martes, 8 de octubre de 2013

RECUERDOS DE UNA NIETA DE DESCENDIENTES ITALIANOS Y ESPAÑOLES



María de Los Ángeles Passera
Miembro de la Red de Amigos de la Cultura Italoargentina
RECUERDOS DE UNA NIETA DE DESCENDIENTES ITALIANOS Y ESPAÑOLES

Nací en Henderson, Provincia de Buenos Aires, Argentina, a mitad del siglo anterior (1954), de padre y madre argentinos, hijos de inmigrantes Italianos-españoles y criollos; por lo que tengo una gran mezcla de culturas.
Me siento muy argentina pero la semilla europea siempre quiere aflorar, tanto sea de la España de mi abuelo materno como de la Italia de mis abuelos paternos: abuela italiana Piamontesa, Abuelo hijo de italianos nacido en santa Fe, San Lorenzo por el año 1896.-
De los primeros años de mi vida, aunque muy pocos  recuerdo las costumbres de mi abuela, con ella aprendí a tejer siendo muy niña (hoy es mi profesión). Ella preparaba abrigos tejidos con lana cruda de oveja, que hilaba con un huso o con una maquina a pedal, era hermoso verla. Preparaba los colchones de lana escardillada;  cada vez que había una boda de mis tíos ella les hacia colchones y cobertores.
Cocinaba cosas de su Italia tan recordada: las focacias, la bagnacauda, para esta última, que la preparaba en el mes de mayo, con los primeros fríos; diría que era todo un ritual, su principal ingrediente: los cardos los cultivaba mi abuelo en su gran huerta, donde tenía todas las variedades de verduras y frutas.
Por el mes de julio se preparaban las carneadas, en las cuales se facturaban los cerdos; en este caso participaba toda la familia.
En la huerta no faltaban las uvas con la que el abuelo hacía un buen vino patero, para convidar en la reunión familiar, durante las fiestas de “Natale” (Navidad)
Recuerdo a mis abuelos muy trabajadores, mi abuelo paterno era, como toda la familia, constructor.  Mi padre también lo fue. Además de su cruda labor en el trabajo de una gran huerta, muchos son los recuerdos y las enseñanzas que nos quedaron.

                                                           María de Los Ángeles Passera,  Septiembre 2013.-

lunes, 7 de octubre de 2013

UN CAMBIO DE PROVINCIA



VALERIO TOBALDO
SUS ORÍGENES, SUS ANTEPASADOS
CÓMO SU FAMILIA FORMÓ PARTE DE LA INMIGRACIÓN ITALIANA PROCEDENTE DE VICENZA, REGIÓN DEL VENETO

CAPITULO XIII

UN CAMBIO DE PROVINCIA

Al retirarme de Magnasco tuvimos que alquilar una casa ya que la que estábamos construyendo por un plan del Banco Hipotecario recién nos las entregaron a fines del año 1972. 
Buscando una salida laboral, hice una visita a Río Gallegos, Santa Cruz, donde vivían algunos parientes de mi esposa. Visité varias estancias que se dedicaban en gran escala a la ganadería en el rubro ovinos, una materia totalmente desconocida para mí. Estuve en la estancia El Cóndor, que según decían pertenecía a la Corona Británica, en la estancia Las Vegas y en Las Viscachas, en las estribaciones de la cordillera de Los Andes. Nunca me pude explicar la manera de vivir de esa gente, la mayoría eran chilotes, de la isla Chiloe. Ya de regreso a Canals recibí algunas ofertas más pero ninguno de esos trabajos colmaba mis expectativas 
Cuando menos lo esperaba me visitó el Sr. Leandro Donis (persona a quién yo mencioné en algún capítulo anterior) Me contó que la firma Zubebühler había dispuesto su traslado y le enviaban a un campo en Daireaux. Enterado que yo todavía no había encontrado lugar donde ubicarme, había conversado con el Sr. Belinzzoni pasra que yo ocupase su lugar. Yo ya conocía a Belinzzoni de cuando trabajaba como mayordomo en Magnasco, actualmente se desempeñaba el mismo cargo en la firma de Zuberbühler. Dicha firma no solo explotaba campos de su propiedad, sino que también administraba campos de otros propietarios. Uno de estos era Las Tres Lomas, que estaba formado por dos grandes explotaciones, Las Tres Lomas y San Miguel, ambas de 5.000 hectáreas. La central era Las Tres Lomas y el segundo mayordomo, para el puesto que quedaba vacante, usaba como residencia el casco de San Miguel. La dueña era la Señorita Josefina Rosa Fernández de Anchorena. Y si lo recuerdan, San Miguel era el campo que tuvo que entregar Magnasco a campo raso, recibiendo yo los materiales para los alambrados en Don José. ¡Qué casualidad!
Los días que estuvo el Sr. Donis en Canals me fue explicando cuales serían mis trabajos, era un campo de cría y de invernada por lo que el plan sanitario tenía mucha importancia. Las siembras de trigo, casi único cereal que se sembraba, para su venta, las características del terreno, la comunicación diaria con la central en Buenos Aires, las inspecciones mensuales…es decir, me hizo un estudio verbal del campo. 
Me entusiasmó la idea y con Donis fuimos a conocer el campo. La casa que tenía que habitar era muy grande y cómoda y contaba con equipo de luz.
Hablé con el Sr. Belinzzoni quién también me había recomendado a la firma. De mi parte no había problemas. El mayordomo habló con Buenos Aires y el Sr. Ignacio Zuberbuhler me citaba para una entrevista el día 5 de Abril a las 11 horas. Concurrí y me entrevisté con Don Ignacio. La entrevista fue muy corta. Me presentó al Sr. Seeber que era, además de Don Ignacio, el otro Inspector de Las Tres Lomas. Seeber me hizo algunas preguntas, y entre ellas, si me gustaban los caballos. Recuerdo que en la entrevista además del sueldo se habló de las bonificaciones que percibiría, un porcentaje de la producción del campo, algo nuevo para mí porque durante los años con Magnasco no las había percibido
A mediados de ese mismo mes de abril me tenía que incorporar y una de nuestras preocupaciones fue el colegio de los hijos mayores, algo que resolvimos con mucha pena, los dejamos en Canals. Patricia, en el Colegio de monjas y Daniel, en el Colegio Belisario Roldán y viviendo en casa de un tío. Los dos más chicos, Gustavo y Valeria asistirían a la escuelita frente a la estancia.
Me hice cargo de San Miguel el 15 de Abril del año 1972.
Entraba a trabajar con una firma innovadora, que para su organización iba integrando todo lo nuevo. Frecuentemente se recibía a los técnicos en ganadería y agricultura para ampliar nuestra información, ya en ese momento habían aparecido en el mercado las semillas híbridas, como también se empieza a aplicar la alternancia en las semillas para pasturas. Ante mí se presentaban dos tipos de campos, San Miguel, completamente plano con una tierra de una fertilidad inmensa, y Tres Lomas entre cerros de piedra, pero que dejaban entre ellos porciones grandes de tierra donde se podía sembrar agricultura o pasturas. 
Recuerdo que me costó muchísimo aprender a manejar en aquellos caminos cuando llovía, acostumbrado a las arenas de Canals. Era tierra negra muy resbaladiza sobre la que la camioneta bailaba literalmente. Cuando el asunto se ponía muy difícil, me habían enseñado que había que cargar algo pesado atrás y sacarle aire a las gomas traseras. Mucho mejoró mi manejo con esa enseñanza, pero no pocas veces me quedaba mirando para atrás, me iba a las cunetas o me quedaba encajado hasta los ejes. Suerte que eran nada más que 5 km ya que el resto era entoscado. 
Cuando empezaba a caer el chaparrón nadie se atrevía a salir el primero para hacer huella, esperábamos un poco porque sabíamos que Panchita disfrutaba de los barros del camino. Panchita vivía en Tedín Uriburu y salía la primera por puro placer. Hay que reconocer que esta mujer conducía muy bien y siempre nos decía que uno de los secretos en el barro era ir a alta velocidad. Y doy fe que de esa manera nos abría los caminos.

