sábado, 28 de septiembre de 2013

POR LOS CAMINOS DEL ARTE EN TIERRAS DEL VENETO Por Patricia Tobaldo


El fin de un viaje es el comienzo de otro. No solo es conveniente ver lo que no se ha visto, sino volver a ver lo que ya se vio.  Es preciso volver sobre los pasos, y trazar otros nuevos junto a los ya dados. Es imprescindible recomenzar el viaje; el auténtico viajero siempre regresa al punto de partida.

La Red De Amigos De La Cultura Italoargentina les propone este viaje virtual por los caminos del arte, que conducen a las principales ciudades del Veneto, no solo por visitar sus regios tesoros artísticos, sino por recordar que fueron origen y matriz de nuestra cuna italoargentina.
Este primer viaje que realizamos junto a todos nuestros amigos de la Red, pretende ser un reconocimiento, al tiempo que un redescubrimiento; una confirmación, una sorpresa. Viajar por el país de nuestros ancestros; significa viajar por el interior de nosotros mismos, por la cultura que nos formó, nos está formando y nos seguirá formando; representa un espejo que refleja las imágenes exteriores, de las cuales se ha nutrido nuestra infancia a partir de historias familiares; se presenta como un cristal transparente a través del cual se vislumbran las luces y las sombras, que moldearán en nuestro espíritu las impresiones, las voces, el murmullo infinito de un pueblo que generosamente nos ha legado su cultura.

Reciba, amigo internauta, esta propuesta como una invitación a viajar por las bellas ciudades del arte y la cultura, imprimiendo su propia impresión; pues no hay mejor viaje que aquel que se realiza con el corazón abierto a lo sorprendente. En fin, tome este proposición como un ejemplo y no como un modelo.
La felicidades, amigos nuestros, posee muchos rostros; viajar es, quizá, uno de ellos. Y recuerden que ningún viaje es definitivo cuando se lo realiza desde el amor.


VENECIA: una de las más fascinantes metas culturales y artísticas; por su belleza, su cultura y su unicidad.
Venecia es la ciudad del arte más notable del Veneto: un archipiélago de 120 islas contenido en el verde esmeralda de la laguna, entre la costa y el mar abierto.
Nacida hace 1500 años por iniciativa de un grupo de ingeniosos hombres que buscaban la protección frente a las amenazantes invasiones bárbaras durante el curso de varios siglos. Más que una ciudad, Venecia ha sido un Ducado, una República Serenísima, un Estado Marino. Sus sucesivos títulos de prestigio fueron convirtiéndola en una verdadera potencia que jamás conoció limite alguno; ni de agua ni de tierra. Una suerte de potestad que todo lo podía, y que hoy, lo demuestran sus propios monumentos, que aún conservan el fasto y la magia de su increíble historia.
Será quizá por su grandeza que, caminando sus calles o navegando sus canales, verdaderos museos a cielo abierto, se puede, en la confluencia de la cultura y del tiempo, intuir su mito y penetrarlo. Testimonio de ello: la Basílica di San Marco (La Basílica de San Marcos) con el esplendor de sus ornamentos bizantinos, el Palazzo Ducale (El Palacio Ducal) exhibiendo  su imponente arquitectura gótica; el encanto de la Piazza San Marco (La Plaza San Marcos), según Napoleón Bonaparte “El salón más elegante de Europa”. El Palladio Della Chiesa del Redentore (El Paladio de la Iglesia del Redentor), la estética incomparable del Ponte di Rialto (El Puente de Rialto) y algunas otras maravillas ocultas como el Palazzo Contarini del Bovolo.
Transitar su intricada red de elegantes calles, callejuelas y canales, que se abren sorpresivamente, entre centenarios edificios renacentistas, al firmamento de azul traslúcido, es ya visitar sus museos y monumentos, escuchar la música barroca de Vivaldi, descubrir su sublime cocina.
Visitar Venecia, Patrimonio de la Humanidad, es abandonar por un momento la rutina y entrar en el fabuloso mundo de los sueños.

VERONA: junto a Venecia, uno de los rostros más bellos del Veneto.
La ciudad de los mitos y de la magia. Es sin duda alguna la “”ciudad del amor” con mayúsculas; el lugar donde Shakespeare concibió su celebre Romeo y Julieta. Legiones de soñadores se acercan cada año, no solo para revivir la pasión bajo el famoso balcón, sino también para extasiarse frente a la manifestación más pura de su arte y su cultura; una ciudad que es un monumento históricamente viviente.
Sin lugar a dudas su testimonio más notable el La Arena di Verona, un imponente símbolo de la arquitectura romana, de casi 2000 años, y hoy uno de los teatros más prestigiosos de la lírica internacional.

