el desafío que el destino les ponía ante si.
No dudaron y en 1907 se embarcaron a lo que para ellos era la tierra prometida
cortando el cordón umbilical con su Patria; y mientras más se alejaban de sus
costas veían flamear en el horizonte la bandera tricolor y en los corazones de
los mayores juraban que ésta siempre estaría allá donde fueran, que no la
traicionarían y la verían ondear todos los días con los primeros rayos del sol
americano junto a la bandera del país que los acogía.
Mi familia desembarcó y permaneció un año en Brasil, no
solucionaron sus problemas y nuevamente se hicieron a la mar, y así arribaron
Argentina en el año 1908.
Ya desembarcados, un pueblito de nombre Chucul , en la Provincia de Córdoba fue
su destino. Ignoramos cuales fueron los motivos que los llevó a instalarse en
Chucul, tal vez porque allá había ya una importante colonia de inmigrantes de
varias partes de Italia, aunque no parientes.
Todos los integrantes de la familia Tobaldo en
Argentina somos descendientes de Benedetto Tobaldo y Valentina D/Andrea,
llegados como dijimos en el año 1908. De acuerdo a censos que hicimos y
reuniones de familias hoy los descendientes somos más de 600 personas. Es decir
todos los Tobaldos de Argentina somos parientes.
Tomando datos del libro “Chucul, la historia de un
Pueblo” del escritor Walter Bonetto, “Según la tradición es la formación del
nombre de un cacique indio llamado Chucul que no se sabe con certeza que haya
habitado esas tierras ,pero posiblemente hacía incursiones con malones en esas
región”
Benedetto Tobaldo como todo Italiano se dedicó a la Agricultura sembrando
trigo y maíz con la precariedad de las herramientas que poseía. Las mujeres
cuidaban de sus hijos, criaban aves, hacían el pan.
Al decir de W. Bonetto, la familia Tobaldo “como otras
muchas más sufrieron tiempos muy difíciles por los desalojos que eran
corrientes y con ello quedaban sin piedad familias enteras en medio de las
calles rurales durmiendo debajo del carro y niños pequeños y miserias muy
grandes”.
En 1910 fallece Benedetto Tobaldo y al quedar sola la Abuela Valentina
con sus hijos aun pequeños todos los compatriotas la ayudan para poder seguir
adelante. A los mayorcitos les daban changas los chacareros vecinos..
Esta es la primera parte de los recuerdos…más adelante
seguiré contando anécdotas y otras hierbas.
CAPITULO II
LA FAMILIA EN ARGENTINA
A fin de completar la familia debo agregar que ya en
Argentina se aumentan sus miembros con la llegada de dos nuevas hijas, Amalia
que nace en Chañar Ladeado, Provincia de Santa Fe, de camino, quién morirá
soltera por tuberculosis pulmonar a los 39 años. Y, un año más tarde, ya en
Chucul, viene al mundo María, quedando así completo este grupo familiar de mis
ancestros.
Algo que deseo destacar es que todos los Tobaldos
(hombres y mujeres ) formaron matrimonios con hijos de italianos oriundos sin
haberse conocido las familias en Italia, lo que demuestra mi afirmación de que
Chucul fue un centro de inmigrantes de distintas regiones de Italia poniendo
por ejemplo a mi padre nacido en Vicenza y mi madre nacida en Rimini.
¿ Como siguió la vida de mi familia en Chucul.? En
primer lugar la Mare ,
mi abuela con un espíritu batallador y de carácter muy fuerte se dedicó de
lleno a conseguir alquilar unas hectáreas de tierra y seguir trabajando con sus
hijos y con la ayuda de sus compatriotas. Tres años más tarde contrajo un nuevo
matrimonio, y eso hizo que en la familia ya hubiera un hombre que la
representase. De ese nuevo matrimonio nacen dos hijas mujeres y un hijo varón.
Sus hijos mayores, además de trabajar la tierra propia
buscan nuevos horizontes para ayudar a su madre, trabajan en chacras vecinas y
viajan para la cosecha de maíz en Santa Fé, a la llamada “juntada de maíz”.