Acerca del personal que componía los dos establecimientos, Las tres Lomas empleaba un mayordomo, un Capataz, tres puesteros, un peón a caballo y un tractorista con un tractor chico. Y San Miguel, un segundo mayordomo y dos puesteros.
El trabajo de Escritorio de los dos campos era de mi responsabilidad. Después de tantos años me había dado cuenta que muchas de las planillas que se usaban abundaban en datos que se podían reducir. Eso lo vi en varias planillas de ganadería. En agricultura no se llevaban planillas, se llevaba el parte diario, el control de la siembra y cualquier otro trabajo que se hubiera efectuado, como fumigaciones y cosecha con sus rindes. Durante la cosecha se registraba lo que se iba entregando a los acopiadores. El remanente que había en silos de alambre recubiertos por dentro con un lienzo se vendía según las necesidades. Todo se registraba a diario pero no había una planificación general con fechas de inicio y finalización de trabajos. No me voy a detener en las tareas de ganadería, ya que sería cansador y repetido.
Mensualmente se hacía un recorrido general con el inspector, Don Ignacio o el Sr. Seeber. Don Ignacio lo hacía con el mayodomo en la camioneta recorriendo lote por lote. Luego en el escritorio en Libro de Órdenes se apuntaban todas las críticas, y dejaban para todo el mes los trabajos a efectuar o movimientos de hacienda, que el mayordomo, pre4via comunicación podía modificar por alguna circunstancia. 
El Sr. Seeber hacía la inspección con el segundo mayordomo, conmigo, lote por lote y a caballo. El trabajo de escritorio posterior era el mismo. 
No sé porqué el Sr. Seeber me apreciaba tanto, supongo que era porque conmigo podía hablar de muchos temas, no sólo de campo. Y no así con el mayordomo.
En su sabiduría siempre me recalcaba que fuera transparente como persona y que no dejara pasar el momento para pode aprender algo. Cuando hacíamos el decorrido por San Miguel a caballo le gustaba almorzar y dormir la siesta en casa. 
Relatar los trabajos que efectuábamos es caer en explicaciones ya dadas, y lo resumiré en pocas palabras. Se hacían rodeos de vacas con cría, vacunaciones de Aftosa, de Mancha y Carbunclo en los teneros, se desparasitaba, se pesaban los testigos a fin de seguir su engorde ya que luego todos los terneros machos y las hembras que no se seleccionaban como madres iban a la venta en remate especiales de invernada. 
Entre los campos y la Central de Buenos Aires teníamos una cadena de radios Motorola con tres comunicaciones diarias. Con todos los campos a las 8 de la mañana, a mediodía, y a las 17 horas. Era obligación atender esos horarios

Debo hablar de Don Ignacio, era un especialista en ganadería. Integraba el Jurado en Palermo, dominaba la Ganadería en cualquier rubro. Viendo el lote sabía cuantos animales aguantaría y por cuanto tiempo de acuerdo a sus pastos. En agricultura optaba por la forma tradicional. Con el personal era muy correcto, en sus visitas saludaba a todos, se interesaba por sus familias, pero así también era muy recto.
Les voy a contar una anécdota que sucedió estando yo en un campo que no era administrado por él. Me pidió que lo acompañara ya que le parecía que las cosas no andaban bien. Llegamos al campo y lo invitó al mayordomo a que nos acompañara. En el recorrido yo me di cuenta de las grandes deficiencias que había, alambres cortados, bebidas sin terraplenes, hacienda con sarna…y lo que más me extrañó es que Don Ignacio no se dirigiera al mayordomo para hacerle algún comentario. 
A mediodía llegamos a la casa para almorzar y Don Ignacio hablaba de bueyes perdidos pero ni mu sobre lo que había viso en el campo, aunque citó al mayordomo para que fuera a La Paz, estancia de su propiedad, al día siguiente. Recién cuando regresábamos me dijo: “Usted se habrá dado cuenta que yo no hablé ni deje nada escrito y lo cité para mañana al Escritorio. Una persona que tiene en esas condiciones el campo a mí no me sirve y lo antes posible me debo deshacer de él. Lo voy a despedir pero le daré un mes para que se busque trabajo y voy a enviar un hombre que se haga cargo del campo, dándole plena libertad para que contrate al personal necesario a fin de poner orden”.

Mencionándolo al paso, en Agosto del año 1974 Patricia por una beca del Rotary Club se embarcó para Estados Unidos para hacer un año de estudio. Y Daniel, en el mismo año, se inscribió en el colegio agropecuario Ramón Santamarina de Tandil.

El día 7 de Diciembre desde el campo La Paz, propiedad de Don Ignacio avisaron por radio a Las tres Lomas que al día siguiente a las 9 de la mañana iba a llegar en avión el Sr Iñaki Zuberbühler, hijo de Don Ignacio, quien era administrador de varios campos. Me citaron en el escritorio a esa misma hora. No sé por qué pero esta noticia parecería que lo alegraba al Sr Belinzzoni porque comentaba entre la gente de la estancia que Iñaki venía a decirme que me quedaba sin trabajo. Creo que fue la noche más larga de mi vida, pero mi subconsciente me decía que fuera un poco más positivo.
Llegó Iñaki y ya en el escritorio y a solas me dijo: “Voy a ser breve, yo necesito un mayordomo para un campo que administro, y por consejo de mi padre y del Sr Seeber le vengo a ofrecer ese campo a usted. Desde ya le aviso que es completamente agrícola y este año se va a sembrar mucho maíz. Su sueldo será el siguiente más su bonificación. Me dirá si lo acepta o no”. Yo sin dudarlo le dije que sí. Luego Iñaki agregó: “Necesito que se haga cargo del campo lo más urgente posible, así que me gustaría que mañana o pasado vaya a conocer el campo”. Y yole contesté,:¿A usted le parece lógico que yo vaya a conocer el campo, ya lo conoceré cuando viva allí”.
Con Marta no podíamos creer esta mejora tan inesperada para nuestra situación, fue una nueva oportunidad de la vida que no dudamos en aprovechar, y no nos arrepentimos. 
Pero no quiero acabar el relato de este periodo sin hablar de los tremendos fríos que pasé en San Miguel. Mi esposa siempre cuenta que muchas mañanas colgaba la ropa en el tendal y a los diez minutos estaba congelada. No les cuento nada cuando andábamos a caballo y de un momento a otro caía una llovizna que calaba hasta los huesos, el famoso garrotillo. No recuerdo haber pasado tanto frío en los arreos de madrugada en Campo Gould como en esta zona. 