TREVISO: delineada por los ríos Sile y Cagnan, representa el equilibrio entre las riquezas culturales y naturales del Veneto.
Se podría definir como un lugar amigable, harmónico y elegante. Campos y colinas se funden con el esplendor urbano, de construcciones de ladrillos y madera, decoradas con frescos. Rodeada de un Áurea medieval, creció sobre las márgenes de ambos ríos. Entre las nobles residencias se levanta la Piazza dei Signori (la Plaza de los señores), que enmarca el edificio símbolo de Treviso, el Palazzo del Trecento (El Palacio del Trescientos), la Casa dei Carraresi (La Casa de los Carraresi) y la Logia dei Cavalieri (La Logia de los Caballeros)

BELLUNO: la tradición céltica la bautizó “Belo-dunum” que significa “ciudad esplendorosa”, en referencia a su particular situación en pleno corazón del valle, custodiada por un aura de magia.
Su nombre, pleno de encanto y misterio, que el idioma de los druidas impuso, asegurándose que el lugar representara una suerte de espacio mágico entre la llanura y los dolomitas.
La “Città Vecchia”  es un paisaje propio del Romanticismo, encumbrada sobre una alta cima rocosa, embellecida con edificios tardo gótico (siglo XV) y renacentistas. Las antiguas plazas “Dei Martiri” (Los Mártires) y “Delle Erbe”  (La Hierbas) exhiben monumentos y fuentes.

PADUA: monumento religioso viviente y sede de grandes revoluciones científicas, reúne gran parte de los valores culturales del Veneto: arte, historia y naturaleza.
Su centro acoge arquitectura y “reliquias” de un glorioso pasado en contraste con una activa vida universitaria. Y sus mercados de frutas y verduras que, a la sombra del “Palazzo Della Ragione” (El Palacio de la Razon), le dan un  halo de eterno presente. Padova es conocida como la ciudad del “Santo sin Nombre” del “Prado sin hierba”, porque su “Basílica de Santo Antonio” que desde hace 800 años reclama fieles de todo el mundo, se la llama solo “Il Santo” (EL Santo). “Prato Della Valle” (Prado del Valle), la plaza más grande de Europa tiene solo un poco de hierba.
De Tetrarca al Gioto y Mantenga, de Donatello a Galileo, Padua ha hospedado a los grandes del arte y de la ciencia, convirtiéndose en el “Templo”; la “Città dotta” (la ciudad docta). El Medioevo se yergue  aún sobre los altos muros y la nobleza que fusiona la campiña con la cultura de la ciudad.

VICENZA: la riqueza del pasado se fusiona con tres elementos. La majestuosidad del Imperio Romano, El Renacimiento y el contexto natural, dotado de las bellas colinas de Berici y de todos los amplios espacios verdes que rodean la ciudad.
La ciudad es una suerte de escenario donde el arte renace con el día. Conocida también como la “Città del Palladio” en honor al arquitecto Palladio artífice de la ciudad, su estilo evocativo está presente en la “Basílica di Piazza dei Signori” (La Basílica de la Plaza de los Señores) el célebre “Teatro Olímpico” el “Palazzo del Capitaniato” y tantos otros edificios que han convertido a Vicenza en un centro arquitectónico de primer orden.  El viajero encuentra también una Vicenza espiritual, la que desde lo alto del Monte Berico custodia uno de los mayores tesoros pictóricos “La Cena di S. Gregorio Magno” del gran artista veronés, Paolo Veronese.

ROVIGO: inmersa en un paisaje “acuoso” bañada por el Adige, y más allá, el parque natural del Delta del Po, envuelve al paisaje que la rodea de un eterno y sutil velo de bruma.
Rovigo es la más pequeña de las ciudades de la “llanura padana”  aunque uno de los tesoros más preciados del la corona del Veneto. Su historia medieval está presente en cada plaza, callejuela y edificio, aunque se cree que el sitio de Rovigo ya había sido habitado con anterioridad por los Paleoveneti (siglo II AC), los Etruscos y los Romanos, atraídos por su peculiar naturaleza selvática. De aquella época poco  queda; de la más contemporánea innumerables edificios civiles y religiosos




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