Las relaciones de los Tobaldo varones con el nuevo
marido de mi abuela no son las mejores y se van alejando del hogar adquiriendo
nuevas residencias, como en el caso de mi padre que se aleja cuando la familia
de mi madre ( los Monticelli ) se traslada a Monte Maíz . Ya mis Padres eran
novios.
La abuela Valentina muere en Chucul en 1936 a la edad de 61 años.
Todos sus hijos ya estaban casados.
Mis padres contraen matrimonio en Monte Maíz en el año
1926 y tienen 9 hijos : Valentina que fallece a los tres meses, Valerio,
Armando que fallece de 1 año, Adolfo, Edin, Elsa, Humberto, Etelvina y Hugo.
Mi padre trabajaba como empleado de herrerías y
talleres, reparaba máquinas agrícolas. Esta especialidad nos llevó de Monte
Maíz a Canals, donde comenzó a trabajar en los talleres de la firma Periales.
Cuando esta empresa cambió de dueño pasó a trabajar como tractorista en épocas
de aradas y siembras, y como maquinista en épocas de cosechas de trigo,
alfalfa, avena y cebada. También se ocupaba de las desgranadoras de maíz; en
esa época el maíz se juntaba a mano y luego de ponerlo en trojas (depósito de
espigas) iba la máquina desgranadora. Se separaba el maíz que se embolsaba y se
entregaba a los cerealistas, y el marlo que se usaba en las chacras para
alimentar las cocinas.
Este trabajo lo realizó hasta el año 1942 ( más
adelante diré la causa por la cual mi padre cambió de trabajo ) Y empezó a
trabajar en la firma Magnasco como encargado de la proveeduría de la fábrica La Genovesa , una sección
dedicada al almacenamiento de repuestos para los talleres de carpintería, tachería,
herrería, etc.
Mi padre fallece el 4 de Octubre de 1952 a la edad de 48 años.
Dado que mi padre vivía el mayor tiempo en el campo, la
vida en nuestro hogar se desarrollaba bajo los dictados de mi madre. Nuestra
casa era una casa muy humilde en la sección quintas de Canals, abarcando toda
una manzana de tierra que se usaba en su totalidad. La mitad de la tierra se
sembraba con alfalfa, y en ese sembrado siempre teníamos una vaca que algún
amigo de mi padre le prestaba. Mi madre ordeñaba todas las mañanas y al pie de
la vaca nos daba una taza de leche con pan casero antes de ir al colegio.
También criaba gallinas y hacía el pan. Y aunque no era modista de profesión, o
sin estudios, era la que cosía nuestra ropa y también para algunos vecinos. En
el vecindario era la única que tenía máquina de coser y nunca se le ocurrió
cobrar por sus favores. En aquellos tiempos la palabra vecino significaba otra
cosa…
Mi padre los fines de semana sembraba zapallos, papas,
melones, sandías y papa dulce en la otra mitad del terreno. Luego a los
zapallos y a las papas los guardaba ya maduros en silos que hacía en la tierra
para que nos duraran varios meses. Y como la producción de sandías y melones
era tan grande siempre había para regalar a los vecinos.
Cerca de la casa teníamos otra huerta con toda clase de
verduras. El cuidado de estas huertas era unas de nuestras obligaciones, como
de mi madre, por supuesto, tanto en su riego como en su limpieza. El riego se
hacía con una bomba que había en el centro de la quinta.
Los lunes, mi madre hacía el pan para toda la semana,
tarea en la que le ayudábamos los mayores, tanto en amasar como en calentar el
horno de barro y hornear.
Los domingos amasaba los tallarines y mataba un pollo,
esa era una costumbre familiar. Durante la semana mataba una o dos gallinas y
comíamos puchero de gallina. No criábamos cerdos porque nuestros parientes de
Monte Maíz siempre nos traían facturas de toda clase.
Ya muy enferma mi madre fallece el 18 de Noviembre de 1942 a la edad de 34 años.
Por esta causa mi padre deja de trabajar en el campo,
en casa quedaban seis hijos chicos al cuidado de nuestra querida y cieguita
nona Rosa y de tía Rosa. En ese momento yo ya estaba estudiando en Río Cuarto.