domingo, 6 de octubre de 2013

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VALERIO TOBALDO
SUS ORÍGENES, SUS ANTEPASADOS.
CÓMO SU FAMILIA FORMÓ PARTE DE LA INMIGRACIÓN ITALIANA PROCEDENTE DE VICENZA, REGIÓN DEL VENETO

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Una de hemorroides

Recuerdo a un tractorista de Don José, Don Echeverría, que sufría constantemente de hemorroides. Era un hombre muy tímido y no brillaba por su limpieza. Estaba sufriendo dolores terribles por su problema pero le daba mucha vergüenza ir al médico y decirle que le dolía y le picaba mucho el culo (con perdón). Por fin lo convencimos para que se hiciera ver aunque le recomendé con diplomacia que intentara no decir culo sino ano.
Cuando lo llevé al pueblo, al médico, me iba preguntando con insistencia cómo tenía que llamarle al culo, y ya me pareció que no había sido buena idea mi consejo.
Luego de una larga espera, cuando le tocó su turno con el Doctor Barrutia, un médico franco que cuando tenía que decir una cosa no tenía pelos en la lengua, el pobre Don Echeverría empezó a dudar, se puso muy nervioso, no sabía cómo empezar. La situación se puso tensa y el médico le preguntó por tercera vez: “¿Pero qué te pasa negro?” Y Echeverría resoplando y mirando el suelo: “Dígame Doctor, cuál es el sobrenombre del culo porque ahí es donde me pica y me duele”.
El Doctor Barrutia, personaje singular, le recetó los remedios, entre ellos, una buena dosis de supositorios y no desaprovechó la oportunidad para recomendarle: “Mira negro, lo principal es la limpieza, por más que se llame culo hay que lavarlo cada tanto”.

Una de parientes aunque mi padre los negara

Los italianos son por lo general limpios, pero cuando sale un italiano sucio lo hace elevado a la última potencia y en todos los rubros.
Mi padre solía contar de los Basigaluppo de Chucul, parientes lejanos de nuestra familia aunque él siempre lo negaba. Decía que no había visto en su vida gente tan sucia y lo sabía bien porque vivían en chacras muy cercanas.
Un día que había ido a ayudarles en unos trabajos, como era costumbre entre vecinos, lo invitaron a almorzar. Y no se pudo negar porque tenían que terminar el trabajo por la tarde.
Cuando mi padre entró a la cocina que también hacía de comedor, lo primero que vio fue una gallina con pollitos y un lechón que salió disparando de debajo de la mesa. La cantidad de moscas que había era impresionante.
Saludó a Doña Delia que ya estaba aprontándose para cocinar quién le comentó que había albóndigas para el mediodía. La gringa acomodó sobre la tabla de madera un buen pedazo de carne y con una cuchilla empezó a picarlo. Al momento la carne se cubrió de moscas y Doña Delia seguía picando con gran esmero mientras les gritaba “FASTIDIOSE MOSCHE, FARE ATTENZIONE CON LE TESTE E CON LE GAMBE” (Fastidiosas moscas cuidado con las cabezas cuidado con las patas)
Ese día mi padre no comió albóndigas y creo que nos las probó nunca más en su vida.

Una de los mellizos Muñoz

Recuerdo a Muñoz, el domador de La María que vivía con su familia en un puesto muy cerca del casco. Tenía varios hijos y entre ellos unos mellizos de 11 años que eran la piel de Judas. 
Había que cosechar cebadilla y se empleó a los hermanos Pocielo de Benjamín Gould para este trabajo. Estos peones venían del pueblo en su propio sulky que guardaban bajo el monte del casco. Usaban para dormir una pieza pegada al galpón, lejos de la casa del personal.
Un sábado a la tarde andaban los mellizos por la estancia y eso siempre era un peligro. No tuvieron mejor idea que, en ausencia de los peones que estaban en su labor, sacarle las ruedas al sulky, y de costado, meter el cuerpo dentro de la pieza donde dormían los Pocielo. Lo acomodaron bien y le volvieron a poner las ruedas. 
Ya de noche, los Pocielo volvieron del campo, agarraron en el corral su caballo y se encontraron con la sorpresa de que el sulky no estaba. Varios peones juraron que lo habían visto al mediodía. Se armó un gran revuelo mientras no parábamos de buscarlo. El mayordomo le ordenó al segundo que fueran al pueblo a poner la denuncia.
Cuando los Pocielo fueron a buscar la ropa a la pieza se encontraron el sulky adentro armado y bien guardado.
Nadie lo dijo pero todos pensamos en los mellizos Muñoz.

Otra de “médicos”

Era un domingo de guardia por la noche y el Sr Houlin nos había prestado el Jeep, la famosa “mula baya”, para que fuéramos con su hijo Donald a una fiesta en Alejo Ledesma, cena y baile para celebrar el día del Pueblo. 
Ya cambiados para salir llegó a caballo el peón del tambero Gómez, venía a pedirnos de parte de su patrón si podíamos llevar a su esposa a Alejo Ledesma, al médico ya que se sentía muy mal. No había más remedio que hacerlo y como yo era el que estaba de guardia me tocaba a mí. Por su parte Donald no iba a renunciar al baile, le pediría el coche a su padre. Y acordamos juntarnos en el pueblo porque sabíamos que Doña María no tenía nada grave, ya lo había hecho muchas veces. 
Salí con el Jeep para el lado del tambo y cuando llegué ya estaban la señora y el esposo esperando. Doña María era muy gorda y el hueco de la puerta del Jeep era muy chico. No la podíamos meter y la mujer tampoco hacía mucho por ayudar. Entonces me dijo Don Gómez en un rapto de lucidez: “Si no entra la sentamos sobre el capó y levantamos el parabrisas. Yo la agarro y la voy cuidando”. 
Al final y después de mucho empujar, Doña María quedó sentada en el asiento y más sana que nunca, ya se le veía, y yo cambiado y sin baile.
Cuando llegamos a Alejo Ledesma, la algarabía era grande, música y gente divirtiéndose por las calles, y la mujer que me avisa que no va al médico sino al curandero. A la media hora salió “sana”, nos volvimos al tambo y se bajó muy oronda.
Era la una de la madrugada y yo ya no estaba para más bailes.

Otra del corazón de mi abuela Valentina

No quiero que quede flotando en el aire la personalidad de mi abuela Valentina como una mujer hosca y de mal carácter, que lo era, pero que también tenía un corazón enorme y se interesaba por las personas necesitadas, tanto cuando a esa necesidad la podía remediar ella misma como cuando tocaba recurrir a otros. 
Este es uno de los tantos casos que podría contar de mi abuela y que me fueron relatados por mi padre, quien sentía un gran cariño por ella pero que por las circunstancias no tuvo oportunidad de demostrarle. La falta de un padre y las grandes necesidades hacían que a edades tempranas se despegaran del hogar para trabajar en otras chacras.

