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jueves, 9 de enero de 2014

COMO SERÁ LA IGLESIA TRAS LA PERESTROIKA DEL PAPA REVOLUCIONARIO

La RED DE AMIGOS DE LA CULTURA ITALOARGENTINA recomienda altamente la lectura de esta magnífica “reflexión futurista”  de José Manuel Vidal sobre la gestión del Papa Francisco

Serie: CULTURA Y RELIGIÓN “Cómo será la Iglesia tras la "perestroika" del Papa revolucionario” recopilado por nuestro blogger Valerio Tobaldo para la RED

La Iglesia reparada que dejará el Papa Francisco

Legará una Iglesia mosaico, mas bella cuanto más plural

José Manuel Vidal, 05 de enero de 2014  - 2014, el año de la revolución tranquila de Francisco
 "Muy consciente de la gravedad de este acto, con total libertad, declaro que renuncio al ministerio del obispo de Roma, sucesor de san Pedro, confiado a mí por los cardenales el 13 de marzo de 2013". Son las 12 en punto del 13 de marzo de 2023. Desde la ventana pontificia, con la misma fórmula utilizada por su predecesor, Benedicto XVI, el Papa Francisco se despide de los suyos.
Sólo que Bergoglio, fiel a sí mismo, la pronuncia en italiano y con la voz quebrada por sus 86 años y una asfixia creciente. La plaza de San Pedro abarrotada enmudece. Se corta el silencio. Y el Papa aprovecha para añadir: "Queridos hermanos y hermanas: El Señor me llama a 'subir al monte', a dedicarme aún más a la oración y a la meditación. Es hora de dar paso a otro obispo de Roma".
Como sacudidas por un terremoto, las 150.000 almas congregadas en la plaza despiertan de la pesadilla y comienzan a reaccionar. Unos lloran desconsoladamente al Papa "llegado del fin del mundo". Otros rezan por el "Papa de los pobres". Los más gritan a coro: "Francesco, no te vayas".
Y, desde la ventana, el Papa al que siempre le encantó interactuar con sus fieles, responde: "No abandono la Iglesia; al contrario, la voy a seguir sirviendo con la misma dedicación y el mismo amor con el que lo he hecho hasta ahora, pero de un modo más adecuado a mi edad y a mis fuerzas". Y, con un nudo en la garganta, bendice por última vez a la gente y repite, también por última vez, su célebre fórmula final de cada audiencia: "Buen domingo y buen apetito".
La cortina blanca se cierra tras él. Al instante, los medios de comunicación y las redes sociales hierven ya de titulares: "Francisco renuncia como su predecesor", "Se va el Papa de los pobres", "Adiós al Papa de la primavera", "Se marcha Francisco, pero deja una Iglesia rejuvenecida" o "Francisco deja el timón de una Iglesia reparada".
"Francisco pasa el testigo y se retira, pero puede estar orgulloso de la Iglesia que nos deja", asegura en directo el comentarista de la televisión vaticana. Y con razón. Cuando llegó al solio pontificio en aquel ya lejano 2013, el primer Papa latinoamericano, que tenía ya 76 años, se encontró con una institución que había tocado fondo, tras 35 años de conservadurismo. Eso sí, con momentos brillantes de Juan Pablo II, el Papa Magno y peregrino, y de Benedicto XVI, el Papa anciano y sabio. Pero con el péndulo tan escorado a la 'derecha' que el ciclo conservador se agoto en sí mismo.
Y tuvo un triste final. Con polarización, exclusión, crispación y pérdida creciente de efectivos en una especie de cisma silencioso hacia la indiferencia. Con miedo, mucho miedo a hablar, a discrepar, a opinar, a pensar, a salirse de lo eclesialmente correcto. Con escándalos planetarios: pederastia, mayordomo infiel, vatileaks, cuervos, escándalos financieros...Con un grave deterioro de la imagen, una pérdida galopante de credibilidad y de autoridad moral (la única de la que dispone la Iglesia) y, por si eso fuera poco, con los medios de todo el mundo hurgando en sus miserias y exhibiéndolas con mofa y escarnio en la aldea mediática global.
En ese contexto, el 11 de febrero de 2013, Benedicto XVI, al presentar su renuncia (la segunda, después de la de Celestino V en el 1294), lanza un grito de alarma con aquel gesto revolucionario, profético, que marca y antes y un después, que le pone fecha de caducidad al papado y, por extensión, a los demás cargos eclesiásticos, y que coloca a la Iglesia en proceso de reconversión.
Benedicto dimite porque ya no tiene "fuerzas físicas ni espirituales para seguir limpiando". Barrendero de Dios, barre las manzanas podridas del clero, instaura la tolerancia cero ante esos "crímenes" y se convierte en chivo expiatorio, pero se queda sin fuerzas para barrer su propia casa: la Curia y el IOR, que, un día sí y otro también, le dejan en evidencia. El dice unas cosas y ellos hacen y dicen las contrarias. De ahí que su renuncia se conviertiese en una lección de máximos para los eclesiásticos, y, al mismo tiempo, en la máxima "venganza sagrada": al irse obliga a dimitir y quedar en el limbo canónico a todos los curiales que habían convertido la sala de máquinas de la Iglesia en una "cueva de ladrones".