CAPITULO III:
MI VIDA…MI INFANCIA
No sé si
seré capaz a mis 84 años de contar momentos de mi vida con todos sus
claroscuros, lo intentaré. No esperen actos heroicos ni tampoco algo que no se
pueda contar, Aunque es mi deseo relatar brevemente como fue y no
engañándome a mí mismo y a los demás.
El 15 de Septiembre de 1926 en Monte Maíz, pueblecito desconocido enla
Provincia de Córdoba, Cayetano Felipe Tobaldo y María Ana
Monticelli se unían en matrimonio ante Dios y sus familiares sabiendo de
antemano que en la nueva vida les esperaba un cúmulo de alegrías y también de
sacrificios. Hoy en la distancia puedo apreciar con más nitidez la aparente
rigidez de mi padre y la gran dulzura, ternura y suavidad de mi madre que en un
cuerpo tan chico albergaba un corazón tan grande, lleno de alegría, y
soportando siempre de buena voluntad todo lo que Dios le mandaba. Y parecería
ser que lo que Dios nos mandaba eran más carencias que abundancias, las que
acompañaron mi niñez.
Hoy sólo me cabe decir que a pesar de las tantas dificultades mis padres con sabiduría y amor hicieron que mi vida fuera lo más feliz posible…gracias papá…gracias mamá … Cosas del destino dirán unos, cosas de Dios sigo diciendo yo, y tan jóvenes se los llevó de nuestro lado.
En un principio mis padres vivían en la casa de mi abuela hasta que se compraron un terreno colindante y edificaron una pieza y cocina, y así se independizaron, una manera de decir ya que la vida seguía siendo en común.La Nona
vivía con siete hijos, cuatro ya mayores que trabajaban de peones en el campo.
Al poco tiempo, mi madre se quedó embarazada de Valentina, su primera hija, que falleció a los tres meses.
Mi padre, trabajando en su oficio de reparaciones y máquinas agrícolas.
En diciembre de 1928 nací yo, Valerio. Como era el primer nieto de la familia Monticelli era el mimado de todos. A los seis meses mis padres deciden que tenían que conocerme mi Abuela Valentina y mis tíos paternos, para mí, con el tiempo, este viaje fue muy importante porque fue la única vez que mi abuela me vio. El viaje, a pesar de lo que solía ser en aquella época, fue muy fácil ya que se tomaba el tren en Monte Maíz y en tres horas se llegaba a Chucul.
En 1929 nace un nuevo hijo a quién le ponen el nombre de Armando, pero fallece a los tres meses.
Ya en el país se comienza a sentir la llamada crisis del ´30, muchos empleados se quedaron sin trabajo y entre ellos mi padre y mis tíos. Había que buscar una manera de subsistir e ingeniárselas para poder comer ya que la malaria castigaba a todos.
Mi padre con uno de mis tíos aprendieron a tejer redes y se dedicaron a la pesca. Todas las mañanas, muy de madrugada, salían en un sulky a pescar al río para luego vender de puerta en puerta. A fin de mantener los pescados sobrantes, los echaban en tambores de200 litros llenos de
agua.
El trabajo de ellos sumado al de mi madre y sus hermanas que se dedicaban a la cría de gallinas y venta de pollos y huevos les permitió sobrevivir en esos años tan duros. La vida no era fácil, pero nunca les faltó lo necesario.
La Nona también les ayudaba a su manera. Compraba o le regalaban lana cuando los amigos esquilaban las ovejas, y ella con su huso hilaba la lana que sus hijas y mi madre tejerían si alguno se lo pedía, si no vendía la lana hilada.
Siguiendo el orden de nacimientos, en el año 1931 nace Adolfo, en el año 1932, Edin; en 1933, Elsa; en 1938, Etelvina; en 1939, Omar; y finalmente en 1932 nace Hugo.
Poco tiempo después, mi padre se emplea como herrero en una Estancia de la familia Rooney donde trabaja sólo durante dos años. Un amigo suyo de la infancia Adolfo Vogel lo llama desde Canals para ofrecerle trabajo en la firma Periales, mi padre acepta y nos vamos a vivir a Canals.
Mis primeros recuerdos de Canals
Como buen capricorniano me defino como muy cabeza dura pero también soy muy luchador ante la adversidad, no me niego al esfuerzo ¿será por cosas del zodíaco o por la herencia de mi familia? Yo creo que por todo junto, como también por mis primeros años de colegio. Como decían mis maestros “la letra con sangre entra”.