Con mucho sacrificio, teniendo yo seis meses, mi padre quiso que mi madre me llevara hasta Chucul para que me conociera mi abuela, creo que fue la única vez que me vio.
Con mi madre se adoraban.
Estando ya en Chucul, fue de visita mi tía Italia, otra hija de la abuela que vivía en un pueblo muy cerca y tenía una muy buena situación económica. Trabajaba de modista profesional y su esposo era dueño de una pequeña usina eléctrica en el pueblo de Olaeta. Mi tía le comentó a la abuela que había comprado una máquina de coser nueva y que no había vendido la vieja. En aquella época una buena máquina de coser estaba al alcance de muy pocos. La abuela no dijo ni palabra, pero supongo que por su mente desfilaron esos rasgos de generosidad que caracterizaban a esta tana acostumbrada a pelearle a la vida. 
La tía Italia se fue unos días antes que nosotros en el mismo tren, sólo que ella viajaba hasta Olaeta y nosotros seguíamos hasta Monte Maíz.
Llegado el momento de partir, la abuela Valentina le dio a mi madre una carta para la tía que debía dársela al paso del tren, la estaría esperando en la estación. Pero en Olaeta nos esperaba algo más, una máquina profesional Singer a lanzadera que la tía Italia nos regalaba. 
Mi madre pudo coser con ella para nosotros y para los vecinos hasta su muerte, y luego se la llevó mi hermana Etelvina que aún la conserva como una reliquia de familia.
Con esta pequeña historia quiero completar la estampa de una mujer llena de virtudes y de amor, criada entre sacrificios y necesidades, que sola sacó toda una familia numerosa adelante. Una mujer que muchas veces renunció a lo que ella necesitaba y que tuvo las agallas suficientes para defender a los suyos cuando las circunstancias lo requerían. Como uno de los 600 descendientes del tronco familiar formado por Benedetto Tobaldo y Valentina D/Andrea llegados de Italia en el año 1908, muchas gracias abuela Valentina, cuántos descendientes quisiéramos tener esa manera de enfrentar la vida de acuerdo a las exigencias y necesidades del momento.

sábado, 5 de octubre de 2013

ANÉCDOTAS




VALERIO TOBALDO
SUS ORÍGENES, SUS ANTEPASADOS.
CÓMO SU FAMILIA FORMÓ PARTE DE LA INMIGRACIÓN ITALIANA PROCEDENTE DE VICENZA, REGIÓN DEL VENETO

ANÉCDOTAS

Ha llegado el momento de hacer un paréntesis en lo que venía haciendo porque según reza una frase latina, no en sus palabras sino en su sentido “triunfa quién tiene el don de ir intercalando lo útil con lo dulce”. Hasta ahora me he referido a mis raíces y a mi vida personal, en los estudios y en lo laboral, pero mientras tanto compartiré algunas anécdotas. Contaré únicamente algunas seleccionadas, ya que si las quisiera poner a todas llegaría, como decían los romanos a las “kalendas de Marzo”. Y lo haré con nombres ficticios y respetando a las personas con quienes trabajaba…aunque en esta volteada mis parientes van a caer con nombre y apellido. Les aseguro ni mi abuela se va a salvar.

Una de mi abuela

Mi abuela paterna, Valentina, enviudó al poco tiempo de llegar de Italia, se quedó sola y con siete hijos, teniendo el mayor tan sólo quince años. Pasado un tiempo formó un nuevo matrimonio con un italiano bastante adicto al vino, que cuando estaba bajo los efectos del alcohol iba a casa y todo le molestaba, se creía un superhombre. Mi abuela era una de esas tanas de bastante volumen, endurecida por la vida, que lo aguantaba hasta que el agua llegaba al río, momento en que se le terminaban las representaciones y el pobre hombre tenía que guardar su libreto para otra ocasión. Yo creo que pensaba que disparar no es cobardía sino evitar un mal mayor.
En ese tiempo en las chacras se usaban los malacates, una especie de bomba que funcionaba con un caballo que giraba en círculos, con una rueda grande hacía funcionar la bomba que extraía el agua para la bebida de los animales. Al caballo le tapaban los ojos para que no se mareara durante el largo tiempo que efectuaba todos los días el mismo trabajo. De niño los conocí en las chacras de mis tíos. Según nos contaba mi padre la rueda del malacate del campito de ellos era bastante pesada, como las de mis tíos, ruedas de hierro de cosechadora vieja.
Cierto día bajo los efluvios del alcohol el marido de mi abuela se puso como siempre valiente y molesto con la tana, y como ella no le hacía caso no tuvo mejor idea que intentar llevar a la práctica una nueva escena que había elaborado en los momentos de lucidez. Para llamar la atención y pensando para sí “este es el momento que van a conocer quién soy y hasta donde puedo llegar cuando me lo propongo, ni a la muerte le temo” se encaminó al malacate que estaba funcionando mientras le grita a la abuela con un dejo de suficiencia “uccidome …uccidome” (me mato … me mato ) muy seguro de que mi abuela correría para detenerlo por semejante locura. Ella con pasmosa tranquilidad no se movió del lugar y le contestó “Ebbo e ebete, la testa metta subito sotto la rota non la testa” (borracho y estúpido, poné la cabeza enseguida bajo la rueda, no las piernas) Mi abuela Valentina no quería tener además de un borracho, un inválido.

Aquellos coches usados

Existían en aquel tiempo las “mensajerías” que eran autos largos, ignoro la marca, los cuales además de tener asientos delanteros y traseros, tenían en el medio dos asientos individuales a fin de transportar más personas ya que ese era el trabajo; además, efectuaban comisiones y llevaban la correspondencia a los pueblos. Los trayectos siempre eran sobre caminos de tierra y en épocas de lluvia vivían de encajadura en encajadura, hasta el extremo en que los pasajeros se bajaban y empujaban. Si el auto no se podía desencajar, el chofer tenía que caminar hasta una chacra vecina donde a veces conseguía un tractor o chacareros que con los caballos de tiro le ayudaban a sacarlo del barro. Cuando había llovido o la amenaza de lluvia era grande, no viajaban. 
Un tambero, Don Serapio Soria, que tenía una familia grande compró un auto que había sido una mensajería, sin tener la menor idea de manejar y cómo funcionaba un coche. En una ocasión cargó a su familia y se fue al baile organizado en el pueblo de Santa María. Mientras sus hijos e hijas se divertían, él con sus amigos aprovechó para darle a la bebida de lo lindo. Todos terminaron entre San Juan y Mendoza, borrachos perdidos.
Era la una de la madrugada, el baile no terminaba hasta las tres, y Don Serapio ya no daba más. No había más remedio que irse a dormir al coche. El comisario en su recorrido de vigilancia pasó entre los coches estacionados afuera del baile y escuchó el rosario de insultos. “¿Qué le pasa Don Soria?”. Y el tambero muy enojado le gritó “Como para no calentarme. Qué me pasa, qué me pasa, mire, no sé para qué están ustedes los milicos que no cuidan nada. Me han robado el volante, la palanca de cambio, hasta las llaves que dejé puestas. Fíjese, y ahora cómo hago para llevar mi familia a casa y hacer el tambo”. El policía que se había dado cuenta del terrible pedo que tenía le contestó: “Quédese tranquilo Don Soria, va a poder llevar a su familia y llegar a la hora del tambo, lo que pasa es que usted se sentó en el asiento de atrás”

