El fin de un viaje
es el comienzo de otro. No solo es conveniente ver lo que no se ha visto, sino
volver a ver lo que ya se vio. Es
preciso volver sobre los pasos, y trazar otros nuevos junto a los ya dados. Es
imprescindible recomenzar el viaje; el auténtico viajero siempre regresa al
punto de partida.
Este primer viaje
que realizamos junto a todos nuestros amigos de la Red , pretende ser un
reconocimiento, al tiempo que un redescubrimiento; una confirmación, una
sorpresa. Viajar por el país de nuestros ancestros; significa viajar por el
interior de nosotros mismos, por la cultura que nos formó, nos está formando y
nos seguirá formando; representa un espejo que refleja las imágenes exteriores,
de las cuales se ha nutrido nuestra infancia a partir de historias familiares;
se presenta como un cristal transparente a través del cual se vislumbran las
luces y las sombras, que moldearán en nuestro espíritu las impresiones, las
voces, el murmullo infinito de un pueblo que generosamente nos ha legado su
cultura.
Reciba, amigo
internauta, esta propuesta como una invitación a viajar por las bellas ciudades
del arte y la cultura, imprimiendo su propia impresión; pues no hay mejor viaje
que aquel que se realiza con el corazón abierto a lo sorprendente. En fin, tome
este proposición como un ejemplo y no como un modelo.
La felicidades,
amigos nuestros, posee muchos rostros; viajar es, quizá, uno de ellos. Y
recuerden que ningún viaje es definitivo cuando se lo realiza desde el amor.
VENECIA: una de las más fascinantes metas culturales y
artísticas; por su belleza, su cultura y su unicidad.
Venecia es la
ciudad del arte más notable del Veneto: un archipiélago de 120 islas contenido
en el verde esmeralda de la laguna, entre la costa y el mar abierto.
Nacida hace 1500
años por iniciativa de un grupo de ingeniosos hombres que buscaban la
protección frente a las amenazantes invasiones bárbaras durante el curso de varios
siglos. Más que una ciudad, Venecia ha sido un Ducado, una República
Serenísima, un Estado Marino. Sus sucesivos títulos de prestigio fueron
convirtiéndola en una verdadera potencia que jamás conoció limite alguno; ni de
agua ni de tierra. Una suerte de potestad que todo lo podía, y que hoy, lo
demuestran sus propios monumentos, que aún conservan el fasto y la magia de su
increíble historia.
Será quizá por su
grandeza que, caminando sus calles o navegando sus canales, verdaderos museos a
cielo abierto, se puede, en la confluencia de la cultura y del tiempo, intuir
su mito y penetrarlo. Testimonio de ello: la Basílica di San Marco (La Basílica de San Marcos) con el esplendor de sus ornamentos
bizantinos, el Palazzo Ducale (El
Palacio Ducal) exhibiendo su imponente
arquitectura gótica; el encanto de la Piazza San Marco (La
Plaza San Marcos), según Napoleón Bonaparte
“El
salón más elegante de Europa”. El Palladio
Della Chiesa del Redentore (El Paladio de la Iglesia del Redentor), la
estética incomparable del Ponte di
Rialto (El Puente de Rialto) y algunas otras maravillas ocultas como el Palazzo Contarini del Bovolo.
Transitar su
intricada red de elegantes calles, callejuelas y canales, que se abren
sorpresivamente, entre centenarios edificios renacentistas, al firmamento de
azul traslúcido, es ya visitar sus museos y monumentos, escuchar la música
barroca de Vivaldi, descubrir su sublime cocina.
Visitar Venecia,
Patrimonio de la Humanidad ,
es abandonar por un momento la rutina y entrar en el fabuloso mundo de los
sueños.
VERONA: junto a Venecia, uno de los rostros más bellos
del Veneto.
La ciudad de los
mitos y de la magia. Es sin duda alguna la “”ciudad del amor” con mayúsculas;
el lugar donde Shakespeare concibió su celebre Romeo y Julieta. Legiones de soñadores se acercan cada año, no solo
para revivir la pasión bajo el famoso balcón, sino también para extasiarse
frente a la manifestación más pura de su arte y su cultura; una ciudad que es
un monumento históricamente viviente.
Sin lugar a dudas
su testimonio más notable el La Arena di Verona, un imponente símbolo de la
arquitectura romana, de casi 2000 años, y hoy uno de los teatros más
prestigiosos de la lírica internacional.