Como en esta vida hasta lo que menos nos gusta llega, a mí me llegó la edad de concurrir a la escuela. Mi primer escuela en primer grado fuela Escuela
Nacional número 239 . La directora era la Señorita (no sé si a la
fuerza o por su propia voluntad) Raquel Villarroel, y la maestra de grado, su
hermana la Señora María
Villarroel de Baigorria.
Los primeros días, acostumbrado como estaba a jugar con mis amigos en la calle sin que nadie nos diera orden de formar fila, de guardar silencio, y al vernos encerrados en una pieza todos vestidos de blanco, me dio la impresión de que eso no iba a ser para mí. Cuando nos empezó a hablar la maestra de cual era la finalidad de que los niños debíamos ir a la escuela, no le entendí nada, pero me parecieron muy lindas palabras como si fueran las de mi madre cuando nos daba consejos. Luego nos entregó un cuaderno fino, un lápiz y una goma a cada uno, diciéndonos que la goma no se debía usar muy seguido. Y cuando empezó a escribir en el pizarrón explicando los números y las letras que nosotros debíamos copiar, la escuela me empezó a entusiasmar.
Pasaba el tiempo y cada día me fue gustando más y adoraba a mi maestra, y hasta me había hecho amigo de uno de sus hijos.
Nos divertíamos jugando en los recreos a las bolitas, las carreras, la mancha venenosa…y así pasaban los días y las semanas. Y llegó el primer 25 de Mayo con el desfile de todo el colegio en la plaza. Días antes, a los que pertenecíamos a los hogares más humildes nos dieron guardapolvos con su escarapela, zapatos, medias y pantalones nuevos para estrenar en ese evento. A mí me pareció una cosa irreal el verme vestido con todo eso nuevo ya que para empezar el colegio con mucho sacrificio me habían comprado un guardapolvo y un par de zapatillas que debía sacarme apenas llegaba a casa.
Recuerdo que para el desfile formamos filas de a tres y a las chicas les había puesto moños en el pelo; a las de la orillas, un moño celeste, y a las del medio, un moño blanco. Los abanderados encabezaban las filas que se formaban de acuerdo a la altura y no del grado que cada uno cursaba. Nos dijeron que esos eran los alumnos más sobresalientes de la escuela, pero ya de más grande me di cuenta que eso era un cuento ya que por lo general eran los predilectos de las maestras o de las clases más altas.
Después del desfile volvíamos al colegio y nos servían chocolate con bollitos.
Lo mismo era para el desfile del 9 de Julio pero sin reparto de ropa.
Pasadas las vacaciones de julio ya habíamos aprendido el abecedario, las primeras tablas de sumar y restar, escribíamos algunas palabras. Nos daban deberes que mi madre me exigía estudiar diariamente luego de comer.
En alguna ocasión tuve cierto altercado con algún compañero pero nunca las cosas pasaron a mayores. Terminé el primer año como todo alumno normal sin distinciones ni felicitaciones, pero sí con algunas penitencias enla Dirección
donde debía aguantar el reto de la Señorita Directora
que no era santo de mi devoción. Cuando nos mandaban a la Dirección y no estaba la Señorita Directora
y ya habían traído los bollitos que repartían a media mañana con la leche, nos
robábamos algunos (así que no hay mal que por bien no venga)
Recuerdo con inmenso cariño cuando durante las vacaciones de verano un tío que había venido de Monte Maíz en un sulky con dos caballos (la distancia de Canals a Monte Maíz era de 12 leguas) me llevó a visitar a mi Nona y algunos primos y tíos. De más estar decir que todos los primos adorábamos a nuestra Nona y que cuando la veíamos vivíamos colgados de sus polleras. Ya empezó a perder la vista a causa de unas cataratas y con el correr del tiempo quedó ciega.
El viaje en sulky, que repetíamos muchas veces durante los años era una aventura. Salíamos de Canals o Monte Maíz a las cuatro de la mañana y a mediodía comíamos lo que llevábamos preparado en un monte dela Estancia San Carlos,
y luego seguíamos viaje para llegar a destino a la entrada del sol.