Otra de coches

Otro tambero, Estodulio Jiménez se había comprado un coche usado, no sé de qué marca ni modelo pero muy bien pintado. Él se vanagloriaba entre los demás tamberos de que su coche era un joyita comparado con los de los demás. Entre los tamberos eran muy pocos los que sabía manejar. No entendía del mecanismo y en muchas ocasiones si no podían poner el motor en marcha lo intentaban hasta quedarse sin carga en la batería, el remedio era atar los caballos al acoplado con el que llevaban la leche a la Fábrica. Ataban el coche con un alambre a la parte de atrás del acoplado y lo paseaban por lo lotes hasta que arrancaba. Un truco que les habían enseñado los que vendían los coches a sabiendas de que esto iba a ser muy común. Los acoplados acababan rotos y los animales lastimados, de esta manera la estancia lo prohibió.
Una tarde, Don Estodulio bastante ducho en el manejo salió con su familia para el lado del pueblo. En un principio todo iba bien, no se había llevado por delante la tranquera, cosa común en estos principiantes. Pero a mitad del camino el coche empezó a fallar, hacía explosiones y se paraba. Tanto darle al contacto para que arrancara se quedó sin batería. Pasó un tambero que lo conocía y se ofreció para llevarlo a remolque hasta el pueblo. Como no tenían con qué tirarlo, lo solucionaron muy rápido cortando un pedazo de alambre de los alambrados del campo. 
Al llegar al taller, Don Estodulio le explicó el problema al mecánico de la mejor manera que pudo. El mecánico con sólo levantar el capó se dio cuenta del injerto que había en ese motor. Pensando en voz alta mientras lo revisaba para si mismo iba diciendo: “los platinos…la bobina....las bujías…el distribuidor…” Don Estodulio se iba poniendo cada vez más nervioso porque no entendía nada. Y ya cuando no aguantó más le preguntó “¿Qué carajo tiene este coche que hace una semana que lo compré?” El mecánico con cara muy seria le contestó: “Lo que no tiene este coche es GOYETE”. El tambero ya fuera sí y rojo de rabia le gritó: “PONELE UN GOYETE NUEVO, QUE MIERDA VAMOS A ANDAR JODIENDO” 

Otra de mi abuela

Cuando yo comencé a trabajar con Magnasco una de mis tareas era visitar los distintos consignatarios y acopiadores cuando había hacienda o cereal para vender. Se les solicitaba que revisaran la mercadería y que enviaran cotizaciones de acuerdo a los precios de los mercados. Esto se hacía con los remanentes, las ventas grandes se hacía directamente en Buenos Aires.
Ante la necesidad de vender 60 vacas de deshecho, me presenté en las oficinas del consignatario de la Unión Ganadera de Canals, cuyo gerente era el Sr Juan Gattari. Yo era nuevo, no me conocían. Cuando me presenté ante el Sr Gattari quedó muy sorprendido por mi apellido y me preguntó si yo tenía parientes en Chucul, Carnerillo u Olaeta . Al responderle que tal vez me contó una anécdota de una señora de Chucul de apellido Tobaldo. 
Resuelta que el padre de este hombre tenía en este pueblo un almacén en el que acopiaban granos que le compraban a los chacareros de la zona. Todos tenían cuenta abierta en el almacén, compraban al fiado y luego pagaban con la entrega del cereal al término de la cosecha. A fin de asegurar el pago se le hacía firmar al cliente una especie de prenda por la que se comprometía a pagar con la entrega del cereal.
Parece ser que el esposo de la señora Tobaldo firmó tal prenda, pero el empleado del almacén no sabía que la dueña del campo era ella. Pocos días antes de terminar la cosecha el empleado se presentó en la chacra para acordar la entrega del cereal. La señora Tobaldo lo sacó como chicharra de un ala porque ella no había firmado nada e iría inmediatamente a hablar con el sinvergüenza del Sr Gattari. 
A la mañana siguiente, la tana muy enojada llegó en sulky al almacén con su esposo y pidió hablar con el dueño. Ya en el escritorio, ante Don Gattari padre, ella lo trató de sinvergüenza porque se había aprovechado de un hombre borracho, y le exigió que le devolviera la prenda. Los reclamos fueron subiendo de tono hasta convertirse en una discusión muy acalorada. Entre gritos y amenazas se levantaron de la silla, momento en que ella se le tiró encima y acabaron en el suelo. La mujer se quitó un zapato y le dio donde podía. El Sr. Gattari empezó a gritar como loco y ante este revuelo se presentaron el hijo y el empleado para separarlos. Ya calmada la cosa, la señora Tobaldo se acercó a su marido y le sacudió el último zapatazo en la cabeza.
Como era de esperar, Don Gattari padre optó por dar la prenda por anulada y entregársela. 
A esta altura del relato el consignatario me preguntó si yo conocía a estos chacareros de Chucul: “¿Esa mujer era pariente suya?”. “Sí, esa mujer era mi abuela Valentina”.

viernes, 4 de octubre de 2013

EL VALOR DE LA PROGRAMACIÓN



VALERIO TOBALDO
SUS ORÍGENES SUS ANTEPASADOS.
CÓMO SU FAMILIA FORMÓ PARTE DE LA INMIGRACIÓN ITALIANA PROCEDENTE DE VICENZA, REGIÓN DEL VENETO
CAPITULO XII

Un aspecto muy importante y ventajoso para la programación agrícola-ganadera en campo Don José era su superficie. Contábamos con un bloque de 8000 hectáreas con la particularidad de que por su interior no pasaba ninguna calle pública ni vecinal. Estaba muy bien apotrerado en 38 lotes, lo que facilitaba el manejo en general; por ejemplo, la clasificación de la hacienda en sus distintas categorías y sexo (aunque había muchos alambrados internos que estaban en muy malas condiciones por lo que en más de una ocasión se nos mezclaba la hacienda)
En este primer planteamiento anual de la cosecha fina y gruesa que habíamos elaborado, yo debía tener en cuenta al detalle los cambios de hectáreas a trabajar porque además de la cosecha fina de trigo para la venta que se venía haciendo siempre, había que sembrar centeno y avena para semilla, no sólo para este campo sino para abastecer Campos Canals. Y en cuanto a la cosecha gruesa, debíamos sembrar sorgo de pastoreo (Leoti Red) que luego de cosechado se buscaría un contratista para su clasificación, guardando en silo lo necesario para siembra en Don José, el resto, para proveer a los otros campos. El sobrante para la venta. Ese año también se planteó un aumento de hectáreas de sorgo granífero, de 500 hectáreas se pasaría a sembrar 800. La producción se entregaría íntegramente a la Sección Fábricas La Genovesa para alimento de los cerdos.
Antes de continuar quiero remarcar que la producción de sorgo granífero de ese año fue para mí una nueva experiencia porque hasta el momento se sembraba una sola variedad. Con la venia del ingeniero hicimos muestreos de diferentes variedades en áreas de 10 hectáreas cada una; luego en la cosecha pesamos los rindes de las distintas variedades comparándolas entre sí, también las comparamos con el grueso del rendimiento de la variedad de sorgo granífero que siempre se había usado. Una experiencia nueva que nos demostró que en el mercado ya había semillas muy superiores a la que siempre se había sembrado y que debíamos tener en cuenta para el siguiente año. Esto no sólo nos sirvió a nosotros sino también a muchos productores de sorgo que nos pidieron los resultados.
Cuando efectué la programación sobre el papel me encontré con que lo que yo ya suponía, al aumento de las hectáreas sembradas había que calcularle los trabajos previos de barbecho, tan necesarios a fin de lograr mayor rendimiento, acumulación de humedad de las lluvias y combatir las malezas. Para conseguir cumplir nuestros objetivos en tiempo y forma íbamos a necesitar dos contratistas con arados, dos sembradoras y una cosechadora más. Por primera vez alguien planteaba la importancia de cumplir con rigor los periodos destinados a las diferentes actividades productivas, teniendo en cuenta la incorporación de nuevas semillas con ciclos muy definidos.
Revisé este cálculo con el Ingeniero en su visita del mes siguiente apoyándome en los datos que yo había ido recogiendo en mis notas, en mi Vademécum. Al principio lo tomó como algo más teórico que práctico y muy difícil de obtener, pero luego de revisarlo y dándole yo todas las explicaciones aprobó el plan. Por supuesto, no resultó el cien por cien de lo programado como es de esperar, la naturaleza es impredecible, pero para los años siguientes esta manera de trabajar quedó como obligatoria en Don José y con el tiempo se plantearía en los demás campos.