El órdago total necesitaba un nuevo timonel. Con fuerzas y agallas para plantar cara y coger el látigo como Jesús en el templo. Y en menos de dos meses, 115 ancianos cardenales consiguieron el milagro de hacer resucitar a la Iglesia como el ave fénix y convertirla en la única institución global capaz de regenerarse desde dentro y desde arriba. Y es que, con la elección inesperada del Papa Bergoglio, "nacióle un sol a la Iglesia", como dijera Dante de San Francisco.
El nuevo Papa "del fin del mundo" se gana el corazón de la opinión pública y publicada desde su primera aparición en la logia pontificia. Y pone en marcha un tsunami interno y externo, una nueva primavera de la Iglesia. Una primavera que, tras 10 años de abnegado servicio, ha florecido en todas sus estructuras y a todos los niveles. Desde la cúpula a las bases. Porque, amén de sus gestos llamativos, Francisco aplicó a la Iglesia, sin que le temblase el pulso, una hoja de ruta reformista, cuyo plan detallado había anunciado el 26 de noviembre de 2013, con la exhortación apostólica "Evangelii Gaudium" (La alegría del Evangelio).
Aquel documento fue el programa del "repara mi Iglesia en ruinas" del santo de Asís retomado y concretado por el Papa Francisco. Una revolución tranquila, pero revolución. Una clara ruptura. Un cambio de ciclo expresado en aquella célebre máxima bergogliana: "Primero el Evangelio y, después, la doctrina". Fue el paso de la tristeza a la sonrisa, de las normas a la libertad, del rigorismo a la familiaridad, de la Iglesia-aduana a la Iglesia-casa. Con flores en el porche, siempre abierta para todos y con una especial predilección por los más tirados.
Fue la vuelta al Concilio congelado durante más de 30 años, para activar todas sus potencialidades. El regreso a la Iglesia mosaico, más bella cuanto más plural. Un "aggiornamento" que recordaba mucho al del Papa Juan XXIII en los años 60 del siglo pasado. De hecho, Francisco, al que muchos llamaban el nuevo Papa Bueno, comenzó la renovación de la Iglesia por el propio papado. Dando ejemplo. Haciendo lo que después pediría a todos los demás. Diez años después, con los 86 cumplidos y la renuncia presentada, puede presumir, aunque no lo haga, de un buen ramillete de logros que le dieron la vuelta a la Iglesia como un calcetín.
Un nuevo estilo de ser Papa: Francisco fue el último Papa imperialista y con reflejos constantinianos. Democratizó el papado y lo convirtió en un "servicio" normal. Para eso, cambió en profundidad no sólo la forma de gobernar mucho más democrática, sino que dedicó su tiempo a los fieles (pobres, enfermos) más que a los poderosos y a los clérigos. Además, abandonó el "Apartamento pontificio", haciendo añicos el icono ideológico de la Sede Apostólica como centro de poder de impronta divina. Fue algo así como si Obama abandonase la Casa Blanca, como si la Reina de Inglaterra dejase Buckingham Palace, o el Rey Juan Carlos saliese de La Zarzuela para irse a vivir a un pisito en Vallecas o Moratalaz.
Para romper el espinazo a la Curia como centro de poder, la reformó a fondo, la internacionalizó, descentralizó la Iglesia y la hizo mucho más sinodal. De hecho convirtió el Sínodo de Obispos en un organismo deliberativo y potenció las conferencias episcopales, como organismos colegiados de los obispos.
De no pintar casi nada en la Iglesia, los laicos (la inmensa mayoría de fieles) dejaron de ser "clase de tropa", para ocupar puesto de responsabilidad en todos los escalafones eclesiásticos. Varios llegaron a presidentes de dicasterios y algunos incluso a cardenales.
Recibió un colegio cardenalicio de "príncipes de la Iglesia" y lo transformó en un senado de hombres sabios y de reconocida espiritualidad, para ayudarle a gobernar la Iglesia. Y acabó con sus púrpuras y sus armiños, resabios de épocas pasadas.
Pidió perdón por la marginación de las mujeres en la Iglesia durante tantos siglos, las promovió a los cargos más elevados de la Curia y algunas entraron también en el colegio cardenalicio. Los más conservadores pusieron el grito en el cielo ante la primera cardenala. Por eso, por respetar el "sensus fidelium", Francisco no dio el paso (querido y soñado por él) de ordenar mujeres sacerdotes y obispas, pero le dejó el camino expedito a su sucesor para que lo pueda hacer.
Hizo realidad el sueño de Jesús de la unidad de todos los cristianos. Unidad en la pluralidad y en la diversidad. Anglicanos, ortodoxos y protestantes por vez primera en la historia reconocieron su primado espiritual en la caridad, conservando su independencia. Fruto de esa unión, su viaje a Moscú, la tercera Roma, y su abrazo con el Patriarca de todas las Rusias.