TREVISO: delineada por los ríos Sile y Cagnan,
representa el equilibrio entre las riquezas culturales y naturales del Veneto.
Se podría definir
como un lugar amigable, harmónico y elegante. Campos y colinas se funden con el
esplendor urbano, de construcciones de ladrillos y madera, decoradas con
frescos. Rodeada de un Áurea medieval, creció sobre las márgenes de ambos ríos.
Entre las nobles residencias se levanta la Piazza dei Signori (la Plaza de los señores), que
enmarca el edificio símbolo de Treviso, el Palazzo
del Trecento (El Palacio del Trescientos), la Casa dei Carraresi (La Casa de los Carraresi) y la Logia dei Cavalieri (La Logia de los Caballeros)
BELLUNO: la tradición céltica la bautizó “Belo-dunum” que significa “ciudad esplendorosa”, en referencia a su
particular situación en pleno corazón del valle, custodiada por un aura de
magia.
Su nombre, pleno de
encanto y misterio, que el idioma de los druidas impuso, asegurándose que el
lugar representara una suerte de espacio mágico entre la llanura y los
dolomitas.
La “Città Vecchia” es un paisaje propio del Romanticismo,
encumbrada sobre una alta cima rocosa, embellecida con edificios tardo gótico
(siglo XV) y renacentistas. Las antiguas plazas “Dei Martiri” (Los Mártires) y “Delle
Erbe” (La Hierbas ) exhiben
monumentos y fuentes.
PADUA: monumento religioso viviente y sede de grandes
revoluciones científicas, reúne gran parte de los valores culturales del
Veneto: arte, historia y naturaleza.
Su centro acoge
arquitectura y “reliquias” de un glorioso pasado en contraste con una activa
vida universitaria. Y sus mercados de frutas y verduras que, a la sombra del “Palazzo Della Ragione” (El Palacio de la Razon ), le dan un halo de eterno presente. Padova es conocida
como la ciudad del “Santo sin Nombre” del “Prado sin hierba”, porque su “Basílica de Santo Antonio” que desde
hace 800 años reclama fieles de todo el mundo, se la llama solo “Il
Santo” (EL Santo). “Prato Della
Valle” (Prado del Valle), la plaza más grande de Europa tiene solo un poco
de hierba.
De Tetrarca al
Gioto y Mantenga, de Donatello a Galileo, Padua ha hospedado a los grandes del
arte y de la ciencia, convirtiéndose en el “Templo”; la “Città dotta” (la ciudad
docta). El Medioevo se yergue aún sobre
los altos muros y la nobleza que fusiona la campiña con la cultura de la
ciudad.
VICENZA: la riqueza del pasado se fusiona con tres
elementos. La majestuosidad del Imperio Romano, El Renacimiento y el contexto
natural, dotado de las bellas colinas de Berici y de todos los amplios espacios
verdes que rodean la ciudad.
La ciudad es una suerte
de escenario donde el arte renace con el día. Conocida también como la “Città
del Palladio” en honor al arquitecto Palladio artífice de la ciudad, su
estilo evocativo está presente en la “Basílica
di Piazza dei Signori” (La
Basílica de la
Plaza de los Señores) el célebre “Teatro Olímpico” el “Palazzo
del Capitaniato” y tantos otros edificios que han convertido a Vicenza en
un centro arquitectónico de primer orden. El viajero encuentra también una Vicenza
espiritual, la que desde lo alto del Monte Berico custodia uno de los mayores
tesoros pictóricos “La
Cena di S. Gregorio Magno” del gran
artista veronés, Paolo Veronese.
ROVIGO: inmersa en un paisaje “acuoso” bañada por el Adige, y más allá, el parque natural del
Delta del Po, envuelve al paisaje que la rodea de un eterno y sutil velo de
bruma.
Rovigo es la más
pequeña de las ciudades de la “llanura padana” aunque uno de los tesoros más preciados del
la corona del Veneto. Su historia medieval está presente en cada plaza,
callejuela y edificio, aunque se cree que el sitio de Rovigo ya había sido
habitado con anterioridad por los Paleoveneti (siglo II AC), los Etruscos y los
Romanos, atraídos por su peculiar naturaleza selvática. De aquella época
poco queda; de la más contemporánea
innumerables edificios civiles y religiosos
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