Tal vez a esta altura se preguntarán por qué soy agricultor y amo la tierra. Para mí la tierra es mi Pachamama, la siento en mis manos y no puedo explicar la riqueza, la bondad y la vida que hay en ella, y cómo responde en poco tiempo a los deseos del hombre. Pongamos por ejemplo un grano de trigo: lo pones en la tierra y a los 4 ó 5 días ya germinó, un poco más y ya está fuera; sigue su crecimiento que uno va observando cada día como un hijo que crece, va produciendo hojas, luego florece y forma su espiga que multiplica y te devuelve muchas más semillas por cada una que plantaste. A los 170 días una espiga dorada cubierta de granos ya está en condiciones de ser cosechada y convertirse en pan. No hay nada más hermoso en la naturaleza, que llene más tus ojos, que el suave ondular de los trigales de color oro, los alfalfares irradiando azules donde miles de abejas los visitan para llevar el polen con el que fabrican la miel. El mar de cabezas de color amarillo de los girasoles que van girando con el sol desde que éste amanece hasta su pérdida en el horizonte…
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En ganadería también se iba innovando y dentro de mí se despertó un nuevo interés o curiosidad, hasta el momento no había trabajado en el manejo de rodeo de vacas con cría, engorde en corral e inseminación artificial, pero este aprendizaje quedó pendiente para años futuros porque en Don José no se realizaban estas tareas.
Para el trabajo ganadero contábamos con muy buenas instalaciones de mangas, bañadero y balanza individual. 
Los novillos se clasificaban en tres categorías, gordos, medianos y los más chicos de los destetes. Mensualmente se pesaban los novillos gordos llamados la primera cabeza y casi todas las semanas se cargaba una jaula de treinta para la venta. La reposición se hacía con los de segunda cabeza. 
Era un campo muy castigado por la sarna. Por este motivo, en lugar de dar los dos baños anuales de costumbre debíamos dar tres, asumiendo un mayor trabajo y un coste elevadísimo. Pensábamos que al repetir el mismo remedio la sarna se autodefendía como ocurre con los herbicidas con las malezas. Cambiamos de remedio pero no nos dio resultado. Se vacunaba contra aftosa de acuerdo a la obligación de Senasa.
También era muy común el Pietin, enfermedad que ataca las manos y las patas de los animales. Para esta cura teníamos un bañadero aparte de 4 x 4 metros y 50 centímetros de alto; se ponía 30 centímetros de agua y la dosis proporcional de sulfato de cofre. Eran necesarios tres o cuatro baños para su curación. Otra enfermedad recurrente, aunque no en gran escala, era la enfermedad de los ojos; en este caso se apartaban en un lote chico o enfermería todo animal para tratar, luego ya sanos volvían a sus lotes respectivos.

En el año 1971, finalizado el contrato, Magnasco cerró varios tambos y devolvió la tierra a su dueña, la Señorita Josefina Rosa Fernández de Anchorena, en Tedín Uriburu, provincia de Buenos Aires. Posteriormente, la propietaria entregó el campo a la firma Zuberbülher para su administración. Por contrato firmado con Magnasco, al entregar el campo se debían desmantelar las casas de los tamberos, los alambrados interiores y corrales, debía quedar campo raso respetando sólo los molinos y las aguadas. Una vez efectuada esta cláusula el material retirado, postes, varillas y alambre, se envió a Don José. Esto nos vino muy bien porque como ya dije las líneas de alambrado estaban muy deterioradas. Se buscó un alambrador que se instaló con su familia en un monte en el cerco de la manga. Parece mentira pero este trabajo de renovación le cambió la cara al campo. 

Personal de Don José y sus obligaciones

El Segundo Mayordomo era un hombre sin ningún conocimiento en agricultura, bastante conocedor de hacienda, pero sin espíritu de seguir aprendiendo. Su trabajo consistía en llevar las planillas diarias del Escritorio: parte diario, planillas de hacienda, registro de lluvias; también era su responsabilidad recorrer los sembrados para control de plagas, las pesadas y los baños.

El Capataz de campo en ganadería era un hombre muy criollo y muy capaz en el manejo del personal a sus órdenes, quienes lo respetaban. Muy conocedor de la hacienda. Sus responsabilidades eran compartidas con el Segundo. Se encargaba de los baños y pesada de los novillos, trabajo que yo supervisaba si no había cosecha. También de la cura de los animales. Cargaba los camiones de novillos y recibía los camiones con hacienda que llegaban al campo.

Los Puesteros debían recorrer diariamente los lotes de hacienda y revisar la parte del alambrado perimetral que correspondía a su sección y arreglarlo, mantener limpias las bebidas y por la tarde ayudar al Capataz en los trabajos. Entre los puesteros debían juntarse y terraplenar las bebidas de sus secciones, mantener limpios los cercos de los tanques. Debían cuerear los animales que se morían en su sección.

El Capataz de tractoreros era un hombre de carácter y la gente lo respetaba. Conocía mucho de agricultura en la parte de preparación de tierra. Junto con el Capataz de Campo eran mis mejores colaboradores. Estaba a cargo del equipo de tractoristas. También se ocupaba de la Herrería arreglando la maquinaria siempre que fuese posible hacerlo en la estancia. Se encargaba de llevar de la despensa propia lo que necesitara el cocinero. El Capataz no vivía en el campamento de tractoristas, sino que ocupaba con su familia una casa en el casco

Los Tractoreros eran dos por tractor y trabajaban en tres turnos de 8 horas. Únicamente araban y pasaban rastra a disco ya que eran las únicas herramientas propias que teníamos. Cuando no había trabajo en el campo llevaban el equipo a la estancia y reparaban y dejaban las herramientas a punto, o arrancaban monte y hacían leña para cocinas y estufas. Tiempo que también se aprovechaba para darle las vacaciones. El campamento contaba con cuatro casillas, tres para dormir y una cocina-comedor. 

Los Cocineros eran dos, uno de la cocina del personal de la estancia y el otro del campamento de tractoreros. 

Los Peones generales eran cuatro que le ayudaban al Capataz. Apartaban hacienda o cualquier otro trabajo imprevisto que surgiera. Uno de ellos, cuando moría un animal, con un tractor chico llevaba la osamenta al cementerio y traía el cuero a la estancia donde lo estaqueaba. También se ocupaban de la limpieza de los galpones.