Parece que todo lo bueno dura poco y teníamos que comenzar nuevamente el año escolar. Mi madre me matriculó en la misma escuela, ya no era la misma maestra sinola Señora Lecuona , con la cual hice todo el año con
prácticamente los mismos compañeros del año anterior más algunos que se
agregaron de otras escuelas.
Además del Colegio se me sumó el tener que asistir todos los domingos por la mañana ala Iglesia para estudiar el Catecismo; eran
necesarios dos años de asistencia a fin de tomar la Primera Comunión.
A mitad del año el cura me preguntó si quería ser monaguillo, idea que me
encantó porque veía durante la misa a esos chicos con una sotana blanca y un
capa roja que ayudaban al sacerdote en la misa, y después de unos dos meses de
ensayo me integré al grupo de monaguillos y ayudaba en todas las ceremonias de la Iglesia.
El cura vivía con una hermana y un sobrino de mi misma edad que se distinguía por su piedad y su apego a todo lo que era religioso porque tenía pensado seguir la carrera sacerdotal. Nos hicimos muy amigos y él me pidió, yo creo por consejo de su tío, que entrara a formar parte de los NIÑOS DELA
ACCION CATOLICA ,
Como se notará mi segundo año escolar se fue completando de una manera normal aunque salpicado con algunas penitencias: yo no podía tolerar las injusticias que muchas veces las maestras cometían con alumnos, que nada tenían que ver con faltas de índole alguna que pasaran en la escuela. Comenzó a revelarse en mí un carácter fuerte y a veces descontrolado ante las injusticias que se estaban cometiendo, siempre los inculpados eran los más débiles o faltos de carácter, y asumían por miedo el hecho de que les inculparan. Me había convertido una especie de salvador para mis compañeros. Esto me trajo inconvenientes en años posteriores que a su tiempo detallaré.
En los años siguientes me hice de varios amigos, entre ellos Ragusa, Rezzónicco, López, Ducart, Pappalardo y otros que no asistían a la misma escuela, con los que formaba parte dela Acción Católica.
Con otros chicos nos reuníamos para jugar al fútbol en algunas de las canchitas
que había en el pueblo.
Con mi carácter fuerte y por no saber dominarme tuve muchas peleas durante los partidos de fútbol, o por cualquier otra cuestión. Esto les trajo muchos disgustos a mis padres porque era buen estudiante aunque mi conducta cada día iba cambiando y no para bien.
Después de mi Primera Comunión el cura les preguntó a mi padres si tenían algún inconveniente que yo comenzara a trabajar como sacristán. Mis padres vieron en eso una manera de sacarme un poco de la calle y aceptaron, y a mi también me gustó porque estaba ligado con muchos amigos dentro dela Iglesia. El
trabajo consistía principalmente en mantener limpio el templo, ayudar en las
ceremonias de bautismos, casamientos, sepelios, pasar la bolsa de limosnas en
las misas. En todas las ceremonias se acostumbraba darle al monaguillo una
propina, así que siempre además del sueldo de $ 15 por mes tenía monedas que le
daba a mi madre.
Por supuesto ese año no tuve vacaciones por mi trabajo pero con las propinas todos los domingos a la tarde iba al cine y podía comprarme golosinas.
En la misma escuela comencé el ciclo escolar en quinto grado. La materia que más me gustaba era Matemáticas. Creo que fue en el mes de septiembre, cuando la maestra no estaba en la clase, que entre varios alumnos rompimos unas láminas pegadas en la pared; cuando vino la maestra y vio el desastre llamó a la directora y a pesar de que habíamos sido varios los autores del hecho, como ya me tenían catalogado como el que siempre hacía líos, sin peguntar ni averiguar no tuvo la mejor idea que pegarme en la cabeza y agarrarme de una oreja delante de todos, y sacarme fuera del aula en momentos en que estaba lloviendo. Mi reacción fue muy rápida y sin medir las consecuencias le pegué un empujón y cayó sentada en el barro. No entré a buscar los útiles y me fui para mi casa contándole todo a mi madre, le dije la verdad, que yo estaba en ese grupo pero que no era el único. Mi madre por la tarde fue a la escuela y habló con la directora, la cual ya sabía la verdadera versión pero pidió silencio a todos para evitar la denuncia ante el Consejo Escolar; la podían suspender por pegarle a un alumno. Me suspendió por diez días y me obligó a pedir perdón, cosa que nunca hice.