sábado, 16 de noviembre de 2013

EMIGRACIÓN RETORNO: UNA OPORTUNIDAD A LA UTOPÍA


Articulo propuesto por Valerio Tobaldo

EMIGRACIÓN RETORNO: UNA OPORTUNIDAD A LA UTOPÍA

Italoargentinos: el fenómeno de la “emigración de retorno “

La crisis argentina desencadenada en 2001 y el consecuente incremento de emigración hacia países desarrollados, puso en cuestión el andamiaje legislativo, social  que Italia poseía  para recibir el regreso de  que ellos mismos consideran “ la emigración del retorno “: los descendientes de aquellos que en otros tiempos llegaron por oleadas a la  Argentina.
Así lo refleja la reciente publicación de italoargentinos, una diáspora, de Ana María Minutilla, investigadora de la Universidad  de Aquisgrán, Alemania, y colaboradora de la Organización  Mantoveranos en el mundo, que editó el trabajo todavía no traducido al español.
Minutilli considera , que si  bien Italia ha recibido en los últimos  años a una enorme cantidad de argentinos , el  hecho de que el grueso de itálicos este partiendo para países como España, Canadá o Estados Unidos, estaría indicando la imposibilidad ( de Italia ) por hacer frente a situaciones de emergencia como  la inmigración de retorno, aún a pesar ,de los esfuerzos conjunto de las regiones y de las diversas  fracciones políticas para hacer frente a esa situación, señaló.
En ese sentido, la investigadora aclaró, que Italia es un país de nueva inmigración y como tal poco preparada en sus políticas estables que reglamenten grandes flujos de inmigrantes, lo cual no  significa , advirtió, que este completamente desprovista  de leyes en tal sentido.
Asimismo, llamó la atención sobre la trascendencia que adquirió en Italia, entre la gente común  la llamada “inmigración de retorno “, ya que el flujo de argentinos se ubicó entre los más importantes que ha tenido nuestro país y es interpretado como el reflejo de una crisis que refleja una trágica fatalidad; el quiebre de un sueño y de años de sacrificios, a menudo de generaciones enteras de italianos, para garantizar a si mismo y a su hijos un futuro mejor en Argentina
Por eso, las regiones de este país y las Asociaciones civiles se han movilizado y enviado dinero a la Argentina, durante la peor parte de la crisis,  han creado programas de estudios para jóvenes itálicos y creando  enlaces que permitan un regreso a Italia de manera más ordenada para aquellos que desean hacerlo, informando a los recién llegados sobre los pasos legales a seguir y, a veces incluso promoviendo contactos  laborales y de búsqueda de vivienda.
El trabajo de las asociaciones (Mantovanos en el mundo y Piamonteses en el mundo  entre otras muchas y de las provincias (de Italia) sigue siendo fundamental porque toman contacto directo con el emigrado y a menudo suplen la faltas  del  estado regional o nacional, preciso Minutilli.
Cuando se le mencionó, el creciente envejecimiento de la población que está sufriendo Italia y si considera el ingreso de inmigrantes al país como parte de una solución al respecto, admitió de inmediato sobre la altísima tasa de desocupación que sufre la península , sobre todo en el sur del país, altamente postergado en relación al rico norte , aunque este último no se salva tampoco del desempleo, ya que en muchas de sus grandes industrias se está registrando licenciamientos en masa, aseguró , tras lo cual recordó los escándalos de la Ciriola  Parmalat, que han saltado por el aire en los últimos tiempos.
Además la investigadora prefirió moderar  las expectativas de potenciales inmigrantes a su país .Por eso fue concluyente: Italia, aún siendo una de las máximas potencias industriales el mundo, no ha sido jamás un modelo de Estado de bienestar, como se desearía en Europa, sostuvo.
Asimismo, destacó  lo que podría aparecer como una ventaja a simple vista para lo italoargentinos que emigran, a veces se vuelve un obstáculo. Es que, sobre todo los jóvenes  tienen todos una óptima currícula académica y esperan, una vez  en Italia, desenvolverse en su profesión. En cambio el país les muestra  a veces una cara inesperada, ya que, por ejemplo, ocupa el penúltimo  puesto en inversión en el sector  de la investigación científica y académica dentro de Europa. Como consecuencia  de esto, afronta un problema dramático, que a veces parece una exclusividad Argentina: a fuga de cerebros.
Entonces, agregó, muchos jóvenes argentinos con carreras universitarias y terciarias cuando llegan a Italia compelidos a sumarse a una cinta de montaje y emplearse en un restaurante o en un trabajo para el cual no se ha preparado y que no desean  hacer, que los lleva a sentirse frustrados y los empuja a retomar  o a querer retomar apenas la situación en Argentina comience a cambiar, indicó.
Minutelli opinó, que sobre las bases de acuerdos  bilaterales, como el tratado de Roma de  1987, firmado por Raúl Alfonsín debería establecerse una asociación privilegiada entre Argentina e Italia , similar a la existente entre Gran Bretaña y los Estados Unidos.     