El Molinero se encargaba del arreglo de los molinos rotos o cambiaba cueros a todos los cilindros de los molinos del campo y revisaba sus niveles de aceite.

El Parquero-quintero se encargaba únicamente de la quinta y del parque. Con un tractor chico y una máquina desmalezadora cortaba el pasto del parque que era bastante grande. 

Las cosas en la firma no funcionaban bien, se habían retirado tambos de particulares y otras empresas como la Sereníssima, Sancor, Nestlé comenzaron a retirar leche de la zona; Sancor formó una Cooperativa que le quitó más tambos aún. 
Magnasco que por muchos años dio trabajo a centenares de personas de Canals, como la más potente industria lechera de Argentina, hoy iba perdiendo su competitividad, estaba dando lugar a que otras empresas muy fuertes y que se estaban renovando, se metieran en su territorio; lo mismo pasaba en Venado Tuerto y Tandil. Nosotros veíamos un horizonte muy oscuro, y cuando digo nosotros me refiero a los mayordomos. Algunos encontraron trabajo en otras firmas y yo estaba en la duda. Me sentía preparado para ser mayordomo de cualquier tipo de campo. 
Las relaciones se iban enfriando y las comunicaciones eran un poco tirantes. En Don José me ordenaron vender muchos novillos que no estaban es el estado ideal. Quizás no era como nosotros lo veíamos, pero al poco tiempo la cuestión se puso demasiado tirante y muy fea. Al final de todo esto presenté mi renuncia el 20 de Junio de 1971. Había trabajado con Magnasco durante 22 años. 
Debía buscar un nuevo trabajo y sólo tenía varias ofertas que no estaban de acuerdo a lo que yo pretendía, pero cuando uno menos lo piensa salta la liebre. Un amigo y compañero de trabajo en Magnasco que estaba incorporado a la firma Zuberbülher, y que lo trasladaban a otro campo, viajó a Canals para ofrecerme el puesto que dejaba. Por su intermedio volví a trabajar en otra firma. Nuevamente me sentía muy seguro de mí mismo. 
Debo agradecerle al Sr. Leandro Donis por ese gesto que tuvo conmigo.

jueves, 3 de octubre de 2013

LAMPEDUSA NUEVA TRAGEDIA A CAUSA DE LA INMIGRACIÓN DESCONTROLADA

LAMPEDUSA NUEVA TRAGEDIA A CAUSA DE LA INMIGRACIÓN DESCONTROLADA
Por Patricia TOBALDO
Hoy amanecemos  compartiendo la noticia, en todos los idiomas existentes, gracias a la globalización: “Una barcaza con 500 personas a bordo naufragó muy cerca de la Isla de los Conejos y se incendió”
Son sólo dos líneas, nada más, alcanza para definir una nueva tragedia humana. Ante situaciones de esta naturaleza, para la cual no se encuentran palabras que puedan mitigar tremendo HORROR, hago en primera persona un mea-culpa y me pregunto ¿Qué es la convivencia? ¿Qué podemos hacer para dar un nuevo significado al concepto de convivencia? ¿Qué significa “diálogo entre conciudadanos”? Se podría decir que las personas nos dividimos en dos grupos: los que perciben el diálogo como una amenaza y los que consideran al mismo como una oportunidad y un componente integral de desarrollo, por lo tanto sería ese el punto de inflexión a partir del cual comenzar a encontrar respuestas a los interrogantes arriba mencionados.
No es la historia la que provoca tantas muertes, no es la iniquidad y la ineficacia de los gobiernos los que causan las huidas despavoridas y a cualquier precio, de sus habitantes en busca de nuevas oportunidades, donde sea, pero fuera de su tierra, donde ya no es posible ni siquiera respirar;   no es la religión la causa de las violaciones, no es la pureza de los ortodoxos que hace explotar edificios con personas adentro y causa las guerras, no son las instituciones las que fracasan. Somos los hombres que ignoramos la cultura, que no construimos una memoria efectiva y que no sabemos usar las palabras para intentar mejorar el mundo desde el diálogo.

“El hombre que solo tiene una oreja obtiene solo una versión del problema” (Mandingo)

miércoles, 2 de octubre de 2013

LA CIENCIA LLEGÓ AL CAMPO




VALERIO TOBALDO
SUS ORÍGENES, SUS ANTEPASADOS.
CÓMO SU FAMILIA FORMÓ PARTE DE LA INMIGRACIÓN ITALIANA PROCEDENTE DE VICENZA 
REGIÓN DEL VENETO

XI CAPITULO

LA CIENCIA LLEGÓ AL CAMPO

Hacía dos años que estaba en la María con la monotonía de siempre tambo-escritorio-escritorio-tambo. Ya lo habíamos hablado con Marta, si yo quería adelantar y hacer carrera en el campo debíamos buscar otro camino.
Había tendido varias redes y recibí una propuesta que se ajustaba a lo que yo estaba buscando, sólo era cuestión de estudiarla. Pero a pesar de mi apuro siempre tenía en cuenta que al tomar una determinación había que atenerse a las consecuencias, “piano piano se va a lontano”
A principios de 1970 el Sr. Matheson, el mayordomo general de la María (en tres años ya habían pasado dos mayordomos por este puesto) me citó para el día siguiente al Escritorio de La Panchita, el Sr. Raúl Magnasco, un ingeniero joven que se había hecho cargo de la supervisión de varios campos, quería hablar conmigo. Esto me dejó muy intrigado porque ya era sabido por todos que la firma no andaba nada bien, se habían entregado varios campos y cerrados tambos; además, algunos tambos optaron por entregar la leche a otras empresas. En ese momento mi temor fue que me trasladaran lejos de Canals.
Ya en el Escritorio, el Ingeniero Raúl Magnasco me informó que habían decidido que me hiciese cargo de Don José ya que el Sr Ituarte se haría cargo de La Dorita, en Carlos Casares. No me puse a llorar porque me daba vergüenza…y además me explicó que campo La Florida que dependía de Don José pasaría a estar bajo la supervisión de La Panchita, y Don José, directamente de Buenos Aires; y en la administración estaría él al frente. 
A esta altura de la propuesta yo ya no podía razonar de la inmensa emoción que sentía, llevaría Don José y sin el lastre de La Florida que era un campo netamente tambero, y como broche de oro, depender directamente de Buenos Aires. Lo único que me acuerdo es que le agradecí al Ingeniero, pero no recuerdo si saludé a alguien al salir del escritorio. Esa distancia de 10 km que me separaban de casa para darle la noticia a Marta no se terminaba nunca y yo creo que hasta el Jeep, que estaba aburrido de hacer ese camino interminable, habrá pensado “este está loco, se cree que soy un turismo carretera”.
Con esta noticia se nos habría un horizonte para nuestros sueños. 

A mediados del mes de Febrero de 1970 me hice cargo del campo. El personal permanente de Don José estaba compuesto por el mayordomo, el segundo mayordomo, un capataz de campo, un capataz de tractoreros, ocho tractoreros, cuatro peones generales, un molinero, un parquero-quintero y tres puesteros.
Y sigo anotando fechas y más números, y esto parece un manual de matemáticas que ni Pitágoras lo entendería, pero lo considero necesario para expresar la magnitud del trabajo en cada momento de mi vida. Sí, claro, aunque resulte más largo que amor de zonzo y más aburrido que bailar con la hermana.