Volví a la escuela luego del castigo pero las cosas cambiaron fundamentalmente para mí, las demás maestras me trataban más como un alumno no deseable y en mí se iba formando la idea de que sin ser el único culpable tuve que cargar con todo. Cada día sentía en mí el dolor de la vergüenza que tuve que pasar en esos momentos y el trato que tuve en adelante.
Ya nos habían entregado el certificado de pase de grado y un día reunidos en la sala de estudios la señorita bautizada por nosotros Vitucha, nos hizo una crítica de todo el año felicitando a los que ella privilegiaba, y cuando se refirió a mi me trató de una manera muy hostil como si yo fuese un delincuente. Me puse tan nervioso que le dije no sé qué cosas, a lo que respondió que no le faltara al respeto. Era la gota que faltaba para llenar mi vaso… esperé a que llegara al pizarrón y le tiré con uno de los tinteros involcables que se explotó contra la pared llenándole de tinta. Salí tranquilamente del aula, me fui a mi casa donde sí pague las consecuencias. Una paliza de mi padre y el reto de mi madre.
Pero yo seguía trabajando de sacristán y siendo muy amigo del sobrino del cura.
El 15 de Septiembre de 1926 en Monte Maíz, pueblecito desconocido en
Hoy sólo me cabe decir que a pesar de las tantas dificultades mis padres con sabiduría y amor hicieron que mi vida fuera lo más feliz posible…gracias papá…gracias mamá … Cosas del destino dirán unos, cosas de Dios sigo diciendo yo, y tan jóvenes se los llevó de nuestro lado.
En un principio mis padres vivían en la casa de mi abuela hasta que se compraron un terreno colindante y edificaron una pieza y cocina, y así se independizaron, una manera de decir ya que la vida seguía siendo en común.
Al poco tiempo, mi madre se quedó embarazada de Valentina, su primera hija, que falleció a los tres meses.
Mi padre, trabajando en su oficio de reparaciones y máquinas agrícolas.
En diciembre de 1928 nací yo, Valerio. Como era el primer nieto de la familia Monticelli era el mimado de todos. A los seis meses mis padres deciden que tenían que conocerme mi Abuela Valentina y mis tíos paternos, para mí, con el tiempo, este viaje fue muy importante porque fue la única vez que mi abuela me vio. El viaje, a pesar de lo que solía ser en aquella época, fue muy fácil ya que se tomaba el tren en Monte Maíz y en tres horas se llegaba a Chucul.
En 1929 nace un nuevo hijo a quién le ponen el nombre de Armando, pero fallece a los tres meses.
Ya en el país se comienza a sentir la llamada crisis del ´30, muchos empleados se quedaron sin trabajo y entre ellos mi padre y mis tíos. Había que buscar una manera de subsistir e ingeniárselas para poder comer ya que la malaria castigaba a todos.
Mi padre con uno de mis tíos aprendieron a tejer redes y se dedicaron a la pesca. Todas las mañanas, muy de madrugada, salían en un sulky a pescar al río para luego vender de puerta en puerta. A fin de mantener los pescados sobrantes, los echaban en tambores de
El trabajo de ellos sumado al de mi madre y sus hermanas que se dedicaban a la cría de gallinas y venta de pollos y huevos les permitió sobrevivir en esos años tan duros. La vida no era fácil, pero nunca les faltó lo necesario.
La Nona también les ayudaba a su manera. Compraba o le regalaban lana cuando los amigos esquilaban las ovejas, y ella con su huso hilaba la lana que sus hijas y mi madre tejerían si alguno se lo pedía, si no vendía la lana hilada.
Siguiendo el orden de nacimientos, en el año 1931 nace Adolfo, en el año 1932, Edin; en 1933, Elsa; en 1938, Etelvina; en 1939, Omar; y finalmente en 1932 nace Hugo.
Poco tiempo después, mi padre se emplea como herrero en una Estancia de la familia Rooney donde trabaja sólo durante dos años. Un amigo suyo de la infancia Adolfo Vogel lo llama desde Canals para ofrecerle trabajo en la firma Periales, mi padre acepta y nos vamos a vivir a Canals.