jueves, 3 de octubre de 2013

LAMPEDUSA NUEVA TRAGEDIA A CAUSA DE LA INMIGRACIÓN DESCONTROLADA

LAMPEDUSA NUEVA TRAGEDIA A CAUSA DE LA INMIGRACIÓN DESCONTROLADA
Por Patricia TOBALDO
Hoy amanecemos  compartiendo la noticia, en todos los idiomas existentes, gracias a la globalización: “Una barcaza con 500 personas a bordo naufragó muy cerca de la Isla de los Conejos y se incendió”
Son sólo dos líneas, nada más, alcanza para definir una nueva tragedia humana. Ante situaciones de esta naturaleza, para la cual no se encuentran palabras que puedan mitigar tremendo HORROR, hago en primera persona un mea-culpa y me pregunto ¿Qué es la convivencia? ¿Qué podemos hacer para dar un nuevo significado al concepto de convivencia? ¿Qué significa “diálogo entre conciudadanos”? Se podría decir que las personas nos dividimos en dos grupos: los que perciben el diálogo como una amenaza y los que consideran al mismo como una oportunidad y un componente integral de desarrollo, por lo tanto sería ese el punto de inflexión a partir del cual comenzar a encontrar respuestas a los interrogantes arriba mencionados.
No es la historia la que provoca tantas muertes, no es la iniquidad y la ineficacia de los gobiernos los que causan las huidas despavoridas y a cualquier precio, de sus habitantes en busca de nuevas oportunidades, donde sea, pero fuera de su tierra, donde ya no es posible ni siquiera respirar;   no es la religión la causa de las violaciones, no es la pureza de los ortodoxos que hace explotar edificios con personas adentro y causa las guerras, no son las instituciones las que fracasan. Somos los hombres que ignoramos la cultura, que no construimos una memoria efectiva y que no sabemos usar las palabras para intentar mejorar el mundo desde el diálogo.

“El hombre que solo tiene una oreja obtiene solo una versión del problema” (Mandingo)