¿Cuál fue la razón de la compra de Don José unos años antes? En la separación, Campos Canals se quedaba sin campo que recibiera todo el destete, terneros machos y hembras que se separaban de las madres cuando éstas terminaban su ciclo lechero en cada parición. Este nuevo campo serviría como depósito del destete. 
De esta manera, en Don José se recibían todos los terneros machos para seguir con el proceso de invernada (paso de ternero a novillito), luego, de engorde, hasta llegar a los 400 kilos o algo más, peso con el que se destinaban a la venta en el Mercado de Liniers. Las hembras se seleccionaban por sus condiciones para futuras madres, las que servían se quedaban en Campo La Panchita; cuando a su debido tiempo se las entoraba y se quedaban preñadas para parir en los meses de Marzo o Septiembre, se las repartía por los tambos según las necesidades. El tambo se renovaba sacando las vacas viejas, mayores de diez años que habían finalizado su ciclo productivo, o las que por cualquier otro defecto no daban el promedio de leche requerido. Las que no iban a ser madres, se enviaban a Don José para su engorde y posterior venta. 
Las vacas enfermas, solas o con sus terneros, se retiraban en cualquier época del año y cuando cada campo reunía unos treinta animales, llamados de deshecho, se las mandaba a la venta en las ferias locales. Si sus terneros estaban en edad de destete, se mandaban las vacas solas. 
La edad de toda hacienda se determinaba por la cantidad de muescas que tenían en la oreja derecha. El lugar y la cantidad de las muescas referían un valor numérico para determinar su edad. Cada muesca de arriba designaba que había nacido en un año terminado en tres, y las de abajo, en un año terminado en uno. La de la punta señalaba año cero. Por ejemplo, si un animal tenía una muesca arriba y una abajo era del año inmediato terminado en cuatro. El animal de más de diez años era difícil que siguiera en el campo.
También luego del tacto rectal todas las vaquillonas que habían estado en servicio, sin resultar preñadas y a falta de engorde, se enviaban a Don José. Las gordas quedaban en La Panchita para su venta.

Volviendo a mi experiencia en el nuevo campo, yo sabía que debía poner en juego todos mis conocimientos en el manejo de hacienda, agricultura y del personal. 
Sobre las nuevas cuestiones de ganadería continuaba asistiendo a toda charla que se daba en los pueblos de los alrededores y me informaba a través de los mayordomos y dueños de otros establecimientos. Doy gracias porque los consejos para la innovación eran buenos y abundaban. 
En cuanto a agricultura, mi pasión, asistía a las conferencias como asiduo concurrente haciéndome amigo de los semilleros e ingenieros agrónomos que las daban. Y en tiempos de cosecha me ponía en contacto con los contratistas que con sus máquinas trabajaban en la zona, la mayoría santafesinos, y en general unos verdaderos maestros en este rubro. 
Poco a poco y con mucho empeño fui conociendo los adelantos que ya se estaban dando en esta actividad y mi vocación fue en aumento.
En ese momento, la gran transformación en agricultura se estaba dando en el ámbito de las semillas, tanto en las de cosecha fina: trigo, centeno, cebada, avena…, como en las de cosecha gruesa: maíz, sorgo… Los ingenieros agrónomos que visitaban los campos ofreciendo sus semillas eran una preciosa fuente de información.
Antes se hablaba simplemente de siembra en general, pero con los nuevos estudios aparecen en el mercado semillas que ofrecen la posibilidad de establecer diferentes ciclos; ciclos cortos, medios o largos. El ciclo se refiere al tiempo que necesita la semilla desde su siembra hasta la cosecha. Esta innovación fue importante porque cada productor podía elegir el tipo de semilla en función del ciclo que le favorecía más a su explotación. Las oportunidades de organización y rendimiento se aumentaban muy sensiblemente para el campo, sobre la misma tierra se podía hacer una segunda siembra inmediatamente de la cosecha, lo que se llama en la jerga “siembra de segunda”.
Aclaro que no he mencionado la soja, la vedette del momento, porque en aquella zona aún no se sembraba.

Yo iba anotando todos los datos recibidos en libretas que eran mi Vademécum que me acompañaba como mi sombra en un día de radiante sol. En mi cabeza tenía un ovillo de conocimientos e ideas y la esperanza de que en algún momento empezarían a dar sus frutos. Pero sí ya era conciente de la necesidad de tener en cuenta los múltiples detalles que podían mejorar el rendimiento. Mi conclusión era que “sin programación una anticipada y eficiente, sea en agricultura o ganadería, el éxito es imposible” La ciencia estaba transformando el campo. 
Lo dicho, para poder confeccionar una programación eficiente se deben tener en cuenta varios factores esenciales y un conocimiento profundo de los mismos: la definición de las hectáreas destinadas a agricultura y ganadería, el rendimiento por hora de los equipos necesarios, horas de trabajo diario de cada equipo y la determinación adecuada de las fechas de inicio y finalización de cada actividad, que es uno de los elementos más importantes para controlar eficientemente la producción. Conociendo todos estos factores se consigue en el tiempo una programación más adecuada, racional, y los frutos de la experiencia se van recogiendo de año en año; y primero, en su aplicación general para luego ir planteándola lote por lote. 
En mis inicios me di cuenta lo importante que era registrar las horas que demoraban los tractores cuando trabajan en la siembra de los verdeos o alfalfa para los tambos teniendo en cuenta la superficie de cada lote. Yo lo iba anotando todo en mis libretas.

Cuando legué a Don José ya se había levantado toda la cosecha de trigo, el grano se había guardado en los silos hasta llenarlos, y el resto, cosechado en bolsas y entregado a dos acopiadores de Viamonte. El trigo guardado se vendía en el momento oportuno, en ese año se vendió en el mes de Mayo.
El campo contaba con cuatro tractores grandes para efectuar trabajos de aradas, pero no era suficiente, tampoco teníamos sembradoras, por lo que se recurría a la maquinaria de dos contratistas. La cosecha y el picado de sorgo para silos a campo abierto que en invierno era el complemento para la alimentación de la hacienda, eras otros dos trabajos para los que se contrataba.
En el mes de Marzo con el ingeniero Magnasco hicimos la programación tradicional para todo el año de agricultura y ganadería. Se plasmó un plan clásico sobre el papel pero como en mis manos estaba por completo la responsabilidad de su ejecución esto me permitió el margen necesario para empezar a aplicar los nuevos conocimientos que había adquirido. Gracias a mis libretas y a mi adicción al cálculo enseguida me di cuenta que faltaban herramientas para poder llevar adelante el plan en tiempo y forma. Con respecto a la productividad diaria de éstas había que tener en cuenta un dato muy importante, que el equipo propio rendía un 25% menos que los contratados, y eso que para estimular a nuestros tractoristas se les pagaba una bonificación por hectárea trabajada además del sueldo.

Sobre la programación en ganadería, por el momento, no cabían modificaciones. Para llevar adelante el plan, lo más destacado que se debía tener en cuenta y que definía la rotación anual era la carga de animales por hectárea y los lotes de alfalfa que había que reponer, ya que la tierra con alfalfa después de cuatro años debía pasar a agricultura, y viceversa.