Mis primeros recuerdos de Canals
Como buen capricorniano me defino como muy cabeza dura pero también soy muy luchador ante la adversidad, no me niego al esfuerzo ¿será por cosas del zodíaco o por la herencia de mi familia? Yo creo que por todo junto, como también por mis primeros años de colegio. Como decían mis maestros “la letra con sangre entra”.
Como en esta vida hasta lo que menos nos gusta llega, a mí me llegó la edad de concurrir a la escuela. Mi primer escuela en primer grado fue
Los primeros días, acostumbrado como estaba a jugar con mis amigos en la calle sin que nadie nos diera orden de formar fila, de guardar silencio, y al vernos encerrados en una pieza todos vestidos de blanco, me dio la impresión de que eso no iba a ser para mí. Cuando nos empezó a hablar la maestra de cual era la finalidad de que los niños debíamos ir a la escuela, no le entendí nada, pero me parecieron muy lindas palabras como si fueran las de mi madre cuando nos daba consejos. Luego nos entregó un cuaderno fino, un lápiz y una goma a cada uno, diciéndonos que la goma no se debía usar muy seguido. Y cuando empezó a escribir en el pizarrón explicando los números y las letras que nosotros debíamos copiar, la escuela me empezó a entusiasmar.
Pasaba el tiempo y cada día me fue gustando más y adoraba a mi maestra, y hasta me había hecho amigo de uno de sus hijos.
Nos divertíamos jugando en los recreos a las bolitas, las carreras, la mancha venenosa…y así pasaban los días y las semanas. Y llegó el primer 25 de Mayo con el desfile de todo el colegio en la plaza. Días antes, a los que pertenecíamos a los hogares más humildes nos dieron guardapolvos con su escarapela, zapatos, medias y pantalones nuevos para estrenar en ese evento. A mí me pareció una cosa irreal el verme vestido con todo eso nuevo ya que para empezar el colegio con mucho sacrificio me habían comprado un guardapolvo y un par de zapatillas que debía sacarme apenas llegaba a casa.
Recuerdo que para el desfile formamos filas de a tres y a las chicas les había puesto moños en el pelo; a las de la orillas, un moño celeste, y a las del medio, un moño blanco. Los abanderados encabezaban las filas que se formaban de acuerdo a la altura y no del grado que cada uno cursaba. Nos dijeron que esos eran los alumnos más sobresalientes de la escuela, pero ya de más grande me di cuenta que eso era un cuento ya que por lo general eran los predilectos de las maestras o de las clases más altas.
Después del desfile volvíamos al colegio y nos servían chocolate con bollitos.
Lo mismo era para el desfile del 9 de Julio pero sin reparto de ropa.
Pasadas las vacaciones de julio ya habíamos aprendido el abecedario, las primeras tablas de sumar y restar, escribíamos algunas palabras. Nos daban deberes que mi madre me exigía estudiar diariamente luego de comer.
En alguna ocasión tuve cierto altercado con algún compañero pero nunca las cosas pasaron a mayores. Terminé el primer año como todo alumno normal sin distinciones ni felicitaciones, pero sí con algunas penitencias en
Recuerdo con inmenso cariño cuando durante las vacaciones de verano un tío que había venido de Monte Maíz en un sulky con dos caballos (la distancia de Canals a Monte Maíz era de 12 leguas) me llevó a visitar a mi Nona y algunos primos y tíos. De más estar decir que todos los primos adorábamos a nuestra Nona y que cuando la veíamos vivíamos colgados de sus polleras. Ya empezó a perder la vista a causa de unas cataratas y con el correr del tiempo quedó ciega.
El viaje en sulky, que repetíamos muchas veces durante los años era una aventura. Salíamos de Canals o Monte Maíz a las cuatro de la mañana y a mediodía comíamos lo que llevábamos preparado en un monte de
Parece que todo lo bueno dura poco y teníamos que comenzar nuevamente el año escolar. Mi madre me matriculó en la misma escuela, ya no era la misma maestra sino
Además del Colegio se me sumó el tener que asistir todos los domingos por la mañana a
El cura vivía con una hermana y un sobrino de mi misma edad que se distinguía por su piedad y su apego a todo lo que era religioso porque tenía pensado seguir la carrera sacerdotal. Nos hicimos muy amigos y él me pidió, yo creo por consejo de su tío, que entrara a formar parte de los NIÑOS DE
Como se notará mi segundo año escolar se fue completando de una manera normal aunque salpicado con algunas penitencias: yo no podía tolerar las injusticias que muchas veces las maestras cometían con alumnos, que nada tenían que ver con faltas de índole alguna que pasaran en la escuela. Comenzó a revelarse en mí un carácter fuerte y a veces descontrolado ante las injusticias que se estaban cometiendo, siempre los inculpados eran los más débiles o faltos de carácter, y asumían por miedo el hecho de que les inculparan. Me había convertido una especie de salvador para mis compañeros. Esto me trajo inconvenientes en años posteriores que a su tiempo detallaré.
En los años siguientes me hice de varios amigos, entre ellos Ragusa, Rezzónicco, López, Ducart, Pappalardo y otros que no asistían a la misma escuela, con los que formaba parte de
Con mi carácter fuerte y por no saber dominarme tuve muchas peleas durante los partidos de fútbol, o por cualquier otra cuestión. Esto les trajo muchos disgustos a mis padres porque era buen estudiante aunque mi conducta cada día iba cambiando y no para bien.
Después de mi Primera Comunión el cura les preguntó a mi padres si tenían algún inconveniente que yo comenzara a trabajar como sacristán. Mis padres vieron en eso una manera de sacarme un poco de la calle y aceptaron, y a mi también me gustó porque estaba ligado con muchos amigos dentro de
Por supuesto ese año no tuve vacaciones por mi trabajo pero con las propinas todos los domingos a la tarde iba al cine y podía comprarme golosinas.
En la misma escuela comencé el ciclo escolar en quinto grado. La materia que más me gustaba era Matemáticas. Creo que fue en el mes de septiembre, cuando la maestra no estaba en la clase, que entre varios alumnos rompimos unas láminas pegadas en la pared; cuando vino la maestra y vio el desastre llamó a la directora y a pesar de que habíamos sido varios los autores del hecho, como ya me tenían catalogado como el que siempre hacía líos, sin peguntar ni averiguar no tuvo la mejor idea que pegarme en la cabeza y agarrarme de una oreja delante de todos, y sacarme fuera del aula en momentos en que estaba lloviendo. Mi reacción fue muy rápida y sin medir las consecuencias le pegué un empujón y cayó sentada en el barro. No entré a buscar los útiles y me fui para mi casa contándole todo a mi madre, le dije la verdad, que yo estaba en ese grupo pero que no era el único. Mi madre por la tarde fue a la escuela y habló con la directora, la cual ya sabía la verdadera versión pero pidió silencio a todos para evitar la denuncia ante el Consejo Escolar; la podían suspender por pegarle a un alumno. Me suspendió por diez días y me obligó a pedir perdón, cosa que nunca hice.
Volví a la escuela luego del castigo pero las cosas cambiaron fundamentalmente para mí, las demás maestras me trataban más como un alumno no deseable y en mí se iba formando la idea de que sin ser el único culpable tuve que cargar con todo. Cada día sentía en mí el dolor de la vergüenza que tuve que pasar en esos momentos y el trato que tuve en adelante.
Ya nos habían entregado el certificado de pase de grado y un día reunidos en la sala de estudios la señorita bautizada por nosotros Vitucha, nos hizo una crítica de todo el año felicitando a los que ella privilegiaba, y cuando se refirió a mi me trató de una manera muy hostil como si yo fuese un delincuente. Me puse tan nervioso que le dije no sé qué cosas, a lo que respondió que no le faltara al respeto. Era la gota que faltaba para llenar mi vaso… esperé a que llegara al pizarrón y le tiré con uno de los tinteros involcables que se explotó contra la pared llenándole de tinta. Salí tranquilamente del aula, me fui a mi casa donde sí pague las consecuencias. Una paliza de mi padre y el reto de mi madre.
Pero yo seguía trabajando de sacristán y siendo muy amigo del sobrino del cura.
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